Muchas gracias Sabba, espero seguir así.

Pero dejaremos el idilio de Catherine-Charlotte y Antonin por el momento dado que otros temas nos atañen.

La guerra ha terminado, si bien siempre me pregunté si el hecho de haberla concluído habrá alegrado realmente a Louis XIV (quién seguramente estaría pensando en qué otro destino invadir dado su temperamento belicoso y expansionista), su Pueblo (O la nobleza, realmente lo que pasara extramuros de palacio no importaba demasiado... y así terminaron los Borbón) pensaba lo contrario. Había llegado el momento de divertirse, volver a disfrutar de la temporada, y para los franceses… esto implicaba un sinfín de bailes, ballets, masquerades, presentaciones en la ópera y tanto más.


Podrán pensar que en medio del jolgorio generalizado la reciente reaparición de un famoso personaje habría pasado inadvertida pero no, ella era duquesa de Saint-Fargeau, Princesa de Dombes, Condesa de Eu, aunque la gente usualmente se refería a ella como la duquesa de Montpensier, sin embargo, esta hija de Gaston Jean-Baptiste de Borbón, le duc de Orléans, era mejor conocida como la 'Grand-Mademoiselle' y no hablo de otra que Anne-Marie Louise d'Orléans.


No deseo extenderme sobre la historia de Anne-Marie Louise pero sí haré una breve introducción, fue la hija del primer matrimonio de su padre con la princesa Marie de Borbon-Montpensier que se había muerto al poco de traerla al mundo. No obstante con quedarse huérfana a corta edad, vivió en el medio de las muchas (¡muchísimas!) intrigas palaciegas de Monsieur para hacerse con el trono, todos sabían que Gastón d’Orléans se consideraba más capacitado (sic) al trono de lo que estaba su hermano y esto ocasionó un constante tira y afloje (del tipo bélico) entre los hermanos.

Anne-Marie Louise apoyó a su padre en más de una intentona lo que le valió la ira de su primo, no absoluta dado que la amaba profundamente, y un largo exilio en sus tierras post su participación en la Fronda de los Príncipes. Hay que decir además que Anne-Marie Louise había estado prometida a diferentes testas coronadas no menos de siete veces… lamentablemente sobre el final ninguno de estos proyectos cuajó, también, vale aclarar que era la soltera más rica del continente.

A sus 32 años luego de todos las ‘historias’ (por no decir intrigas) en las que acabó metida (ni bien termine con Lauzun estoy decidido a ir tras ella, la amo como personaje) desearía llevar una vida más tranquila pero… no. Anne-María Louise era la voz cantante (esto es poco serio pero me la imagino comenzando el ‘trencito’ agitando los brazos, perdón, me estoy riendo solo en este momento) de todo ese circuito de divertimentos (estoy en duda con la palabra, pero será que en castellano rioplatense suena rara) de 24 horas, toda la semana.


Hay que detenerse también en el hecho de que el marqués era un hombre en todo el sentido de la palabra, atractivo, valeroso, noble (el non plus ultra de la nobleza), de mucha apostura, cubierto de gloria y en franco ascenso, imaginen lo que pudo haber sentido esta soltera eterna al verlo, un coup de foudre es lo mínimo y sí, reparó en él, tanto que fue obvio para todo su círculo que la duquesa sentía franco interés por Antonin.

Pero no nos adelantemos, si bien ella iba por su séptimo u octavo proyecto de boda, Puyguilhem no había nacido para ser Monsieur Le Duc y quedarse a hacer cuentas en sus tierras viendo pasar los días, él deseaba más, además… Nuestro Puyguilhem era (quisiera escribir ‘dandy’ pero me quedaría corto) todo un playboy que si bien no tenía encaprichadas a todas las jóvenes de la corte, pocas le faltaban.

Es famosa la historia de las Mademoiselles de Aumale y Nemours que lo incluye como causante directamente de una disputa que se resolvió al azar. Literalmente.


Las dos hermanas habían salido recientemente del convento de Chaillot, se llamaban Marie-Jeanne Baptiste y Marie-Françoise-Elisabeth de Saboya-Nemours, conocidas en el mismo orden como Mademoiselles de Aumale y Nemours, así, puras y castas cual venían, cayeron directamente en sus redes al grado de enloquecer de amor por él.


