Nos cuentan los
Anales de Aragón que en febrero de 1427 se constituye o se oficializa a iniciativa del adelantado Manrique, representante de don Enrique, la confederación o liga por la que
se habían de seguir grandes e innumerables bienes, pues por el deudo que los reyes –don Alfonso de Aragón y don Juan de Navarra-
e infantes –don Enrique y don Pedro-
tenían con el rey de Castilla, habían de procurar su honra y servicio. Todo muy bonito pero, ¿en qué se traducía todo? ¿Cuál era la causa que se perseguía? Oficialmente no era otra cosa que conseguir las reparaciones del maestre de Santiago y su esposa; pero la clave verdadera, y en la que todos hemos pensado, la apunta mi querido Gonzalo Chacón, que sí, que es muy parcial, pero en este punto seguramente no vaya mal encaminado:
non debian consentir nin dar lugar á la grand privanza é cercania que el Condestable Don Alvaro de Luna tenia con el Rey (…)
é facer apartar del Rey é de la su corte. O sea, que estamos ante
la cobdicia del mandar é la envidia que avia de aquellos que veía mas cerca del Rey, le cegaba assi el entendimiento hablando del infante don Enrique, a pesar, como recuerda el propia cronista, que fue precisamente don Álvaro el que mitigó mucho la dureza del castigo del rey para con él, para lamento del propio Chacón.
É fueron aquestos de un acuerdo contra el Condestable assi por las razones que avemos dicho, como porque veian que el Condestable non queria condescender á las grandes demandas, assi de villas é tierras, como aún de cibdades, que á el Rey de cada dia facian en grand diminucion de la corona Real, assi el Rey de Navarra con el Infante su hermano. Jo, jo, claro como el agua… Luna era el tapón a las exigencias de una grandeza muy apetitosa que parecía no tener escrúpulos en menoscabo de la propia Corona.
Antes que en quanto pudo siempre defendió todas las cosas que pertenescian á la corona Real mas que otro alguno tanto que por las defender é amparar é aconsejar al Rey acerca dello lealmente puso muchas veces su vida é bienes en aventura. ¡Qué bonito lo pinta el cronista!
love. Y junto a esto, claro está, el poder político. Un poder cuasi monopolizado por la
privanza del Condestable junto a una serie de hombres
hechuras suyas que en su mayoría eran de segunda línea. Todo esto, en resumen, o sea la lucha por el poder, era lo que estaba enturbiando el ambiente de Castilla y todo bajo el pretexto de la dote de la infanta Catalina y la reparación de su esposo.
Pero, ¿cómo alcanzarían sus objetivos? ¿De qué manera? Probablemente, a juzgar por los hechos que vamos a ir viendo, ni ellos mismos lo sabían y todo transcurriría en función de los acontecimientos. Lo único que sacaron en claro en la liga era que había que ganarse a la grandeza, atraerlos e identificarlos con la causa del partido. Principalmente se invitaba a los afines o enemigos declarados de don Álvaro como Sandoval, conde de Castro; Fadrique de Trastámara, tío de los infantes; el propio Manrique, adelantado de Castilla; Juan de Velasco, camarero mayor del rey; y los maestres de Alcántara y Calatrava. La táctica parecía ser esa, ganar voluntades hasta acorralar al monarca y a su amigo. La fuerza cabría descartarla en un primer momento puesto que el fracaso de Tordesillas siete años atrás hacía que muchos desistieran de organizar algo similar, como tampoco podemos olvidar las dificultades por las que atravesaba el rey de Aragón, alma máter de la liga, en ese momento con una crisis económica muy fuerte en Cataluña y con las empresas italianas.
