Al amanecer del sábado 23 de noviembre, el alcalde de Londres y sus 24 concejales, cabalgaron 6 km hasta la cima de Blackheath para reunirse con el rey.
Hoy es un suburbio a las afueras de la ciudad (de Wikipedia)
Acompañados de un gran número de ciudadanos, todos vestían del más hermoso escarlata con capuchas veteadas de blanco y rojo o blanco y negro. Cada ciudadano lucía orgullosamente el emblema que le señalaba como miembro de uno de los gremios de Londres.
Hacia las 10 de la mañana llegó el rey con una
modesta comitiva pero en la que, intencionadamente, se encontraban todos los prisioneros franceses. Después de recibir las felicitaciones de los gentiles hombres de Londres, formaron una procesión y, al sonido de las trompetas, procedieron a escoltar al monarca hacia la capital.
A un km y medio de la ciudad, en St. Thomas Waterings, fuera de Southwark, una procesión de clérigos esperan para recibirlos.
Portando reliquias sagradas, cruces y estandartes, cantaron un
Te Deum y le aclamaron en latín al grito de
¡Ave, flor de los ingleses y del mundo, caballero de Cristo! Acompañado por un séquito cada ves mayor, Enrique se aproxima a la torre de la entrada del Puente de Londres, que señalaba los límites de la city. Aquí se habían levantado dos gigantescas figuras alegóricas con las armas reales: la figura masculina llevaba un hacha y una lanza, de la que colgaban las llaves de la ciudad; la figura femenina lucía un manto color escarlata. De los muros de la torre colgaban las armas reales bajo la leyenda
Ciudad del Rey de la Justicia. Los trompeteros apostados en el interior hicieron que el lugar vibrara para recibir al rey.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.