El derecho de Enrique a sus títulos pronto fue cuestionado. En septiembre de 1400 Owain Glyn Dwr, señor de Glyndyfrdwy
(y eso cómo se pronuncia?!?!?) en el norte de Gales, se declaró príncipe de ídem e instigó una rebelión durante 9 años.
El susodicho de nombre impronunciable en el Cardiff City Hall. Wikipedia.
El Gales medieval era un país dividido en dos. Los normandos habían conquistado el sur allá por el siglo XII, pero las tácticas de caballería nos les fueron bien en el montañoso norte. Así pues, esta parte siguió viviendo en relativa independencia con sus distintivas costumbres celtas hasta el siglo XIII. La conquista de Eduardo I del norte de Gales fue despiadada, los nativos fueron expulsados, se construyeron castillos y nuevas ciudades, y todos los cargos públicos quedaron en manos inglesas.
La Revuelta de Owain se convirtió en una revelión nacional que explotaba el sentimiento anti-inglés, con un momento álgido en 1403, cuando la familia más importante del norte de Gales, los Percy, se unieron a los disturbios. Los Percy eran muy amiguitos de Enrique IV así que supuso un mazazo tenerlos en contra: Henry Percy era conde de Northumberland y condestable de Inglaterra; su hijo, Harry "Hotspur" (Espuela Ardiente), era comandante y justicia de Gales; y el hermano de Henry, Thomas Percy, conde de Worcester, fue almirante de Inglaterra, camarero de la casa real, lugarteniente del rey en Gales y gobernador de la casa del príncipe. Gente sin importancia que pasaba por allí vamos...
El hogar de los Percy, Warkworth Castle, de Wikipedia.
Este formidable trío, junto al galés de nombre impronunciable, querían derrocar a Enrique IV y sustituirlo por Eduard Mortimer, conde de March, de 12 años, y que tenía más derecho al trono según ellos al descender de un hijo mayor de Eduardo III. Igual os estoy liando con tanto nombrecito pero es que estas historias me apasionan
Espuela Ardiente estaba casado con elisabeth Mortimer, la hermana del conde niño aspirante al trono, y de la hija de este matrimonio desciende Jane Seymour, una de las esposas de Enrique VIII.
Bueno, todo esto viene a que esta alianza entre nobles sublevados le da al príncipe Enrique su primera experiencia en una batalla campal a escala real. Unos 4.000 rebeldes con Espuela Ardiente a la cabeza (le llamaban así por su naturaleza impulsiva, a ver qué os pensabais) toman una posición defensiva en un alto a 5 km de Shrewsbury; el príncipe, en cambio, tenía 5.000 hombres. Ambos ejércitos se encuentran el 21 de julio de 1403, comenzando con una descarga de arqueros galeses de Chesire y, como los 300 espartanos, "las flechas eran tantas que el sol perdió su brillo" mientras los ingleses caían como moscas. Una flecha alcanza al príncipe de 16 años de lleno en la cara, pero se niega a retirarse, es más, lidera un combate cuerpo a cuerpo en el que Espuela Ardiente muere y el conde de Worcester es hecho prisionero (llevo un rato pensando de qué me suena el nombrecito del conde y acabo de dar con ello, de la salsa inglesa
)
Enrique sobrevive a su primera batalla importante pero ahora hay que extraerle la flecha que llevaba en el lado izquierdo de su nariz. La punta estaba clavada unos 15 cm en el hueso del cráneo
suena horrible. John Bradmore, el cirujano real, agranda la herida para insertar unas pinzas, diseño suyo, que sujetaron la punta de flecha y la consiguió extraer poco a poco. Tengo delante de mí la descripción del proceso y paso de escribirla en atención a los foreros más impresionables, pero es muuuy fuerte. La herida se limpió con vino blanco y se le aplicó un apósito desinfectante con una mezcla de miga de pan, cebada, miel (por el propóleo que contiene supongo) y aceite de trementina. La cataplasma se cambió cada dos días y a los 20 el príncipe estaba curado.
El dolor que tuvo que soportar debió ser inimaginable, el hecho de sobrevivir a la operación y evitar la infección posterior ya nos dice mucho de la constitución física de nuestro príncipe.
Eso sí, Enrique V aprendió una lección muy valiosa para su futuro: los arqueros y los cirujanos son imprescindibles en un ejército y por eso se llevó de sobra a Agincourt.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.