Apenas ha pasado un mes de la donación a Silos cuando la corte reunida en Burgos recibe una noticia impactante: el 4 de junio moría el rey Sancho García IV de Navarra. Sancho era llamado el Noble, pese a que de noble no tenía gran cosa, puesto que buscó todas las maneras posibles de hacerse con una fortuna en dinero, ganado, vinos, pieles, armaduras, lujosas monturas, etc. La arbitrariedad del rey en su afán de conseguir sus caprichos concitó odios sin fin y sus propios hermanos, ocho legítimos y dos bastardos, de ellos seis mujeres, fueron los autores de una conspiración ayudados por los nobles del reino.

El rey se detuvo a descansar tras una jornada de caza en el barranco de Peñalén, en Funes y allí... alguien... le empujó. Morirá en el acto a causa de la caída. Y por eso se llama el Barranco del Rey.



Las crónicas dan dos nombres para identificar a los autores: Ramón de Navarra, el sexto hermano entre los legítimos, señor de Murillo y Agoncillo, y junto a él su hermana Ermesenda, casada con Fortún Sánchez, señor de Yarnoz y Yéqueda. Por desgracia para ellos, todos los hermanos del rey fueron considerados cómplices y quedaron estigmatizados por regicidas y fratricidas, con lo que ninguno estaba legitimado para hacerse con la corona y el reino de Navarra se repartió entre su primo Alfonso VI (que se quedó con La Rioja) y su otro primo Sancho Ramírez de Aragón, que se quedó con Pamplona. En este momento se pone fin a la disputa secular entre ambos reinos por los territorios de las vascongadas. El condado de Álava, Vizcaya y parte de Guipúzcoa son de Castilla, junto con La Rioja. El resto: San Sebastián, Hernani, etc. son parte del reino de Pamplona y su único acceso al mar. Y así se quedaron hasta la aparición de las comunidades autónomas.

La intervención de Alfonso en las tierras del asesinado rey de Pamplona, sumidas en el desconcierto y la indecisión, fue muy rápida puesto que lo documentamos el 12 de mayo en Burgos y para el 20 de agosto estaba de vuelta en Navares, a unos 12 km al norte de Sepúlveda. Nadie dice si Rodrigo estaba con él pero vamos, este es un momento clave para el reino, una campaña gloriosa, así que casi seguro que sí.

Sí que firma nuestro protagonista como testigo el 17 de noviembre de 1076 el diploma por el que Alfonso VI concede fuero a la ciudad de Sepúlveda, cuyos privilegios provienen de la época de Fernán González.

"Territorios forales"... siempre me ha hecho gracia la expresión habida cuenta de que toda España es un territorio foral, porque fueros tuvimos todos y tenemos todavía, ya que aún se respetan como derecho consuetudinario. Un fuero es un conjunto de normas, leyes, privilegios y exenciones que el rey concede a una villa de realengo para que se autogobierne. Se determinaba el acceso a la propiedad y la posesión de la tierra, las medidas de repoblamiento, la vida en la ciudad, la actividad de los mercados locales (importantísimo, es lo que da impulso a una villa) y algunos privilegios además de quién y cómo se administraba justicia y las multas y penas adecuadas a cada caso. El fuero también fija los límites del alfoz en los que tiene vigencia, la villa y el territorio que lo rodea y que, salvo raras excepciones, se mantiene hoy en día inalterado en todas las villas medievales.

Del Fuero de León, concedido por Alfonso V en 1017, deriva el de Sahagún y de este casi todos los demás, sin importar el reino. De hecho, este fuero de Sepúlveda del que hablamos lo copió Alfonso II en 1177 para la ciudad de Teruel en la Corona de Aragón. Lo que se hacía era tomarlo como modelo pero adaptándolo a las particularidades de cada ciudad en materia de mercados, privilegios concedidos, exenciones fiscales, etc. Alfonso X fue el mayor impulsor de los fueros que se incluían en las Cartas Pueblas (cartas fundacionales) que él entregaba a las villas. No es que el pueblo no existiese antes, es que el Rey le daba entidad jurídica a una población, aunque ya fuese antigua.

