Tras la muerte de Sancha el conflicto estalló entre los hermanos, o más concretamente, entre dos hermanos. García, quizá por ser el pequeño y por tener fama de tonto del haba, siempre vivió a la sombra de los otros dos y las chicas metieron baza en el asunto a posteriori, sobre todo Urraca claro, que por ser la mayor sentía que su opinión debía ser tenida en cuenta. Todas las apuestas sobre qué hermanos iban a acabar dándose leña estaban a favor de Sancho y Alfonso (8 años más joven) y es que la rivalidad viene de lejos porque no puede haber dos hermanos más distintos que Sancho (tradicional, guerrero, estrecho de miras) y Alfonso (político, de mentalidad europea y feudalista, tuvo 4 esposas extranjeras).
Total que Sancho cree que su padre se equivocó al ajustarse al derecho navarro y legarle sólo su propiedad y prefiere pensar al estilo del derecho visigodo, que dice que el rey debe legar a su primogénito todo. Como es natural, Alfonso VI no está para nada de acuerdo y cuenta con el apoyo de sus nobles leoneses que están hasta la rabadilla de injerencias castellanas (es gracioso que estén hartos de que los castellanos metan cacho en León cuando resulta que su rey es medio castellano, con una abuela paterna castellana hija del conde Sancho y una bisabuela materna castellana hija del conde García… y así podríamos seguir
)
El caso es que hay que llamar al fonsado a las tropas, organizar el cotarro, comprar suministros, preparar un plan de batalla, escaramuza va, escaramuza viene… y todo eso le da a Sancho una pereza que se muere porque no quiere perder el tiempo, de forma que se le ocurrió una brillante idea: un Juicio de Dios. La prueba del desafío, o juicio por combate, es un tipo de ordalía, de origen germánico porque los romanos solían solucionar estas cosas con pruebas y testigos al estilo
moderno, muy antiguo que aparece incluso en los Fueros de León y en las Partidas; es aceptada en todas partes, reconocida por todos los cristianos del mundo y vinculante en su resultado y básicamente viene a decir que cuando dos personas se enfrentan y una gana, es que tiene a Dios y a la Verdad de su parte. Tan simple como eso (clara lógica medieval
). En el caso de no ser una persona ducha en combate, o una mujer como la Ginebra de Arturo, uno podía designar a un campeón para que luchase por ti y por eso le tocó a Lanzarote defender el maltrecho honor de su reina. (No puedo evitar reírme mientras escribo esto
Una tiene la idea de la pobre Ginebra, que ama y respeta a su marido por supuesto, pero que tiene delante al mejor y más gallardo caballero del mundo mundial y claro, delante de Lanzarote cualquiera tiene un momento de debilidad y se pone a lanzar suspiros por él. Y se siente culpable y acaba purgando su “pecado” en un monasterio, redimida por el sufrimiento. Y luego dejas de lado a los autores románticos del siglo XIX y buscas las leyendas antiguas, las originales de verdad, y te enteras de que Ginebra es medio humana medio hada, peliteñida de rubio merced a los afeites de un buhonero, que se ríe de Arturo en su cara y que le buscó las cosquillas en la bragueta no sólo a Lanzarote, sino a la mitad de los caballeros de Camelot. Y en vez de sentirte decepcionada piensas que la historia auténtica es muchísimo más entretenida que la chorrada color de rosa de John Steinbeck
Dónde va a parar…)
En fin, que me disperso. Aquí en vez de tener a dos paladines luchando vamos a tener dos ejércitos completos, tampoco os penséis que van a ser miles de hombres, pero sí un par de huestes de buen tamaño y probada experiencia de combate. Según acuerdan Alfonso y Sancho el ganador se lo lleva todo, lo que significa que gana el reino del perdedor. La quedada será en Llantada, Palencia, cerca del actual pueblo de Lantadilla a medio kilómetro del río Pisuerga. Aquí mismo
El 16 de julio de 1068, no el 19 como veréis por ahí ¿Por qué? Porque las crónicas dicen que fue un miércoles, y para ser miércoles, tuvo que ser el 16. El choque lo ganaron los castellanos y, cumpliendo lo pactado, Alfonso VI debía entregarle a Sancho el trono imperial de León... pero lejos de eso Alfonso opta por despedirse a la francesa, o sea que cuando vio que le iba mal se largó a toda velocidad a León, y no abandonó el trono ni por asomo, y que Sancho proteste lo que quiera.
Y dice la Historia Roderici:
El rey Sancho distinguía a Rodrigo Díaz con tan intenso amor y notable predilección, que le puso al frente de toda su mesnada, pues Rodrigo creció y se convirtió en un fortísimo guerrero. En todos los combates que Sancho mantuvo con su hermanos Alfonso, en Llantada y Golpejera, venciéndolo, en esas ocasiones Rodrigo era el portador de la bandera regia, y destacó y sobresalió entre todos los caballeros del ejército del rey.
Así que ¿qué extraordinaria facilidad con las armas tendría el chaval? ¿qué aguante y fortaleza? ¿qué saber estar y saber hacer tendría Rodrigo para que, siendo poco más que un crío, un rey como Sancho le nombre capitán de la hueste y porta estandarte? En resumen, que Sancho nombró a Rodrigo alférez real a los 20 años, cargo que efectivamente solía otorgarse a caballeros jóvenes y no a condes y magnates de primer orden del reino, pero
no tan jóvenes. Sólo existe un precedente y es el caso de Ramiro II viendo en un Fernán de 20 años las cualidades perfectas para nombrarle conde de la Castilla unificada. Está claro que los guerreros extraordinarios se destacan de los demás mortales desde sus inicios.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.