La genealogía de Díaz Lussnigg que demuestra que los reyes leoneses en cuestión de relaciones familiares eran para echarles de comer aparte
A este grupo los llamamos monarcas leoneses para distinguirlos de los monarcas asturianos tras el traslado de la capital a Léon a la muerte de Alfonso III el Magno, allá por el 910. Pero que os quede claro que siguen siendo la misma parentela, no hay cambio de dinastía.
Los tres nenes de Alfonso III se reparten el reino como quien reparte el pastel de la merienda: Ordoño queda al frente de Galicia, Fruela permanece en Oviedo y García, el primogénito, se queda en León.
León era una ciudad muy interesante pues conservaba una fuerte muralla de época romana y algunas estructuras que se podían reaprovechar estupendamente, caso de las termas con sus frescos, mosaicos y mármoles que se convirtieron en el palacio real, justo en el espacio que hoy ocupa la catedral.
Garcia aprovecha poco su situación de rey derivada de la rebelión y el destronamiento de su padre, pues sólo reina del 910 al 914, siendo sucedido por su hermano Ordoño II, el siguiente hermano por orden de nacimiento, quien es aclamado rey por una asamblea de magnates y obispos, es ungido y coronado a la manera tradicional. Es él quien establece de forma definitiva en León el centro político del reino (aunque Fruela sea más o menos independiente en Asturias) y además se dio de palos con Abderramán III a lo largo y ancho de Badajoz con notable éxito por parte del castellano, lo que animó al rey sancho Garcés de Navarra (el primero de la dinastía Jimena, se hizo con el trono al estar casado con la nieta del último rey Arista) a hacer una alianza con el rey de León. Este tipo de alianzas entre la casa navarra y la astur-leonesa vienen de antiguo, así que no suponían mucha novedad.
Pese a estas conquistas, comienzan a apreciarse en la corte claros síntomas de discordias entre aristócratas leoneses y castellanos que a partir de este momento la van a liar muy gorda, volviendo al sistema quito-pongo rey que tan malos resultados da a la larga por la inestabilidad que provoca. Como primera medida, Ordoño II ya mete presos a los condes castellanos Nuño Fernández, Fernando Ansúrez, Albomondar Albo y a su hermano Diego, que al parecer no le habían prestado el apoyo requerido en su campaña con el rey de Navarra, debido principalmente al temor de los castellanos de que el rey de Navarra ganase la carrera de los territorios de La Rioja. Al parecer los condes decidieron estarse tranquilitos, pero otros tomarán el reemplazo más adelante.
En el 924 Ordoño II repudia a su esposa, la gallega Aragonta, y casa con Sancha, hija del rey de Navarra, a la que por cierto no se le dio mal el asunto de encontrar partidazos con los que casarse pues fue esposa en primeras nupcias de Ordoño II de León, en segundas del Conde alavés Álvaro Herrameliz y en terceras, de Fernán González, Conde de Castilla. Ahí es nada. Por cierto, Ordoño se le murió a los pocos meses de la boda así que el título de reina le duro poquito.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.