Este conde García Ferrandes, de que vos fablamos, era grant caballero et cuerdo et muy apuesto, et avie las más fermosas manos que nunca fallamos que otro omme ovo…
Así comienza la Crónica General el relato de la condesa traidora, relato que ninguna fuente fiable corrobora así que la historiografía en general lo considera más falso que un euro de chocolate. Sin embargo una cosa es cierta, de la misma manera que Almanzor maquinaba contra el conde y destilaba adulación en la oreja de su hijo bien pudo hacer lo mismo con la esposa de su enemigo, después de todo crear la discordia en la familia condal sólo redundaría en su beneficio. El problema es que, después de toda una vida de leer este tipo de fórmulas en los documentos castellanos
"Reinando en Castilla el conde García y la condesa Ava", de repente a partir del año 988 la firma de la condesa desaparece. Ava de Ribagorza no vuelve a ser mencionada en ningún documento castellano, es como si se la hubiese tragado la tierra. ¿Murió?
Es bastante probable, de no mediar la famosa leyenda es lo que cualquier historiador daría por hecho. El problema es que varias crónicas y romances reflejan la historia de la traición, cada uno a su
modo y con matices distintos, y como se ha demostrado que muchas de estas historias tienen parte de verdad, algunos han empezado a admitir que quizá la condesa estaba viva pero que había decidido apoyar la facción de su hijo contra su marido, con el que ya no mantenía relaciones cordiales, y por eso ya no firma con él como señora del condado.
En fin, lo que la historia dice, en su versión más simple y primitiva de mediados del siglo XII, es que fascinada por la gloria del rey moro de Córdoba la condesa Ava de Castilla sueña con casarse con él, por lo que decide deshacerse de su marido. Para estar preparado para batallar contra el musulmán García siempre mantenía su caballo en un establo cercano a su propia habitación y la condesa de vez en cuando tomaba cuidado del animal para que su marido descansase. Aprovechando esta circunstancia la dama comenzó a alimentar al corcel con salvado en vez de cebada, manteniéndolo en apariencia gordo y reluciente. Cuando García tuvo que salir de campaña, el animal se desplomó falto de fuerzas, dando ocasión a que el conde fuese herido de muerte y apresado.
Hay varias versiones de la historia, todas muy posteriores, en las que luego Ava trata de envenenar a su hijo para casarse con el cordobés, etc. En cualquier caso, las culpas se cargan “sospechosamente” en las espaldas de la dama, mientras que Sancho, el hijo rebelde y verdadero traidor según todos los indicios, sale bastante airoso.
Y es que adelantando el futuro os diré que Sancho García de Castilla no será para nada un mal conde y su pueblo estará bastante contento con él en general, supo hacer olvidar su traición con un gobierno acertado, pero a la vez él mismo tratará de… mmm… silenciar su rebelión y el desacuerdo con su padre, que le obligó a estar sometido durante cinco años al dictador musulmán pagándole un tributo. Como ya os he dicho, los trovadores cantarán la heroica gesta del conde García y el pueblo castellano lo admirará con sincera devoción, de forma que para Sancho se convirtió en un problema de imagen que la gente recordara sus maquinaciones con el cordobés y su descarada oposición al padre de impoluta fama y amada memoria. Y de esa manera, para hacer olvidar su pasado disidente, sólo se le ocurrió echarle la culpa a “la extranjera”. La condesa Ava, que de un lado era francesa por ser su bisabuelo el conde de Toulouse, y por otro descendiente de los señores de Huesca que habían emparentado con nobles familias moras que controlaban el valle del Ebro. No es extraño así que la mujer se sintiese inclinada a la paz con los musulmanes, ni que se viese tentada por el lujo ofrecido por Almanzor, una mujer incapaz de comprender el alma castellana hecha a la guerra y a la vida dura, probablemente ella misma predispuso al hijo contra el padre….
En medio de los sufrimientos de la guerra, la actitud “pacifista” de Sancho encontró el aplauso de muchos infanzones pero, una vez pasada la presión de los moros contra la frontera, los que otrora lo animaban empezaron a verlo como un traidor a los ideales que defendió con su vida su progenitor, el más perfecto y honorable de los condes que Castilla había tenido. Los trovadores perdonaron a Sancho sus turbios comienzos en consideración a sus posteriores glorias como gobernante pero en alguien tenían que volcar su indignación, mientras que Sancho tenía que buscar un chivo expiatorio para limpiar su empañada imagen, y señaló a su “odiosa” madre como causante de las desgracias de Castilla.
No si... al final conseguiré que odiéis a Sancho con pasión
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.