La vuelta a Asturias en sesenta palaciosPara ver fotografías
http://www.asturiaspordescubrir.com/art ... sa-puerta/La Nueva España 08.01.2014
El fotógrafo gijonés Alejandro Braña completa con un segundo volumen su inventario gráfico de las casonas rurales asturianas, "testimonios de una forma de vida"
http://www.lne.es/asturama/2014/01/02/v ... 22023.htmlMarcos Palicio
"El palacio de Doriga, en Salas, tiene un cuarto de baño enorme, con altos techos artesonados y sanitarios de porcelana con decoración recargada y estética de aire rococó. El mobiliario vino expresamente de la Exposición Universal de París en 1900 y de éstos sólo se encargaron dos en España; uno era para la Casa Real, el otro sigue en la casona señorial que fue del indiano Juan Fernández Bao en la parroquia salense de Santa Eulalia de Doriga. Hasta aquí, hasta el gran aseo del palacio entró el fotógrafo para componer el meticuloso inventario gráfico que se llama "Palacios rurales de Asturias" (Ediciones Nuevedoce), se subtitula "Interiores de un legado de blasones y linajes" y es el segundo tomo de la obra que resume en imágenes el recorrido del gijonés Alejandro Braña por las singularidades de la arquitectura civil asturiana. El objetivo del autor suma ahora las capturas de diecinueve palacios a los 42 que había abierto de par en par en el primer volumen, editado en 2012, y completa así el catálogo con unas seiscientas imágenes y el mismo espíritu de observador minucioso que alentó el arranque del trabajo.
Esta secuela es el resultado de la sorpresa del promotor ante la abundancia del material fotografiable, tan denso que se salía de un solo libro. La ruta completa serían 61 construcciones, y no son todas, profusamente resumidas en unas 1.600 fotografías. "Llama la atención que haya tantos", apunta Braña, y que sean tan diversos y algunos tan grandes y lujosos, y todos tan llenos de cosas asombrosas. El lavabo del "megabaño" de Doriga, "un auténtico delirio de ostentación" según el texto que acompaña a la foto en el libro, sólo es una de ellas. En el catálogo hay también hectáreas de jardines y pequeñas capillas y a su lado vajillas, cuadros, alfombras y colecciones de armas, habitaciones, salones y bibliotecas, relojes, lámparas, un viejo llar, un lagar de sidra, un gran salón con paredes y techo completamente cubiertos con cabezas y osamentas de ciervos... Palacios propiamente dichos y construcciones que encajarían mejor en "casona" o, directamente, "castillos". Edificios que, sabiendo mirarlos, cuentan historias. Más bien cuentan una parte de la historia de Asturias.
Tal y como lo explica Gracia Suárez Botas, historiadora y profesora de la Escuela Universitaria de Turismo de Oviedo, autora de los textos que acompañan a las fotografías, con las tapas del libro se abren las puertas de "las casas de las familias que ostentaron el poder en la región en el antiguo régimen, antes de la Edad Moderna". Y su estado de conservación, en muchos casos detenido en el tiempo, hace de la visita "un testimonio material único de una forma de vida y una organización social de carácter señorial que estuvo vigente durante muchos siglos en Asturias y que hunde sus raíces en la Reconquista".
Extramuros, la cámara se recrea en el estanque rectangular delimitado por un seto de boj esculpido al milímetro en la Casona de Argüelles, en Ribadesella, o en la silueta recia, toda cubierta de enredadera, del castillo de San Juan de Priorio, en Oviedo. Dentro, del plano general al detalle, documenta suntuosos salones y pequeños fragmentos de objetos decorativos, pormenores curiosos de ornamento y estancias cuya estética intacta invoca la ilusión de un paso atrás en el tiempo.