Si tienen hermanos saben lo que una disputa doméstica puede ser, bueno, extrapolemos esto a la corta francesa de Louis XIV y tenemos una situación dantesca. Como ninguna de las dos cedía llegaron a echarlo a la suerte, ¿qué hicieron? Tiraron una moneda, tal cual lo leen. Dado que su familia no era exactamente rica acordaron que la que perdiera renunciaría a su parte de la herencia y se retiraría a un convento. ¿Quién ganó? Mademoiselle de Nemours pero el destino tiene vueltas y Puyguilhem también, así que la desdeñó. Las dos jóvenes se conformaron como pudieron, se tragaron su orgullo y buscaron otros horizontes, lo más lejos posible de la corte francesa (y de los rumores que se habían levantado al respecto de toda la situación que acabo de relatar), tanto así que Marie-Françoise-Elisabeth se casó con el tullido rey Alfonso VI de Portugal y Marie-Jeanne-Baptiste con su pariente el duque Carlos-Manuel II de Saboya.

Podrán pensar que este circo le habría enseñado algo a Puyguilhem, pero como diría mi abuelo: “El ser humano es el único animal que se golpea más de una vez con la misma piedra.”

Para luego repetir con un dejo de ironía: “O incluso más.”

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Las hermanas de Saboya-Nemours fueron las primeras evidentes conquistas, al igual que las primeras fatídicas víctimas de las dotes de amante del marqués.


La siguiente en la lista fue Mademoiselle de La Motte-Argencourt, nacida en el Languedoc, quizá les suene porque no sólo fue dama de la reina Marie-Thérèse de Francia sino porque además fue una más de la pléyade de amantes del rey… idilio que fue interrumpido porque la reina-madre y Mazarino los encontraron in fraganti (seguramente avisados por alguno de los muchos espías de Mazarino).
Mademoiselle, luego del evidente desplante puso sus ojos sobre Puyguilhem quién por pura maldad fingió ignorar el hecho que ella había caído rendida a sus pies.
Despechada por segunda vez, se metió de lleno en un affaire con el duque de Richelieu sin tomar ninguna de las habituales precauciones del caso, esto es, fingir ser casta y pura a los ojos de los demás. Su conducta sumamente escandalosa le ganaría un pasaje de ida al convento de Chaillot en 1661.

La siguieron dos damas de honor de la reina, pareciera que el séquito de Marie-Thérèse era una tentación para más de uno al igual que siempre permitía al rey pasar a amantes como dama de compañía permitiéndoles tener una excusa ‘real’ para tenerlas en la corte más que su propio placer. Sí, esto implica una doble moral, lo hemos hablado muchas veces, afortunadamente quiso la historia, el avance humano y el feminismo poner las cosas en su lugar…

La primera de ellas se llamaba Anne-Lucie de La Motte-Houdancourt, mademoiselle tenía suspirando por ella a media corte, citamos, por nombrar algunos al marqués de Dangeau, Philippe de Gramont (hermano del mariscal-duque), al conde d’Estrades y al propio rey pero… ella se decantó por Puyguilhem. La siguió (o quizá fue todo a la par, no tengo mucha info al respecto) Bénigne de Meaux, Mademoiselle du Fouilloux, muy conocida ya por tener un gran número de amantes en su ver, peligrosa además, ya que era espía del superintendente Nicolás Fouquet.

Espero recuerden aún a Catherine-Charlotte de Gramont, si ya la olvidaron, habrán de saber que el marqués de Puyguilhem no lo había hecho, y ella a él tampoco. Catherine-Charlotte había florecido y llamado la atención incluso de Monsieur Philippe, hermano del rey, quién todos sabemos que prefería a los hombres lo cual da la pauta de que esto no era el “photoshop” Winterhalter, era bella en todo sentido y aparentemente una muy interesante persona que evitó verse inmiscuida en las intrigas versaillescas.

Catherine-Charlotte no era ajena a los afectos de su primo, le correspondía sí, pero jamás se sobrepasó ni él avanzó un ápice, como bien dije antes, Antonin sabía muy bien lo que se jugaba y sus intenciones respecto a su prima incluían el matrimonio, lamentablemente sabía que tenía poco para ofrecer aún. Quizá, demasiado poco… ya que el padre de Catherine-Charlotte, decidió casarla con un italiano, un tal Louis Grimaldi, ¿les suena?