Hoy mismo se están repartiendo de forma equitativa entre los ganaderos los pastos de la Vega de Enol, después de elegir democráticamente al administrador encargado de que se cumpla la ley, según fuero otorgado a Cangas de Onís. Los comerciantes de Pola de Siero solicitaron cambiar el día de mercado al sábado y se les denegó porque el fuero de la villa establece que es un martes, y punto. Calatrava quiso construir unas torres enormes en Oviedo y se le puso delante de las narices el fuero medieval de la villa que dice que ninguna torre ha de ser más alta que la de la catedral. La forma de transmisión de herencias (en Cangas de Narcea aún perviven los mayorazgos sólo que se entregan al hijo que se queda en casa para cuidar a sus ancianos padres, aunque sea el menor), el uso de montes comunales y su madera, el reparto del agua de fuentes y manantiales, por no hablar de los garrotazos que mi tatarabuelo, y todos mis antepasados alleranos, repartieron a sus colegas pastores de Pola de Lena por el asunto de la “prinda” de vacas según el fuero de la villa de 1266, garrotazos que aún se reparten hoy… todo eso en Asturias está regulado por los fueros de cada concejo, usos y costumbres que se mantienen desde la Edad Media y siguen siendo legales sin que hagamos alharaca de ello. Igual que en Barcelona uno se casa por defecto en régimen de separación de bienes porque así lo estipula su derecho foral.

Y así sucede por tooooooda España. No sé por qué algunas comunidades nos han hecho creer que ellos son especiales…

En fin, el 22 de mayo de 1077 también aparece Rodrigo como testigo en la donación que Alfonso VI hace del monasterio de San Juan de Cerrato a los monjes de Cluny y a su abad Hugo. A estas alturas quizá os hayáis dado cuenta de que el Campeador siempre firma al final, en la columna de los magnates, y no en la anterior con los condes. Alcanzar la dignidad condal era el siguiente escalón en su ascenso social y, para un excepcional caballero que contaba con la confianza del rey, siempre pululaba por la corte y estaba casado con la prima de monarca, no debería ser difícil de conseguir. Su suegro y sus cuñados ya lo eran y sería lógico suponer que es el turno de Rodrigo. Pues curiosamente no, es un tal Gómez González el que consigue este año el nombramiento del rey como conde de la Bureba. De esta forma, los castellanos que tienen la más alta dignidad del reino son cuatro: Munio González y Gonzalo Salvadórez por concesión de Sancho y García Ordóñez (recordad, futuro enemigo del Cid) y Gómez González por la de Alfonso.

Algunos han interpretado la desaparición de Rodrigo como testigo en los documentos regios de 1078 y parte de 1079 como un cabreo del caballero porque su señor no le concedió el anhelado título. Nada más lejos de la realidad. Durante este tiempo Alfonso VI se movió por tierras leonesas y gallegas y sencillamente el Campeador se quedó en Castilla ocupándose de lo suyo. Uno sigue a la corte si le cae por las cercanías y le sale barato, pero no desatiende sus tierras para seguir al monarca al Finis Terrae gastándose de paso su patrimonio. Ya que estamos, el futuro archienemigo de Rodrigo también deja de firmar como testigo y nadie habla de enfados o desencuentros con su señor, simplemente se ocupaba del gobierno de la parcela que le había sido otorgada.

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.

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La risa es un antidepresivo sin efectos secundarios

Me encantan tus temas.

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ya lo he dicho, el Cid siempre es una apuesta segura para que la gente disfrute de una buena historia medieval

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Bien, nos acercamos a un momento clave en la vida del Campeador: otoño de 1079.

El rey de Sevilla, al-Mutamid, se suponía sumiso a León, pero la realidad es que le gustaba jugar a dos bandas en los conflictos con sus vecinos y por eso es conveniente echarle un ojo de vez en cuando, no vaya a ser que se nos desmadre. Así que el Cid está en la ciudad para cobrar lo que se adeuda y asegurarse que a al-Mutamid no decide cambiar de señor, que con Alfonso le va muy bien.

Por estas fechas Toledo estaba revoltosa. El rey Al-Mamún, que tan amigo había sido de Alfonso y que lo tuvo como huésped cuando Sancho le ganó la corona, había muerto siendo sustituido por su nieto, al-Qadir, que fingía llevarse bien con el monarca cristiano pero que en el fondo no tenía tan buena relación como la que tuvo su abuelo. Quizá presionado por sus consejeros, decide rescindir el pacto con el rey de León y no pagar los 10.000 mizcales de oro de las parias, en una mala jugada puesto que no sólo tendrá que enfrentarse al cabreo de Alfonso, sino que las parias vecinas, ahora que el león no la protege, intentarán comerse a Toledo, destacando Badajoz, Valencia y Córdoba. El pobre al-Qadir sólo tiene una salida, agarrarse suplicante a la túnica del rey castellano leonés, con el que renueva los pactos pero con condiciones draconianas, por listo: recupero para ti la taifa de Valencia pero me entregas Toledo, la capital de los godos, el corazón de Hispania, de nuevo en manos cristianas.

