Mahoma se consoló de su viudez casándose con dos mujeres, a las que después añadió otras: la viuda Sauda, de cuarenta años, y la hija de Abu Bakr, que tenía siete
(vale, eran otros tiempos, pero jopé) Seguía predicando en la Kaaba donde lograba cierto éxito entre los peregrinos por lo que el nuevo jefe de la rama omeya de los quraishíes había decidido eleminar a aquel aguafiestas hachemita. Mahoma escapó de milagro de los sicarios. El día de su fuga, o Hégira, a la ciudad de Yatrib, después Medina, fue el 16 de julio del 622, y se convirtió para ellos en lo que para nosotros es la Natividad de Jesús: el comienzo de una nueva era.
Medina, la Ciudad por antonomasia, se encuentra 300 km al norte de Damasco. Mahoma fue acogido con entusiasmo por los 200 seguidores que había enviado con sus familias por delante. Cada uno quería que se alojase en su casa así que el Profeta decidió pernoctar allí donde se parase su camello, que fue un bonito lugar a las afueras, donde hizo construir una mezquita y dos casas, una para cada esposa, con las que se turnaba equitativamente. Más tarde añadió otras según se iba casando.
La Gran Mezquita de Medina, nada que ver con la original, donde Mahoma realizó una ceremonia que dictaba los cánones, muy sencillos, de su liturgia. Subió al púlpito, gritó "¡Alá es grande!" y, tras hacerse eco todos los presentes, se puso de espaldas a ellos y se inclinó a rezar. Después retrocediendo, descendió las gradas y se postró tres veces mirando hacia Jerusalén (lo que os digo, vivía obsesionado con esa ciudad, más tarde sus seguidores decidieron inclinarse hacia La Meca, porque le veían más lógica) Por útlimo les dijo a sus seguidores que tenían que repetir el ritual allá donde estuviesen, aunque no hubiese mezquita, y los llamó musulmanes, "los que han hecho la paz con Dios".
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.