Así es, nos encontramos ante un antepasado directo de los actuales soberanos de Mónaco o el ‘Rochedo’ como le decimos cariñosamente (sic) por aquí.

Louis Grimaldi era conde de Carladez, marqués de Baux y duque de Valentinois, fue su abuelo el primero en hacerse llamar Príncipe de Mónaco. Saint-Simon, afilado como siempre, incluso peor que nosotros por aquí, se permitió opinar lo siguiente sobre Mónaco:
(…) “Miserable roca, desde cuyo centro podemos, por así decirlo, escupir fuera de sus límites”.
Terrible pero correcto a nivel semántico, ¿no?

El destino de Catherine-Charlotte estaba sellado al igual que el de todo posible enlace con Antonin, no había nada que hacer, el contrato matrimonial se firmó en la misma habitación del rey en el palacio del Louvre en abril de 1659. La mariscala de Guébriant y su hermano, el marqués de Vardes firmaron en representación del novio. Sin embargo no se casaron enseguida ya que el padre de la novia, sí, el mariscal-duque, debió viajar a Madrid para pedir oficialmente en nombre del rey la mano de la infanta María Teresa y concluir así todas las cláusulas del Tratado de la paz de los Pirineos.

30 de marzo de 1660, Catherine-Charlotte desposa al heredero de Mónaco en la capilla del palacio de los Gramont en Pau ante el obispo de Lescar.


Casi 3 meses después, el 9 de Junio, en la localidad vasco-francesa de San Juan de Luz, Louis XIV contraía matrimonio con la infanta María Teresa, si bien Antonin se ausentó de la primer boda, sí se encontraba en la segunda desempeñando un rol particular.

Mientras su prima contraía matrimonio, el mismo día estaba recibiendo en París en herencia el cargo de capitán de la Compañía de Cien Gentilhombres de la casa del Rey, la misma venía directo de su padre que había muerto dos meses antes. El puesto era meramente honorífico, el regimiento había sido creado en 1474 por Louis XI y jugaba un papel mayormente decorativo (‘de parada’ como se suele decir) en las grandes ceremonias de la realeza, y como tal, Antonin se presentó a desempeñar su papel en la boda real.

En aquella fiesta puedo intercambiar furtivas miradas con su prima Catherine-Charlotte, reciente duquesa de Valentinois acompañada por su madre la duquesa de Gramont, con mirarse a los ojos ya sabían que aún seguían enamorados uno del otro.

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Una maravilla de tema el que has abierto Konradin , Mis mas sinceros agradecimientos por darnos a conocer a este personaje en profundidad, como la anecdota Nemours-Aumale, que yo desconocía. Me encanta como vas introduciendo a cada personaje, de manera muy amena y natural . Se te lee muy bien

Mucho animo.

Gracias Gorje San, espero no estar copiándola demasiado a Minnie, fueron muchos años de leer su estilo y se me han pegado modismos, debo reconocerlo, por otro lado, hace un año que quiero lanzarme a escribir, también sé qué estilo les gusta, no me molesta adecuarme, veremos si triunfo en esto.

Disculpen la interrupción semanal, estoy literalmente hundido en exámenes.

Continúo...

Podríamos decir que los meses que siguieron a la boda celebrada en San Juan de Luz fueron los mejores para Puyguilhem. Su prima, ya duquesa de Valentinois, había sido nombrada dama de compañía de la jóven y bella Henriette “Minnette’ de Inglaterra, esposa de Monsieur. No hace falta ser adivino para saber lo que esto implicaba… estarían cerca nuevamente uno del otro.


Catherine-Charlotte era una más de las bellas damas que gravitaba en torno a la duquesa y cuñada del rey, podemos citar, por nombrar algunas, a las mademoiselles de Créqui, La Tremoïlle, La Vallière (Oh sí, la que están pensando), Tonnay-Charente, etc. Estas no sólo se encargaban de asistir a Minnette sino que a la par garantizaban el constante flujo de galanteos en torno a ellas con los consiguientes chismorreos (¿o dramas?) que se generaban al respecto.