Pues mientras Rodrigo cobra parias a orillas del Guadalquivir y parte de los ejércitos castellanos rodean Toledo, Alfonso VI decide enviar a otro de sus hombres a Granada, un reino tributario de León al que hay que echar un ojo, no vaya a cambiarse de bando aprovechando el lío que montó al-Qadir. Por supuesto el embajador es alguien de máxima confianza y del más alto nivel social en el reino: el conde García Ordóñez, señor de Grañón y Calahorra, y uno de los avalistas de las arras del Cid, con el que hasta este momento suponemos que se llevaba a las mil maravillas. Le recordáis ¿verdad? El inminente archienemigo del Campeador Acaba de casarse con Urraca, hija del rey navarro García Sánches y Alfonso le había entregado el gobierno de La Rioja. Le acompañaban Fortún Sánchez, un noble alavés casado con otra princesa navarra, así como el hermano de éste Lope Sánchez y un tal Diego Pérez, que parece ser un funcionario de alto rango en la corte castellana.

El monarca leonés urde una compleja maniobra: para que ambos reinos moros estén entretenidos y le dejen arreglar la situación toledana en paz, ordena a García Ordóñez que presione a Granada para que ataque Sevilla A mi estas cosas de intentar hacer carambolas en política siempre me ha parecido complicado... Salió mal, claro, ¿Por qué? por no dar información adecuada a los participantes... Rodrigo NO sabía que la taifa sevillana iba a ser atacada por granadinos con refuerzos castellanos. Y García Ordóñez NO sabía que el Campeador estaba en Sevilla junto a su hueste.

Total que los de Granada atacan en Cabra (Córdoba) y se topan con el Cid, que presta al moro de Sevilla la protección pactada a cambio de los tributos. Se masca la tragedia... Nada de escaramuzas aquí, una batalla gordísima de más de tres horas donde el ejército granadino queda diezmado, y encima termina por apresar a García Ordóñez y los otros caballeros castellanos a los que libera al os tres días, cuando se da cuenta de quiénes eran, no sin antes despojarles de sus pertenencias según las leyes de combate. El momento del encuentro debió de ser muy gracioso, ninguno esperaba ver al otro allí

La cuestión es que el señor de Grañón y Calahorra se lo toma a mal y su orgullo herido será el comienzo de los problemas para el de Vivar, que no tiene la culpa porque aquí el liante es Alfonso, que estaba encantado en Toledo mientras los del sur no le estorbaban y le daba igual quién ganaba a quién y quién apresaba a quién. Hay quien dice que hubo palabras mayores entre ellos cuando Rodrigo liberó a los prisioneros y que nuestro protagonista, en un momento de cabreo, le tiró de la barba a García Ordóñez (mesar las barbas de un caballero era insulto gravísimo por aquel entonces) Aunque esta historia parece más una invención literaria para tratar de justificar el enconado, e irracional, odio que García sostendrá a partir de ahora contra Rodrigo quien, repito, no tiene culpa de nada porque el liante es Alfonso VI y el conde debía saberlo. Pero claro, es más fácil acusar al Cid de haberle humillado derrotándolo, encerrándolo tres días y birlándole su tienda de campaña antes que ir al monarca y decirle “te has pasao tres pueblos y un castillo”

Rodrigo regresa triunfal a Sevilla donde al-Mutamid lo cubre de regalos y después a Castilla, donde entrega las parias adeudas a Alfonso más algunos de los presentes que el rey sevillano le enviaba (los otros eran para él) Y dice la Historia Roderici que muchos envidiosos acusaron al Campeador ante el rey de muchas falsedades. Es decir, que Rodrigo, caballero excepcional, favorito de su señor y casado con la prima de éste, empezaba a caerle gordo a la mayor parte de la corte que no podía competir con sus habilidades. Envidia cochina que será muy perjudicial para nuestro héroe porque allí podéis ver a Alfonso, sentado en su trono mientras García Ordóñez le come la oreja y el resto de la corte murmura, abriendo una brecha en su confianza hacia su vasallo: que si se ha pasado encerrando al conde tres días; que si qué necesidad había de quedarse con su botín si todo había sido un error; que si seguro que se ha quedado con algún regalo del monarca sevillano que en realidad era para Alfonso; que si ya se sabe, qué se puede esperar de un infanzón arribista, si es que con los nuevos ricos no se puede tratar; estos castellanos qué se creerán que son…. Muy español todo

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Qué me vas a contar a mí...

