Los "palacios" de Burgos (así aparecen llamados), donde se desarrolla la fiesta, debían ser más o menos como todas las fortificaciones residenciales de la época. Una gran corte tapiada, es decir, un gran patio de armas rodeado de muros que articula el acceso a diversos edificios más o menos suntuosos dependiendo de su función. La sala de recepción, o de juicios, siempre está cerca de la puerta y la mansión del conde, residencia suya y de sus familiares, algo más retirada y cerca del huerto de árboles frutales. Los demás serían casas de la guardia o siervos, almacenes y graneros, bodegas y depósitos a cargo del mayordomo.
Las paredes de la sala de banquetes estarían cubiertas de tapices orientales de trama de seda con decoración geométrica, destacando la larga mesa de madera de nogal con bancos a los lados y cojines para los más nobles visitantes (los demás posan el trasero en dura madera y gracias
) Como las ventanas son estrechas y altas la luz procede de candelabros y del fuego de la chimenea.
A la cabecera un sillón para el conde, por supuesto, quien ya sabemos que va ricamente vestido. A su lado la condesa Urraca que, como su abuela Toda, es amiga de las galas y por eso viste una camisa colorada de origen árabe, sobre ella una saya, una almexía bordada y un cinturón de plata. En su hombro una fíbula de oro que, según la documentación, le había costado a Fernán siete sueldos (en aquella época se podía comprar una oveja con un sueldo de plata, la joya vale entonces siete ovejas) y una sarta de perlas finas con un broche de plata.
Esta es Urraca, la primera hija de Fernán y Sancha. Casada sucesivamente con Ordoño III de León (repudiada), con Ordoño IV de León "el Malo" y con Sancho II de Pamplona. Para que os hagáis una idea de la ropa
Ya sé que es difícil pero se ve la saya y la almexía encima dejando un hombro al descubierto, también lleva manto, botines y toca.
Al conde lo acompañan en esta jornada, además de su esposa y sus dos hijos García y Munio, su hija Fronilde, condesa viuda de Asturias de Santillana, y la nuera de ésta también viuda y llamada Fronilde, con sus hijos Oveco y Álvaro Diaz (nietos de Fernán, primos de García y Munio y ambos muy leales al conde como lo fue su padre). Por si os parecen pocas Fronildes hay una más, la tercera, hija del que fue el primer alférez de Fernán y que estuvo casada con su primogénito Gonzalo, por tanto también viuda. Están el abad de Cardeña, el actual alférez de conde Orbita Díaz, Diego Jiménez, y gentes de las familias de los Téllez, los Núñez, los Gustios... todos ellos hombres de confianza que suelen aparecer en la documentación.
Puesto que en la Edad Media la calidad y nobleza de una persona se mide por la riqueza que despliega en el servicio de mesa y la ropa de cama (colchones, sábanas y cobertores), el banquete ha de ser por fuerza espléndido: mantel de lino adornado con letras árabes, tazones y cucharas de plata, vasos y cuchillos de fina factura, etc, sopa, fuentes de asados, guisos de gallina o perdiz, vino, queso, miel, manzanas y confituras (los dulces solían estar reservados para los muy ricos
) También hay músicos y acróbatas para amenizar la velada.
Y es en ese momento, a los postres, cuando Fernán, que sabe que ya tiene una edad y no le deben quedar muchas fuerzas para mantenerse en su silla jineta, anuncia el matrimonio de su hijo García, aquel por el que estaban esperando las buenas gentes del condado, con Ava de Ribagorza, hija del conde Ramón II de Ribagorza. ¿Por qué ir a buscar novia tan lejos? Bueno, Fernán basculaba su lealtad entre León y Navarra y, recién liberado de su cautiverio, es de suponer que en estos momentos intentaba llevarse bien con la reina Toda que seguramente ejerció de casamentera. El condado de Ribagorza, independiente del conde carolingio de Tolosa desde el año 872, lindaba con el reino de Navarra y a Toda le interesaba tener a sus dos condes fronterizos como aliados.
García se casará con Ava en el año 965 y la chica entregará a su marido en concepto de carta de alleva (dote):
Un freno con su rienda, que vale 500 sueldos, porque es todo de plata sobredorada; un vaso de oro, que fue tasado en 5.100 sueldos de plata; una espada toda de oro puro, tasada en 5.000 sueldos, otras cuatro espadas, cuatros lórigas, cuatro frenos rojos con sus riendas, dos sillas encarnadas, una capucha de piel, una capa de brocado de oro, unas espuelas de plata con aguijón de hierro, y otras muchas cosas que sería largo de enumerar y que el conde Raimundo había comprado a los mojes de Obarra a cambio de tres villas.
Pero ese no es el único anuncio que hace Fernán: designa sucesor a su hijo García. Fernán muere en junio de 970 pero su hijo ya aparece en la documentación como conde desde marzo y puede que desde principios de año, aunque no estamos seguros. Fue una sucesión natural y aceptada sin traumas por los habitantes del condado, quizá porque García tuvo el buen gusto de quedarse en la sombra mientras su padre vivió, aunque enfermo y achacoso (tenía 70 años y 50 de ellos fueron de lucha constante)
García tiene 32 años cuando hereda el condado, he dicho
hereda Los condes de Castilla ahora
nacen, ya no
se hacen por autoridad real, aunque siguen reconociendo como señor al rey de León, en la práctica son totalmente autónomos.