Situarnos en este período de la corte de Louis XIV se nos hace bastante fácil para uno pero evadimos un hecho clave, la atmósfera que se respiraba en torno al rey en 1660 era muy diferente de la que se vivía sobre el final de su vida cuando el rey jugaba al ser el monarca del Olimpo. La corte francesa en 1660 no sólo brillaba de alegría y diversión sino que además…

Bueno, hemos llegado al punto de la historia que más deseos me generaba relatar, a ver qué me dicen ante lo siguiente.

Louis XIV era un reciente esposo y (si bien no tan reciente ya) jóven rey, le gustaba danza, oh sí, el rey bailaba muy bien y participaba en representaciones dirigido por su maestro italiano devenido en francés, el gran Jean-Baptiste Lully (quién quiera ver un excelente film de época, le recomiendo conseguir ‘Le Roi Danse’). Si bien ya tenía sus amantes, Louis XIV se permitía, además de participar en representaciones artísticas, escribir pequeños poemas galantes y canciones para las damas.


Si bien ya desafiante, con una timidez que se disipaba cada día más, era accesible, más de lo que podemos pensar en nuestro siglo XXI, se lo podía abordar sin mayores ceremonias en los pasillos de palacios, reir con él e incluso bromear.

Incluso, él mismo se permitía el gusto de hacer bromas de adolescente revoltoso, el famosa la anécdota en que le dio de regalo una bella caja que contenían cinco ratones blancos tan solo para asustar a la duquesa La Vieuville. Esta, para vengarse, le echo encima una rana en el mismo momento en que iba a beber. La duquesa llegaría incluso más lejos… Le pellizcaría el real trasero estando en la alcoba de la reina madre, sorprendido, Louis XIV no pudo reprimirse:
- ¡La muy perra!

A que no se lo imaginaban jajaja. Yo tampoco, es por esto y tanto más que Lauzun me encanta, nos permite adentrarnos en otra visión (menos trillada si se quiere) de la corte francesa y los personajes que la poblaron.

Por supuesto, este, no es el tema de Louis XIV...

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Yo también desconocía la historia de las hermanas Marie-Jeanne Baptiste y Marie-Françoise-Elisabeth de Saboya-Nemours Y debo decir que ha sido un "plus" en la historia en la que, con tanta habilidad, nos está envolviendo Konradin. Las dos chicas mencionadas empezaron a interesarme por ser hijas de la delicada y piadosa Elisabeth de Vendôme, casada con aquel jactancioso bravucón y mujeriego que fue Charles Amedée de Saboya. Charles Amedée provocó un duelo con su propio cuñado Beaufort; los dos mantenían una tensión latente desde tiempo atrás, eran perpetuos rivales por cuestiones de precedencia y además por los bonitos ojos de Madame de Châtillon. Beaufort mató a su cuñado en el duelo...y Elisabeth jamás pudo perdonarle, porque aunque su marido había sido notoriamente infiel, ella le amaba profundamente.

Bueno...saltando en el tiempo, Marie-Jeanne Baptiste, que en un tiempo pareció destinada a convertirse en duquesa de Lorena, se casó con el duque de Saboya. Y ahí acaba atrayendo de nuevo mi interés, por ser abuela de Adelaide duquesa de Borgoña y de la primera reina de la casa Borbón en España...la encantadora muñequita que fue María Luisa Gabriela

Maison Louis XIV en Saint Jean de Luz





Data de 1643.

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El problema de esta historia es que salen tantos personajes en los que este especial (por decirlo de alguna forma diplomática) hombre influyó que si me permitiera extenderme sobre cada uno vamos a tener un tema más complicado que el de la infanta Antonia de Portugal, ¡amé ese tema! Pero no puedo menos que imaginarme el caos que debe haber sido escribir prácticamente la historia de los Braganza. Intento, entonces, ser lo más organizado para no irme por las ramas.

Sí, de hecho, la famosa Marie-Jeanne Baptiste fue la famosa 'Madama Reale' (así se autoapodó) que le daba consejos a su nieta casada con el hijo del Grand Delfin. Pensar que estas chicas salieron corriendo de Francia casi con lo puesto para alejarse de Lauzun, y no serían las únicas.