Alucinado con la maniobra del rey Alfonso, tan campante viendo Toledo en sus manos y los suyos dándose hostias entre moros.

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Está claro que el monarca empieza a mirar de reojo a su vasallo pero no va mucho más allá en su disgusto. De hecho por estas fechas, primavera de 1080, el Cid está presente en el concilio convocado por Alfonso VI en Burgos.

La capital castellana en el siglo XI



Es esta una reunión tremendamente importante para nuestra historia. Bajo la dirección del cardenal Ricardo, en representación del papa Gregorio VII,

este papa



se aceptó sustituir el rito mozárabe por el romano en todo el territorio y se confirmó como abad de Sahagún a Bernardo, futuro arzobispo de Toledo. Estaban presentes el rey y su reciente segunda esposa Constanza de Borgoña, las infantas Urraca y Elvira, el infante Ramiro de Navarra, trece obispos, dieciocho condes (incluidos los hermanos de Jimena), el alférez del rey, el merino de Castilla y ocho magnates, incluido Rodrigo. Como veis, aparentemente nada ha cambiado en su relación. Sin embargo, una crisis se estaba cociendo entre bambalinas.

Ya os he contado de al-Qadir, nieto del rey de Toledo Al-Mamún, el amigo de Alfonso que lo tuvo como huésped cuando Sancho le ganó la corona. Sabemos que era un poco revoltoso y que la jugada le salió mal, ofreciéndole el monarca leonés ser señor de Valencia pero con la obligación de entregar la vieja capital de los visigodos al rey de Castilla cuando le conquistase la otra ciudad. Después de este pacto sus súbditos toledanos no estaban muy felices con la cobardía del que pronto iba a dejar de ser su señor, por lo que éste decidió salir pitando hacia las posesiones familiares en Cuenca. Mientras, las gentes de la ciudad decidieron que preferían a al-Mutawakkil, rey de la taifa de Badajoz, como señor antes que al cristiano. Muy contento con la oferta, este caballero hizo una brillante entrada triunfal en Toledo en junio de 1080. A Alfonso VI se le pusieron los pelos como escarpias… las taifas unidas de Badajoz y Toledo suponen una grave amenaza.

Por eso respondió prontamente a la petición de ayuda de al-Qadir, que pretendía volver a ocupar su viejo palacio mientras Alfonso no le conquistase Valencia. Un año después, primavera de 1081, ambos entraban triunfantes en la ciudad del Tajo. El monarca castellano obligó al toledano a pagar los costes de la campaña y de paso se quedó con todas las fortalezas que controlaban el camino hacia Toledo desde los reinos del norte. Un chollo.

Es en esta campaña cuando Rodrigo cae en desgracia. No acompañó a su señor en esta conquista de Toledo, se quedó en Castilla porque estaba enfermo. Puede sonar a excusa barata pero no, no es esta la razón del enfado del rey, y no era mentira. Rodrigo padeció toda su vida de mala salud. ¡Sorpresa! ¿a que eso no lo sabíais? Ya os he dicho que sus propios contemporáneos dijeron que murió a los 50 años “de agotamiento”, que se exigía demasiado para sus mermadas fuerzas y que trataba de abarcar más de lo que podía. Sin embargo, su sobrino Alvar Fáñez, que tenía su misma edad más o menos, llevaba el mismo trajín aparentemente sin mayor problema. ¿Por qué Rodrigo veía mermadas sus fuerzas?

