Con estos antecedentes se puede suponer que mientras los hombres reconquistaban las mujeres eran las reinas del hogar, decidiendo y manejando en cuestiones domésticas y no tan domésticas que se planteasen, sencillamente porque los hombres estaban en sus razzias a kilómetros de distancia y no podían hacerlo. Es cierto que las Crónicas contemporáneas y la tradición tratan de disimular este hecho, pero aflora inevitablemente en la historia y por eso vemos aparecer de la nada a mujeres tomando decisiones importantes como Adosinda; no es que aparezcan de la nada, es que siempre han estado ahí. Por ello también aparece Ximena, la esposa del futuro rey Alfonso III de Asturias en las miniaturas, al lado del rey, representada con el mismo tamaño e importancia, porque era de un linaje extraordinario y su familia reinaba en la zona de Navarra y seguramente no era una mujer de las que se deja pisar la cabeza.
Esta es la reina Ximena o Xemenerge... otra fascinante mujer que proviene de una familia no menos fascinante
Como Ermesinda no se dejaría acobardar por su Alfonso, que al fin y al cabo era rey de Asturias por su gracia y la de su herencia, herencia que era propiedad de la dama y que ella controlaba y por tanto construía iglesias donde le daba la real gana (nunca mejor dicho) y fundaba monasterios donando su propio patrimonio.
El segundo punto, muy importante en nuestra historia es que el rey Alfonso I era hijo del duque visigodo Pedro de Cantabria. Por eso Pelayo se empeñó en este matrimonio para su hija, porque desde el punto de vista de las alianzas para reforzar el reino Astur era un chollazo. Pues don Pelayo la lió parda porque introdujo en su familia el cáncer que terminaría con su estirpe, literalmente. A partir de este momento veremos a dos clanes enfrentados por el poder, una corte llena de intrigas y mentiras donde aflora el llamado “morbo gótico” que hacía del asesinato de reyes un deporte aristocrático. De un lado la estirpe de Pelayo con su hija Ermesinda y su nieta Adosinda a la cabeza luchando por mantener sus derechos; del otro la familia de Pedro de Cantabria, que no pertenece a la “casa real asturiana” más que de refilón por matrimonio pero que quiere su parte del pastel, bueno, que quiere todo el pastel. Anticipando el final os diré que triunfa la estirpe cántabra y por ello su máximo representante, Alfonso III el Magno o “Magno Manipulador” para sus amigos los historiadores futuros, se dedicó a escribir un par de Crónicas con lo que ya califiqué al principio de mala leche, puesto que en su afán de legitimar su posición y la de su familia que no tenían derecho al trono y lo consiguieron por las malas, se dedicó a poner de vuelta y media a toda la estirpe de Pelayo y más aún a las mujeres por considerarlas más débiles. Con Alfonso II el Casto no se atrevió porque después de cuarenta años de reinado el señor ya tenía una fama de buen rey y buena persona que era imposible de echar abajo, pero a los demás los puso a caer de un burro… disimuladamente claro, por eso hay que saber leer entre líneas las Crónicas. En fin, que se nos pone la cosa interesante ¿eh?
Alfonso y Ermesinda tuvieron, que sepamos, tres hijos: Fruela I, Vímara y Adosinda (aquí está, por fin). Muerto Alfonso de muerte natural tras un reinado de 18 años le sucede su hijo Fruela I, que reinará del 757 al 768.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.