Y así Rómulo y Tacio reinaron juntos sobre los romano-sabinos (Tacio tuvo la gentileza de morirse pronto así que no hubo más líos) ¿Qué se oculta bajo esta historia? Quizá una versión orgullosa y patriota de lo que en realidad fue una conquista de Roma por parte de los sabinos. O quizá se mezclaron de verdad voluntariamente y lo del rapto fuese parte del ritual de matrimonio. Quizá los etruscos estaban presionando fuerte y era mejor juntar fuerzas, y esposas, para enfrentarse a lo que se les venía encima.
La realidad es que en Roma, o en la zona donde se asienta la ciudad, ya había gente viviendo desde el paleolítico. En la época llamada preurbana, entre el 800 y el 575 a.C., los pocos habitantes estaban dispersos por la cima de unas pocas colinas y se dedicaban sobre todo al pastoreo. Vivían aferrados a sus tradiciones hasta que comprendieron que el acercamiento mutuo iba en su beneficio, sobre todo contra enemigos de la talla de los etruscos, así que a partir de los siglos III y IV a.C., la arqueología demuestra que empezaron a poblarse los valles intermedios y que la industria artesana comienza tímidamente a prosperar. La consecuencia más importante de ese crecimiento económico es la aparición de diferentes clases sociales en función de su fortuna, las chozas de barro se transforman en casas y se comienza a organizar una ciudad mediante la suma de varias aldeas en torno al Foro.
Es en este punto donde podemos situar la leyenda del rapto de las sabinas. Por lo que indica la arqueología, además del estudio de las fiestas religiosas más antiguas que pervivieron en Roma, las colinas del Tíber estaban pobladas alternativamente de latinos y sabinos. Las tribus latinas decidieron unirse en una liga religiosa, el
Septimontium, con una fiesta que cada grupo celebraba por su cuenta en su propia aldea pero que hacían el mismo día. Más adelante se les sumó a la idea la colina del Quirinal-Viminal, cuyos habitantes eran sabinos, pasando a celebrar la juerga todos juntos en amor y compaña en la zona del Foro. De esa unión nace la urbe dividida en cuatro distritos,
urbs quattuor regionum, y
voilà, tenemos una Roma.
La organización político-social de esta primitiva urbe es gentilicia, o sea, que los elementos básicos son la
gens y la familia. La
gens podría definirse como un conjunto de familias que descendían o creían descender de un antepasado común vinculadas por un parentesco más o menos lejano, que tenían sus divinidades, sus costumbres y su territorio. En realidad, es un vínculo más de tipo étnico que de sangre. El interés económico es común a toda la
gens, determinado por la permanencia en un mismo territorio que la
gens cultiva en común: es el
pagus o aldea, dentro de la cual cada familia tenía su
domus o choza. Cada
gens tuvo un jefe que mandaba sobre los demás miembros, y el cual gobierna la familia tanto en el orden político-social como en el religioso. Las familias son organismos más reducidos, pero de naturaleza semejante en su organización, con un paterfamilias al frente no sólo de su mujer e hijos, sino de sus esclavos, sus clientes (una categoría inferior de hombres libres pero que tiene una serie de obligaciones con el jefe o
patronus, éste ofrece defensa o asistencia a su cliente a cambio de obediencia y la prestación de algunos trabajos), sus prisioneros de guerra, familiares adoptados, los hijos de todos ellos, etc.
Los
pagus se dedican a ganadería y pastoreo, también a la explotación de los bosques, pero la agricultura tiene escasa entidad en esta zona de marismas, al menos hasta que aprendieron de los etruscos cómo desecarlas. La propiedad de rebaños parece de índole colectiva, es decir, los animales pertenecen a la
gens y todo el grupo los vigila y se lleva su parte proporcional. Por supuesto todo esto cambió por influencia de sus vecinos del norte. Una vez que los etruscos abrieron una vía de comunicación hacia la Campania, que pasaba necesariamente por cruzar el Tíber en la famosa isla frente al Palatino, los romanos comenzaron a considerar el beneficio de tener cada uno sus animales en propiedad individual, además de aparecer trabajos de metal y cerámica más avanzados. Las tumbas comienzan a mostrar diferencias en sus ajuares, unos más ricos que otros, cuando antes todo el clan se enterraba en el mismo sitio y de igual
modo. La población aumenta y se desparrama entre colinas, la actividad económica es floreciente, algunos se las dan de finos y cultos porque compran imitaciones de cerámica griega, el trabajo se divide y cada uno se dedica a un ámbito económico, comenzando no sólo un escalonamiento social sino una unión por gremios y es entonces cuando la organización tan claramente ordenada entre
gens y familia sufre un descalabro. Resulta que ahora hay gente nueva que no tenemos donde colocar, inmigrantes que vienen a trabajar de otras ciudades latinas, huérfanos, esclavos liberados que se quedan sin patrón por la muerte de éste. Familias e individuos aislados que no son parte de ninguna
gens, no son clientes tampoco, son plebe.
La leyenda dice que fue Rómulo el que dividió a la población entre patricios y plebeyos, sabrá Júpiter qué criterios siguió para poner a cada uno en su lugar, pero en realidad la cosa se salió de madre en cuanto Roma creció y se convirtió en ciudad (más bien un pueblucho prometedor, para ciudad como tal aún falta un poco), como hemos visto por intervención, indirecta en principio, ya veremos luego, de los etruscos. Digamos que las antiguas
gens y familias, celosas de sus orígenes y sus riquezas, tratan de acaparar los poderes públicos para mantener sus privilegios. Cada vez se cierran más en sí mismas para protegerse de la masa ingente que no es nada, sólo un número, una multitud sin derechos por encontrarse fuera del marco que el derecho gentilicio contempla. Esa plebe romana, que se desarrollará como una fuerte clase social debido a su número, significará un gran apoyo para los futuros reyes etruscos, a quienes verían como una forma de frenar los intereses de los jefes de las grandes familias. Por tanto, es el rey el primer interesado en reforzar a la plebe que es su único apoyo (igual que en la Edad Media, nada nuevo bajo el sol) Llegará un momento en que la nobleza gentilicia se libre del yugo de los monarcas etruscos, pero para entonces la plebe es un hecho que no pueden obviar y que tendrán que integrar en el cuerpo político de la ciudad con plenitud de derechos. Eso sí, para conseguir eso la plebe tuvo que dar mucho la tabarra a los patricios que se resistían.