Un post regalito de Navidad
Decía yo que Cataluña está fuera de combate, Navarra sometida y León es un protectorado cordobés sometido por un ejército moro que fomentaba la anarquía entre los condes. Mientras García sigue resistiendo e insistiendo en su propósito: vivir en paz con los príncipes cristianos para unirse en una gran alianza contra Almanzor. Hasta la campaña de Rueda lo había conseguido, ayudado por sus hermanas, la reina de Pamplona y la condesa de Saldaña. Después había aceptado sin problemas al nuevo rey de León y pensó tener un buen aliado en el hermano de su mujer, Isarno, conde de Ribagorza, pero quedó destrozado por la avalancha mora cuando lo de Barcelona. García se vio completamente solo, solo pero dispuesto a aguantar el tirón hasta el fin.
Almanzor ataca sin tregua a Castilla en campañas fulgurantes, incendiando granjas, saqueando y destruyendo; campañas de las que los cronistas musulmanes apenas cuentan unas palabras, quizá porque no consiguieron lo que pretendían: la humillación del testarudo conde
Almanzor, que había arrasado León y Barcelona, no pudo entrar jamás en Burgos. Es más, se diría que le daba miedo cabalgar por el corredor de Lara y Acinas, el lugar más propicio para empezar un saqueo del condado, pero donde García les había dado palos hasta en la babucha, así que se limita a masacrar la frontera del Duero, una y otra vez, mientras los colonos castellanos, con tesón admirable, reconstruían lo incendiado tras las campañas de verano. Y delante de sus colonos y acompañado de los infanzones que él mismo había elevado de la nada al rango noble, García se muestra tenaz y cabezota, cerrando el paso al corazón de sus tierras sin esperar la ayuda de nadie, escaso de recursos, pero sobrado de voluntad y tropas valientes.
El rey de Navarra en 982, Ramiro III en 984, Vermudo II en 985, todos firman una paz humillante mientras García Fernández parece inmune al desaliento. Y eso que para entonces ya ha perdido el trabajo de su vida: Atienza, Gormaz, Tarancueña, Sacramenia y Cuéllar. Sepúlveda soportó el primer envite con gallardía, pero a Almanzor se le llevaban los demonios de rabia, y en julio de 984 se lanzó a por ella con lo mejorcito que había en su ejército. Dos meses de asaltos diarios le costó vencer la plaza y es que el moro estará rabioso, pero a un castellano encabronado es difícil hacerlo ceder un palmo de terreno
Ese trozo de fortificación con dos balcones y una espadaña mangada encima de cualquier manera es lo que queda del castillo de Fernán González en Sepúlveda
La lucha se concentra en la línea defensiva del Duero donde nuestro conde pelea desesperadamente y la realidad es que, sin ayuda de nadie, durante un tiempo consigue frenar esas campañas relámpago que desangraban a sus colonos. Desde la caída de Sepúlveda en el 984 hasta más o menos 990, Castilla apenas sufre el azote musulmán y desde luego no al nivel de otras zonas de la Península. Calculad el esfuerzo que eso conlleva en preparación de tropas, suministros, equipamiento y planes estratégicos tan absolutamente brillantes que hicieron frenarse al mismísimo demonio encarnado. Y todo eso salía de la cabeza del conde de Castilla. Si a nosotros desde la distancia nos parece cuando menos digno de admiración ¿qué creéis que pensaban las gentes castellanas?
Adoración, devoción, reverencia, son palabras que se quedan cortas para expresar el sentimiento de los castellanos por su conde, el prestigio de García es tal que si tratásemos de medir su índice de popularidad se nos saldría la línea de la tabla. Oficialmente, nuestro protagonista sigue firmando sus documentos como
comes et dux eminentior, pero los habitantes del condado no parecen estar de acuerdo, se ve que les sabe a poco el título y lo elevan a rango de rey.
En una donación de Fronilde a Santillana en 987 el documento comienza
Imperando nuestro conde Garci Fernández pero termina
Reinando nuestro Señor Jesucristo y el conde García en Castilla.
En varias cartas del monasterio de Arlanza en 990 nos topamos con un
Reinando el príncipe Vermudo y el conde García, cada cual en su reino Según otra carta del monasterio de Cardeña
Reinando el conde Garci Fernández en Castilla, así, directamente
Y el 1 de diciembre del año 988 un vecino de Burgos decide regalar unas viñas a sus dos nietos y firma
Yo, Esteban, confirmo este acto jurando por el Señor y por el condado del glorioso señor mío el conde Garci Fernández, defensor castellensis….
El Defensor de Castilla, toma del frasco, si casi parece un súper héroe de cómic
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.