Muawiya, ahí lo tenéis representado en una moneda, consiguió hacerse reconocer como califa de todo el islam, que ya comprendía todo Oriente Próximo, desde Egipto hasta Persia, gracias a las victorias de Jalid y Ubaida. Como La Meca estaba lejos para poder gobernar el Imperio con comodidad, trasladó la capital a Damasco, que le caía más a mano. Se hizo seguir por todo el clan de los omeyas que monopolizaron los puestos de mando, de forma que la dinastía siguió en el poder un siglo, hasta el 750. Con ellos, la república teocrática instaurada por Mahoma se convierte en monarquía hereditaria.
Muawiya, que había usurpado el poder, sintió la necesidad de rodearse del fausto y boato que habían rechazado sus predecesores, y en Damasco encontró el
modelo a seguir: el complicado ceremonial de los emperadores de Bizancio. Hombre inteligente y de mundo, convertido al islam por comodidad, admiró la civilización y cultura griega. Lo grandes generales y los pequeños guerreros del Islam eran analfabetos, sólo sabían que hay un Dios, Alá, y Mahoma es su Profeta, no se les pedía más para alistarse y los galones se ganaban con la espada. Tampoco las oraciones requerían gran instrucción, ya os he dicho que el éxito del islam radica en su simplicidad, uno se aprende de memoria unos pocos versos del Corán y listo, y no es necesario comprender su significado para creer lo que dicen, de hecho, en cuestiones de religión seguramente es mejor no tratar de entender si quieres creer
Pero con Muawiya las cosas cambiaron. Entre los árabes recién convertidos, en Siria, Irak, Palestina o Egipto, hay profesores y científicos que provienen de las culturas hebraicas y cristianas, bizantinas o persas. Una cultura muy superior a la de Europa occidental por los mismos años, donde por culpa de las invasiones bárbaras toda la herencia clásica se había perdido, salvo la lengua, un latín ya muy contaminado, y algo de la ordenación jurídica. Literatura, filosofía y ciencia sobrevivía en unos pocos textos y documentos que los monjes habían conservado, pero que nadie consultaba, y pocos se acordaban de nombres como Cicerón, Séneca o Virgilio. Todas estas cosas se habían olvidado porque faltaban las escuelas donde enseñarlas.
Bizancio no había olvidado. La gran cultura griega se había difundido por todo su Imperio y los conquistadores árabes se vieron seducidos por Euclides, Hipócrates y Platón, y de esta forma los hebreos, que tenían facilidad para traducir el griego al árabe porque se parecía a su propia lengua, fertilizaron la civilización musulmana.
Pero los árabes también fueron creadores, no se limitaron a estudiar a los demás: inventaron el cero y el álgebra (para desesperación de los que somos de letras
), pusieron las bases científicas de la química e inventaron el alambique, fundaron en Damasco el primer hospital del mundo y practicaron la anestesia en el 709. Sus filósofos estudiaron a Platón y Aristóteles y lo que nosotros llamamos "filosofía escolástica" y consideramos producto original
made in iglesia católica entre los siglos XII y XIV, ya lo hacían Avicena y Averroes mucho antes. Fueron ellos los que devolvieron al olvidado Aristóteles a Europa.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.