Don Juan, rey de Navarra, infante de Aragón y Castilla.Mientras tanto, ninguno de los bandos se atrevía a tomar la iniciativa para encontrar una solución a una situación de dudas y desconfianzas. La corte, por su parte, volvía a Toro. Manrique, junto al rey y al condestable como negociador de don Enrique, apremiaba al rey de Navarra a que regresara a la corte tras dos meses de ausencia y se uniera a él para hacer fuerza frente a Luna en la participación de los negocios. Pero el navarro rehusaba y se trasladaba a la villa vallisoletana de Mayorga, señorío suyo, a la caza. Cuando se decide a viajar a Toro se desata otro brote de peste y la corte se asienta en la aldea de Tagarabuena, asentándose el rey navarro por su parte en otra aldea de la jurisdicción de Toro. Así estuvieron un tiempo atendiendo consejos en la distancia, pero como lo de Toro se alargaba y las aldeas no eran lugares para corte acordaron aposentarse y verse en Villaralbo, villa más digna de la mujer de Velasco, aunque no debían mostrarse muy decididos Luna y Navarra que al final el primero fue a Fuentesaúco con la reina, al sur, y el segundo Urueña primero y a San Pedro de Latarce, al norte, después. En Villaralbo –o Villalpando, no sabemos- acordaron reunirse tras la fiesta de Pentecostés.
Tantas eran ya las sospechas, que los unos de los otros no se confiaban, é apenas se hallaba lugar donde el Rey estuviese que los de su Corte lo hubiesen por seguro: y el Rey era enformado que el Rey de Navarra hacia ligas é juramentos por sí é por el Rey de Aragon é por el Infante Don Enrique sus hermanos con algunos Grandes del Reyno é que estas ligas se hacian contra el Condestable Don Alvaro de Luna… é por esto el Rey dudaba de entrar en lugar donde se pudiese cometer cosa alguna contra el Condestable ó contra los otros de quien él fiaba é asimesmo el Rey de Navarra tenia dubda que pues el Rey estaba así enformado que podia ser que contra él é contra los suyos se cometiese alguna cosa de que podiese rescebir daño.” Muy esclarecedora la crónica de don Juan II.
El caso es que el condestable con el rey se instaló en Zamora tanto tiempo que el plazo para verse en Villalpando se pasaba y no acudía a la villa de la cita, recuerden que señorío de Velasco, enfangado en las confabulaciones. Lo que se parece apuntar es que hubo negociaciones y tratos en secreto entre Luna y Navarra que, ya fuera por uno o por otro, no llegaron a materializarse, sin que se sepan certeramente los motivos. Como el rey, léase Luna, seguía en su negativa de acudir a Villalpando pretextando la peste, no le quedó más remedio a don Juan de Navarra que acudir junto a los suyos a Zamora y, fíjense hasta dónde llegaba la desconfianza, se hizo
armar de guerra que en cuanto lo supo el de Cañete hizo lo mismo. Así estuvieron dos meses en Zamora sin que se juntasen en Consejos más que en el campo por evitar un enfrentamiento armado, instando el rey a su primo que se desarmarse y no queriendo éste por su parte hacerlo hasta que Luna hiciera lo propio.