En el post anterior cité a una tal mademoiselle de Tonnay-Charente que no es otro que el apellido de soltera de cierta Françoise-Athénaïs, de casada de Rochechouart de Mortemart, mejor conocida como... ¡exacto! Madame de Montespan.

Lamento, no saben cuánto, no permitirme el vesánico placer de detenerme sobre cada nombre pero me odiarían si lo hago, Lauzun quedaría desdibujado.

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Oooohhhh

Sabba, te adoro en este preciso instante... ¡Y sigue ahí! Aquí ya lo habrían tirado para hacer una torre de 20 pisos de calidad dudosa, en fin, sigo escribiendo ahora que por fin capté su interés.

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Sigue ahí, doy fé.
Tenemos la atención captada pero muy repartida, pero tu sigue, sigue...

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Post un largo recreo que han sido una mezcla de problemas laborales & universitarios y algo insomne, heme aquí... intentaré avanzar en la medida que pueda, desde ya pido disculpas si desaparezco otro rato, la idea es terminar este tema cueste lo que cueste.


Todo era alegría en aquella corte. Se reía en las galerías del Louvre, se jugaba a la gallinita ciega en los salones dorados de Les Tuileries, en invierno se asistía a óperas barrocas, se bailaban los ballets de Bensérade hasta pasada la medianoche. En verano era aún mejor: se representaban comedias, se iba a conciertos y bailes campestres en el parque del palacio de Saint-Germain o en los jardines del que ya comenzaba a ser Versailles. Había bailes de mascaradas o disfraces casi todas las noches, paseos en calesa, cenas multitudinarias en la residencia del duque de Orléans o la condesa de Soissons, todas las veladas solían terminar con largas partidas de juegos de azar en la que la fortuna de más de uno se tornaba en ruina.
Cual en ‘Marie Antoinette’, las cenas solían terminar al amanecer al borde del Gran Canal dónde se servía un refrigerio y se deslizaban en góndolas al son de violines que interpretaban serenatas italianas, era… la primavera del reinado y la vida, bella.


Ya les había comentado anteriormente que esta no es la corte del Rey Sol, era la corte del reciéntemente coronado Louis XIV. En las conversaciones de los jóvenes de aquel entonces, la galantería, tenía preferencia.

Mensajes dulces, sonetos, poemas, rimas y furtivos besos eran la moneda de cambio en aquellos tiempos. Se jugaba al amor, a perderse en laberintos de intrigas inocentes e infantiles. Por nada se querellaban y por menos se reconciliaban. Louis XIV es atractivo, alto, guapo, amable y siempre elegante con su fino bigote empezaba a abandonar su primer gran amor complicado... ¿o deberíamos decir affaire? con Madame la Duchesse. Y sí, hablo de la tan conocida por todos Minette para pasar a manos de una de sus damas, la siempre inocente (y levemente provinciana) Louise de La Baume-Le Blanc de La Vallière, quién era secremente amada por el conde de Brienne. Louisa entraba entonces en la que sería su relación más importante y marcaría el resto de su vida.

El Rey y (gran parte de) su entorno ignoraban que el conde de Guiche (sí, el primo de Antonin) escribía tiernas cartas de amor a Madame la Duchesse mientras que le hacía la corte de una manera un tanto peligrosa escribiendo cartas de alto voltaje erótico a mademoiselle de Montalais, el conde con su doble juego buscaba sacar partido pero se estaba jugando la cabeza... ¿Piensan que todo esto es complicado? Se pone aún peor, mientras estos jugaban a enamorar y engatuzar el marqués de Vardes, amante de la condesa de Soissons, soñaba con destronar al conde de Guiche en el camino a la alcoba de Madame.

¿Y Antonin? Él se limitaba a literalmente bombardear con madrigales a la duquesa de Valentinois, su prima, consumiéndose de amor por ella. Quién quiera leer todo esto en detalle le recomiendo leer Historia de Enriqueta de Inglaterra por la condesa de La Fayette, es francamente interesante (y es mi libro de consulta).

Este feliz período alcanzaría su apotéosis en breve, y también, su final...

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Me alegro de que todo se haya resuelto y hayas podido regresar y continuar la historia

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Que bueno este tema! Felicidades Konradin!