La cámara captura sin querer, o a propósito, la historia oculta de cada construcción. Abriendo puertas, traspasando muros, hace "grandes descubrimientos". Uno de los que fascinó el ojo del fotógrafo está en Ribadesella -"el dueño me prohibió dar la localización exacta"-, pero antes estuvo en Prado, capital de Caravia. La fachada "impecable" de la Casona de Argüelles, que hoy se refleja en el estanque de su extenso jardín, se construyó originalmente en 1691, pero no aquí, sino en Prado, explica Braña. Ocurrió, sin embargo, que los movimientos de las minas de espato flúor que atravesaban la localidad bien entrado el siglo XX amenazaban la estabilidad de la edificación y llevaron a los propietarios a trasladarla en 1968, "piedra a piedra", hasta el lugar de Ribadesella en el que se levanta hoy, en medio de una vasta propiedad ocupada por un jardín esculpido y cuidado. "Vas enlazando unas informaciones con otras y te das cuenta del patrimonio tan grande que hay en manos privadas en Asturias", sigue Braña, obligándose a regresar de nuevo a las sorpresas que le dio el palacio de Doriga. Esta vez por la curiosidad de que en su imagen exterior es un enorme palacio del siglo XVII, con el núcleo original en una torre medieval cuadrada del XIV, y por dentro tiene la decoración clásica de una casa de indianos de entre finales del XIX y principios del XX. Es así por las vicisitudes de su historia, porque "un emigrante que hizo fortuna en La Habana -el moscón Juan Fernández Bao, propietario de la marca de tabaco Romeo y Julieta- lo compró en 1890, a un noble arruinado. Fue el regalo de boda de su hija Alejandrina".
De vuelta a Caravia, dentro del palacio de González Cutre, subiendo por la enorme escalera hacia el gran salón de la planta superior, "el propietario me contaba que uno de sus antepasados era muy aficionado a montar a caballo", relata Braña, "y que cuando llovía y no podía cabalgar a la intemperie subía galopando por esta escalera hasta la sala. Los peldaños, en efecto, se veían machacados y resulta que técnicamente es posible, por la anchura y la escalinata y la altura de los techos de la estancia, imaginarse a alguien a caballo por palacio. Resulta bastante cómico". A la cámara del fotógrafo le agradó también la fachada de cuerpo central y dos torres laterales del palacio del marqués de Casa Estrada, en Martimporra (Bimenes), y los interiores "bien conservados" del de Faes, en Coviella (Parres), o el jardín de estilo inglés de Priorio, con esa impresión de "estar de pronto en algún lugar de la campiña". También se dolió del abandono de la Casa de los Pola, en Luanco, excepción urbana en medio de estos "Palacios rurales de Asturias", situado en mitad de la capital gozoniega, urbano como el palacio de Moutas, que también figura en el catálogo de este segundo volumen y emerge en pleno centro de Pravia, pero el luanquín seriamente deteriorado, acaso el único de este inventario que no luce en perfecto estado de revista. A pesar de ello, tenía que estar, matiza Braña, con su monumentalidad y sus cincuenta habitaciones, por su condición de referencia ineludible de la arquitectura civil asturiana y en representación de un linaje más antiguo que la propia casa, de una familia que ya proveía de madera a la Armada Española en los tiempos de la "Invencible" de Felipe II.
El relativo abandono y la falta de uso corriente pueden ser, sin embargo, dos aliados en la labor recopiladora de los autores. De hecho, la estructura bien conservada del palacio luanquín le sirve a Gracia Suárez Botas como ejemplo para ilustrar cuánto cuentan estos edificios singulares acerca de la historia colectiva de la región. Éstos eran más que casas "centros de producción" y eso se revela en la planta baja de la Casa de los Pola, en el zaguán empedrado desde el que aún es posible imaginar cómo se distribuía el espacio hacia "la bodega, el almacén para el grano, el lagar... Todas esas dependencias relacionadas con la propiedad agraria en el antiguo régimen". Arriba, en la primera planta estaba la casa del señor, y sin abandonar la parcela era necesaria la capilla, esa estancia que articulaba la unión de los campesinos con el señor en aquella sociedad tan religiosa". Y la "sala del estrado", donde "se hacía política" y pervive un acceso "secreto" para salir sin ser visto, o la habitación separada donde se reunían solamente las mujeres, porque la historia que se cuenta aquí es también "la de las mentalidades".