Zamora.La situación cambia de rumbo debido una vez más a la impulsividad del maestre de Santiago. Con la excusa de acelerar el rumbo de sus negocios, alargados por culpa de los que con el rey estaban según él, sale de Ocaña y decide poner pie en Zamora. Eso sí, don Enrique se hará acompañar de varios caballeros y de los maestres de Alcántara y Calatrava, o sea un acompañamiento de armas más abultado de lo normal. Esto cabrea y mucho al re… Luna. Se mandan avisos y advertencias para que no salga de Ocaña o se dé media vuelta, e incluso manda una embajada encabezada por Diego de Estúñiga mas todo es en vano, conocemos de sobra la terquedad del infante. Conocido que este había pasado los puertos, la corte se movió de Zamora a Valladolid adonde también fue el rey de Navarra desde Medina del Campo con la supuesta intención de detener a su hermano que finalmente se estableció con su gente en Tudela del Duero, a tres leguas de Valladolid. Y los hermanos se vieron y lejos de acordar la vuelta pidió el rey de Navarra licencia al rey para que su hermano entrara en Valladolid, o sea que hubo acuerdo pero en otra dirección… Por lo que nos hace sospechar que la iniciativa de salir de Ocaña estuviera ya pactada de antemano. La licencia se consiguió tras mucho y mucho insistir por el rey navarro, no fue fácil, pero en agosto de 1427 infantes y maestres hacían entrada en Valladolid aposentándose en el monasterio de San Pablo después de que el rey les negara posada. Pero como la situación podría ser bastante incómoda cuando no tensa al compartir ambas cortes la ciudad, decidieron rey y condestable poner tierra de por medio y refugiarse en el castillo de Simancas. Junto a ellos permanecieron el arzobispo de Toledo, el viejo almirante Enríquez, el conde de Benavente, el contador Alonso de Robles, el señor de Oropesa o los doctores Periáñez y Rodríguez. A Valladolid fueron llegando en adhesión al partido aragonés de los infantes “haciéndoles mucha fiesta” muchos caballeros como el fidelísimo conde de Castro, el obispo de Palencia, el camarero Pedro de Velasco, Íñigo López de Mendoza o Fernán Álvarez de Toledo entre muchos otros además de Manrique o las órdenes militares. Nada bueno se esperaba en Simancas de tamaña reunión y pronto supieron que todos los consejos habidos entre los
díscolos no eran para otra cosa sino para derribar a don Álvaro de Luna y apartarlo del rey. No hicieron falta conjeturas, ellos mismo hiciéronlo saber:
quanto deservicio recebia en dar lugar á quel Condestable absolutamente rigiese é governase estos Reynos lo qual era en gran detrimento é mengua de su persona real y en daño é perdimiento de sus Reynos.Castillo de Simancas, Valladolid.Pero, ¿qué pensaba mientras tanto don Álvaro de Luna? La crónica del rey nos dice que esta rebelión contra la propia Corona enfureció mucho a ambos, al rey y al propio condestable como es natural. Pero la crónica de Chacón matiza:
E el Condestable Don Alvaro de Luna veyendo zelo é envidia con que el Infante, é el Rey de Navarra, los que con ellos eran en Valladolid, se movian por lo apartar del Rey, bien quisiera ser apartado de aquellas cosas darles buen lugar en la corte é casa del Rey, á los que tanto lo procuraban, é estar en paz en sus tierras. Mas de la parte veia que si él se apartaba del Rey, é de la su corte, quanto desservicio se le seguiría, é á los sus Regnos quánto escandalo; porque aquellos non se movian con ninguno buen respecto á lo que demandaban, nin con buen zelo de servicio del Rey, nin pro de los sus Regnos. Assi que estaba el Condestable en pensamiento é cuidado de cómo faria, como aquel que amaba á su Rey muy de corazón. ¿Lealtad a rey y amigo por encima de su interés personal? Me encanta aunque sea invención del cronista. –Otra vez el paralelismo con Carlos IV-Godoy, en las malas son más piña aún-. Pero lo que está claro, por si no le queremos dar credibilidad al amigo del condestable, es que el de Luna veía que el bando levantisco carecía de programa político más allá de su propia persona, como verdadero medio de acercarse a la Corona y ponerla al servicio de sus intereses. Por todo ello Castilla estaba de nuevo al borde de la guerra civil y ello debió pesar sin duda en su ánimo. ¿Valía la pena una guerra por un hombre? ¿Pero es que no estaba acaso el honor de la Corona por medio? Sea como fuere, en Simancas no daban con la tecla de la solución y el propio Consejo del rey se hallaba dividido. A Luna, sin margen de maniobra, no le quedaba más remedio entonces que plegarse a sus enemigos. Es entonces cuando el mismo rey, muy desorientado quizá, sorprende y concede a su amigo los castillos fronterizos de Priego, Alcalá la Real y Locubín así como la Alcaldía mayor de los cristianos de los obispados de Córdoba y Jaén. ¿En qué se traduce todo esto? Creemos que el mensaje de don Juan II es bastante explícito ya que por un lado deja clara la absoluta confianza que le sigue inspirándole su amigo dándole más rentas y castillos, pero por otro lado parece decir que está dispuesto a negociar y si es necesario accederá a la marcha de su consejero hasta la misma frontera, la zona rica y de posibilidades en aquellos años, y por supuesto la más segura frente a sus enemigos.