No sabemos exactamente de qué padecía el Cid, porque las crónicas no especifican síntomas, pero las enfermedades eran muy comunes entre los guerreros medievales. Los hacinados campamentos militares no eran el lugar más higiénico del mundo y, pese a que la relación disentería/aguas fecales contaminando comida y bebida ya se había hecho hacía tiempo, la realidad es que las letrinas eran poco más que pozos cavados en las cercanías del real y las filtraciones eran difíciles de controlar. Todo tipo de parásitos intestinales estaban a la orden del día por falta de higiene en el tratamiento de los alimentos. El agua se consideraba peligrosa para la salud porque no existían métodos modernos de potabilización, así que la gente se pasaba la vida bebiendo cerveza ligera, sidra o mezclando agua y vino, por lo que las enfermedades asociadas al alcoholismo eran frecuentes. Los soldados se lesionan, se caen de caballos y se destrozan la espalda después de cabalgar durante jornadas de 12 horas, había problemas respiratorios a causa de tragar el polvo que levantan los demás jinetes de la hueste, sus cuerpos se deforman, desarrollaban extraordinariamente el brazo que manejaba la espada y acababan siendo ancianos con joroba, los que llegaban a esa edad, claro. De día hace calor abrasador, de noche hace frío helador, y la cota de malla absorbe una u otra temperatura sin que puedas quitártela de encima. Y son heridos, se enfrentaban a infecciones sin antibióticos, a operaciones y amputaciones sin anestesia, nervios y tendones sesgados, huesos rotos, fracturas abiertas… además de todas las enfermedades actuales, incluso erradicadas hoy en día, que os podáis imaginar y para las que, evidentemente, no tenían medicamentos: escarlatina, tifus, viruela, cáncer, tos ferina, peste bubónica, gripe, neumonía… un simple catarro podía matarlos o debilitarles los pulmones para toda la vida.

Así que no sabemos qué le pasaba a Rodrigo, quizá era una de esas personas que goza de “excelente mala salud” y que se pasa la vida de achaque en achaque pero ninguno es grave. En cualquier caso, estando enfermo es más meritorio llegar a convertirse en el más afamado guerrero de la historia de nuestros reinos.

Mientras en Cid se encontraba en casa esa primavera de 1081, recuperándose de lo que sea que le doliese, una pequeña hueste mora de Toledo hace una incursión en las cercanías de Gormaz. La típica expedición de rapiña que se da todos los veranos y que es tradicional desde los inicios de la Reconquista. El ataque sorprendió y causó gran indignación en Castilla ya que se hicieron con gran botín y, lo peor, muchos hombres y mujeres cristianos a los que esclavizar. La noticia llegó a Rodrigo, que sintió el mismo cabreo que sus compatriotas, y en represalia cabalgó hasta tierras toledanas y saqueó la zona fronteriza con excesiva mano dura. Repito, como siempre se había hecho hasta ese momento, incluso habiendo tratados de paz de por medio. A veces, ni los propios monarcas se enteraban de todas las razzias organizadas, era una actividad de las gentes de uno y otro lado de la línea fronteriza que se usaba como complemento a los ingresos de la ganadería. Nada oficial.

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La cabalgada de Rodrigo distó mucho de complacer a su rey. Lo último que le interesa a Alfonso VI es un conflicto con Toledo, su aliada, mientras espera pacientemente a que al-Qadir termine de arreglar sus problemas y le entregue la ciudad como se había pactado. La cosa no hubiese pasado de una bronca con su señor, pero García Ordóñez y su camarilla le calientan la cabeza al rey (según ellos el Cid quería verlos muertos a todos en plena campaña) y al final decide acusar al Campeador de una falta bastante grave: ira regia. El delito de cabrear al monarca era muy gordo en la Edad Media y básicamente suponía desobedecer sus órdenes sin llegar a ser traición con todas las letras. Las consecuencias legales eran tremendas: pérdida del favor real, ruptura del pacto de vasallaje y destierro (la diferencia con la traición es que por esta última te matan en vez de pegarte una patada fuera del reino)

O eso dicen las crónicas…

A estas alturas yo diría que ya conocéis bien a Alfonso, no parece un monarca pusilánime y sin criterio de los que se deja influenciar por su corte. Dudo mucho que un paso tan importante como es el destierro de uno de los principales magnates castellanos lo diese así porque sí, porque García Ordóñez estaba en plan envidioso. El leonés dirige el mayor reino de la península, no un patio de colegio. Otras crónicas aseguran que quien se quejó no fue el resentido de García sino el propio rey de Toledo, lo cual tendría mucho más sentido.

El Toledo musulmán



Básicamente Rodrigo había actuado sin pensar, por inercia y en respuesta al ataque puntual de unos oportunistas folloneros, poniendo a Alfonso en una situación diplomática insostenible: la cabalgada menoscababa la reputación del rey de Toledo frente a sus súbditos, unos súbditos que acababan de intentar sustituirle por el monarca de Badajoz y que todavía estaban a medio aplacar. Por otro lado ¿no se supone que uno paga el tributo de la paria para que no te ataquen? Pues si al final es lo mismo que pagues que no, igual mejor dejamos de dar oro a los cristianos y que sea lo que Alá quiera. ¿Y por qué Rodrigo puede atacar a los musulmanes y llevarse cuantioso botín y los demás no? Alfonso no quiere que surjan envidias y el ejemplo cunda por Castilla iniciando una ola de violencia.