En medio de este embrollo, el rey, buscando el consejo de gente imparcial, cae en manos de fray Francisco de Soria,
que era un devoto religioso, é de vida mucho honesta é aprobada. Y este Soria, una vez manifestado la división y descontento habidos en grandes y ciudades, propuso que se designasen a una serie de personas entendidas que en nombre del reino adoptara una solución que trajera paz al reino y fuese cumplida por todos. Concretábase que debía constituirse una comisión formada por cuatro miembros, dos de cada parte, que elegidos por el rey fueron: Manrique y Guzmán, el maestre de Alcántara, por los infantes y el almirante Enríquez y el contador Robles por Luna. Los doctores Periáñez y Rodríguez, en los que el rey ponía mucha confianza, aplaudieron aquella medida y el condestable, no sin razón, dudaba, pero la balanza se inclinó del lado de los doctores. Hemos de pensar que dejar aquel asunto en manos de una comisión
imparcial era todo un golpe a la autoridad de la propia Corona, de la que don Álvaro dependía para salir lo mejor posible de aquella situación, dejando todo en la decisión de cuatro vasallos, y ahí contaba con el rechazo mismo de los procuradores. Por otra parte, en teoría lo que debía salir de aquella comisión era un empate al estar dos contra dos y dejando el desempate en el mismo fraile, hombre justo y de imparcialidad probada sobre el papel. Pero, ¿qué garantías tenía de la fidelidad de Enríquez y Robles, este último
hechura suya, en un mundo cortesano de intrigas y traiciones? Más aún, cuando Chacón apunta a que el condestable fue avisado por gente de su casa de posibles traiciones, por lo que entendemos aún más sus suspicacias. No obstante, así quedó establecido y mandó el rey que todos, grandes, procuradores y él mismo jurasen acatamiento, lo que nos da tamaña idea la desconfianza existente aquellos días.
Los cuatro comisarios se reunieron en Puente del Duero, cerca de Valladolid el 29 de agosto de 1427. Mas de allí no salió acuerdo ninguno. En vistas de ello se determinó que se encerrasen en el monasterio de San Benito de Valladolid con un plazo de diez días para dictar sentencia. Al día siguiente por presión del bando de los infantes se toma como medida cautelar la separación de don Juan y de don Álvaro, marchando el primero con los hombres de su casa a Cigales y permaneciendo el condestable en Simancas con los suyos con mucho enfado de ambos, claro está, mas lo acataron por evitar males mayores. Los debates siguieron su curso pero sin llegar el acuerdo y fue entonces cuando los comisarios reclamaron al prior de San Benito para que interviniera en el negocio, y aunque en un principio rehusó no tuvo más remedio que aceptar a regañadientes por la insistencia de los comisarios, sobre todo del contador Robles. Entonces,
los quatro Jueces y el Prior con ellos, é todos en uno el Prior siguiendo á ellos pronunciaron quel Condestable Don Álvaro de Luna partiese de Simáncas dentro de tres dias sin ver al Rey é se fuese á su tierra, é que por año é medio contino no viniese ni entrase en la Corte ni quince leguas alrededor: é asimesmo partiesen é no veniesen á la Corte aquellos que él tenia é habia puesto en la cámara del Rey.Esta fue la sentencia adoptada a 4 de septiembre de 1427. ¿Cómo se llegó hasta que aquella sentencia que significaba un triunfo absoluto del partido aragonés? ¿Fue la intervención del prior lo que inclinó la balanza? ¿O es que acaso hubo consenso? ¿Traicionaron entonces ambos al condestable de Castilla? ¿Fue suficiente con convencer al anciano y virtuoso almirante que sacrificaría cualquier cosa en aras de la paz del reino? ¿O fue el mismo contador Alonso de Robles el que por ambición traicionó a su valedor? Lo que es seguro es que traición hubo, o por lo menos así debieron verlo el mismo Luna y su rey. Nada sabemos a ciencia cierta puesto que los debates y sus votos fueron secretos. Pero la historiografía ha culpado de ello a Fernán Alonso de Robles, aquel que entró en el Consejo real por mano del propio condestable. De él decía el cronista Pérez de Guzmán que era
bien razonado, de gran engeño, pero inclinado a esperanza e maliçia más que a nobleza nin dulzura de condiçión… fue muy osado e presuntuoso a mandar, que es propio viçio de los baxos omnes quando alcanzan estado que non se saben tener dentro de límites e términos. Con esta semblanza, de un autor que también se despachó a gusto contra el condestable, pueden entenderse las razones que hacen sospechar a la historiografía e incluso a los mismos contemporáneos, y es que fruto de su ambición pudo ver en la caída de su valedor un vacío en el poder a rellenar por él, el hombre más cercano al condestable. E incluso hay quien afirma que existió una conspiración entre los doctores y él con el rey Juan de Navarra previo al juicio… Si así fuese, demostró tener poca visión, puesto que aquella sentencia le hacía como poco sospechoso de traición, no ya ante el desterrado, sino ante al rey que es lo importante.
Mas no crea que todo quedó aquí. El mismo de la sentencia, a las tres de la mañana, se presenta en Cigales, donde el rey dormía, el rey de Navarra acompañado de su fiel conde de Castro, de Velasco, Mendoza, Álvarez de Toledo, el obispo de Palencia y otros tantos caballeros con ochocientas lanzas. ¡Todo ese despliegue para pedir al rey, sacándolo de la cama, que cumpliese y respetase la sentencia! ¿Es que no habían tenido bastante que tienen que volver a humillarlo? ¿A cuento de qué esa demostración de fuerza? Imagínense el estado emocional de aquel rey: le obligan a separarse de su amigo, de su hombre de confianza, humillando y socavando su autoridad como rey, ve que se le deja en manos de traidores, de unos primos más que ambiciosos y de una grandeza que consentirá todo con tal de conseguir sus fines. Debió sentirse solo, angustiado, desanimado, dolorido… Con todas estas experiencias puede entenderse el desapego que sentía aquel hombre por los negocios del reino, ¿cómo iba a tener ganas cuando en ellos veía a lo peor de los hombres?
Castillo-palacio del conde de Benavente en Cigales, hoy en ruinas.Don Álvaro cumplió y el 6 de septiembre salía de Simancas. ¿Enfadado? ¿Entristecido? ¿Humillado? ¿Herido en su orgullo? ¿Decepcionado? ¿Atemorizado por su porvenir, por el del amigo que dejaba atrás o porque este se olvidara de él? ¿Esperanzado, tal vez? ¿Qué pasaba por su cabeza en el camino de Ayllón, señorío suyo? No sabemos, pero lo cierto es que su marcha no pareció la de un derrotado
Grand gente fué la que salió de la corte con el Condestable; ca todos los mas de los caballeros mancebos de la corte vivian con él é aún los que non vivian en la su casa le suplicaron que los levase en su compañía, que pues él se partia de la corte, ellos non querian seguir otra corte si non su casa é persona. Sorprendente. Y entre ellos gente importante como los señores de Oropesa y Almazán o doscientos hombres de armas bien pertrechados, amén del doncel García Venegas, hijo del señor de Luque, con gran ascendencia sobre el rey por miedo, según las malas lenguas, de que este pudiera ocupar el vacío que él dejaba. Vamos, que parecía que se marchaba la corte y no solamente Álvaro de Luna. Y sin hablar de los agasajos que recibía allí donde pasaba. Ya en Ayllón, y numerosamente acompañado, se dedicó a correr montes, a la caza, a grandes fiestas, a dar consejos a los muchos que iban a verle… No parecía aquello el lugar de un hombre acabado.
Mientras tanto en la corte el rey don Juan recibía a su primo don Enrique, sumiso y en busca de perdón, afectuosamente –dentro de la situación- o por lo menos con mejores tratos que al rey de Navarra y a Sandoval, conde de Castro, a los que hacía culpables de la situación del condestable. Y cumplió su juramento el rey. Despachó a todos los familiares y
hechuras de Luna salvo a dos, Juan de Silva y Pedro de Acuña, de los que no consintió separarse aunque fueran parientes del condestable, antes que eso los consideraba hombres suyos.
La corte se movió de Cigales a Valladolid, y de Valladolid a Tudela pasando más de un mes. Durante este tiempo tuvo tratos y hablas con muchos caballeros como nunca antes había pasado. Mas todos quedaron decepcionados al ver que la estimación al de Luna crecía con su ausencia, con el que se escribía prácticamente a diario.
En Valladolid se quedó Alonso de Robles pretextando enfermedad. La nueva posición del contador real no era para nada la prevista por él. Tan pronto como se firmó la sentencia y don Álvaro de Luna marchó de Simancas, todos los grandes, de uno y otro bando, con el rey de Navarra a la cabeza, le dieron la espalda y acordaron acabar políticamente con un personaje como aquél, de malos tratos y maneras, traidor y
hechura de Luna. Así que, habiendo hecho su gran servicio de acabar con el condestable ya nada pintaba en la corte un personaje como aquel, ya no le servía para nada a aquella nobleza un hombre que no dudaba en indisponer a unos contra otros y traicionar a los de su confianza. El rey de Navarra, con toda la granza a excepción de Velasco –amigo del susodicho-, lo denunciaron al monarca:
Fernan Alonso de Róbres habia tenido mucho tienpo habia é aun entonce tenia tales maneras por donde los Grandes de sus Reynos estuviesen devisos en grandes contrariedades, que se habia seguido al Rey mucho deservicio, é sus Reynos grandes daños, é que aun no dexaba de lo continuar, é que no habia tres dias que habia comenzado entrellos cosas tales, que fuera creido se pudiera seguir al Rey gran deservicio… Probablemente el rey entendió la jugada a la primera, pero aceptó sin rechistar cuantas razones le dieron. Y es que, más que en ninguno, puso el rey don Juan todo su enojo en aquél hombre al consideraba culpable mayor de la traición. Ante aquella oportunidad no dudó de prenderlo y enviarlo al alcázar de Segovia en calidad de preso. No sabemos si las acusaciones de la grandeza eran ciertas o no, pero que una vez
hecho el servicio lo liquidaron y Robles calló víctima de su propia ambición. El rey así se lo hacía saber a su amigo:
Mi buen compadre: no placerá a Dios que quien a vos vendió no sea vendido.
No terminó de irse aún la sombra del condestable. Los infantes de Aragón convencieron al monarca para que despidiese a los procuradores que con él estaban con la excusa de lo costoso del mantenimiento. Estos, sospechando de que los querían despachar para no interponerse en la dote de la infanta Catalina, denunciaron que el rey de Navarra y el conde de Castro estaban en tratos con Luna para su vuelta a la corte a espaldas de la grandeza con el objeto de malquistar el ambiente entre ellos, y en parte consiguieron el objetivo al enrarecer el ambiente, mas fueron despedidos igualmente. Luego la corte se movió a Segovia para pasar las próximas navidades junto a la reina y al príncipe y a los que se unirá la infanta Catalina con gran alegría del rey, después de mucho tiempo la familia real pasaba junta unas fiestas.