Es necesario castigar al de Vivar y, sobre todo, es necesario que sea una pena dura para que no se le acuse de favoritismo por su primo político. Porque cuanto más enaltecía Alfonso al castellano Rodrigo, al parvenu, más despreciaba al resto de la nobleza leonesa, aquellos que se consideraban superiores debido a su rancio abolengo. Quizá persistiese el Alfonso el viejo miedo a que el Campeador se convirtiese en el símbolo de la independencia castellana y centro de una conspiración por haber sido el niño mimado de su hermano Sancho. Quizá fue una suma de todo: envidias de la corte, una cabalgada inoportuna, un aliado que se queja, un rey preocupado porque la buena estrella de un vasallo hiciese palidecer su propia majestad…. Nunca sabremos si Alfonso desterró al Cid porque estaba furioso o por frías razones políticas, si lo hizo siendo consciente de que expulsaba al caballero más capaz del reino y no le importó, o si por el contrario sintió dolor por la pérdida de su valiente vasallo.

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No le pasaban ni una a Rodrigo.

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En fin, ya sabéis cómo va la cosa aquel verano de 1081. Así nos lo cuenta el Cantar de Mio Cid (al menos aquí empieza la versión que nos ha llegado):

De los sos oios tan fuerte mientre lorando
Tornaua la cabeça e estaua los catando:
Vio puertas abiertase vços sin cannados,
Alcandaras uazias sin pielles e sin mantos,
E sin falcones e sin adtores mudados
Ffablo Myo Çid bien e tan mesurado:
Grado a ti Sennor Padre que estas en alto,
Esto me an buelto myos enemigos malos

Los ojos de Mío Cid mucho llanto van llorando;
hacia atrás vuelve la vista y se quedaba mirándolos.
Vio como estaban las puertas abiertas y sin candados,
vacías quedan las perchas ni con pieles ni con mantos,
sin halcones de cazar y sin azores mudados.
Y habló, como siempre habla, tan justo tan mesurado:
"¡Bendito seas, Dios mío, Padre que estás en lo alto!
Contra mí tramaron esto mis enemigos malvados.

Yo lo prefiero en castellano antiguo para no echar a perder el ritmo, pero allá cada cual como prefiera leerlo. El Cantar es una inspirada creación literaria pero no una fuente histórica: todo el asunto de la llegada a Burgos, el saludo de la niña, el engaño del judío y el arca, la cabalgada a San Pedro de Cardeña mientras los gallos cantan, etc., todo falso.

Alfonso VI otorga un diploma a la iglesia de Valdeón el 9 de junio de 1081 así que probablemente para esa fecha estaba de vuelta de su expedición toledana. Tuvo que ser después cuando tomó la decisión de desterrar a Rodrigo, en algún momento del verano. El juramento de vasallaje es vinculante para ambas partes sólo si los dos están de acuerdo, puede ser roto de forma unilateral: el rey puede retirar su favor al vasallo y expulsarle de sus dominios, igual que el vasallo puede desnaturalizarse (despedirse formalmente de su señor para irse a servir a otro). Ojo, incurrir en el delito de ira regia no conllevaba la confiscación de todos sus bienes. Rodrigo tuvo que devolver los castillos y tenencias que el rey le había entregado en confianza, porque ya no contaba con ella, pero las propiedades que constituían su herencia personal, lo que hubiese comprado, el botín de guerra (su sueldo como guerrero al fin y al cabo) o los regalos que le hubiesen entregado terceras personas son posesión del Cid y el monarca no tiene derecho a quedárselo. Sólo por delito de traición tiene el rey la facultad legal de confiscar todo, claro que tú estarás muerto o corriendo hacia otro reino todo lo rápido que permite tu jamelgo, no es a ti a quien afecta esa medida, es a la familia que dejas detrás…

El Fuero Viejo de Castilla, redactado en el siglo XIII aunque recoge usos y costumbres muy antiguas, indica que el rey le concede 30 días de plazo a su vasallo para prepararse. Debe entregarle caballos de refresco hasta que salga de su reino, un guía que lo conduzca fuera de las fronteras y suficiente comida (prohíbe expresamente que se la cobre más cara de lo usual). No debe dañar las propiedades que el vasallo deja atrás ni a sus servidores, y sus mujeres (esposa, hijas, hermanas, madre…) no deben recibir deshonra ni daño alguno. Como veis, bastante garantista con los derechos del vasallo. En la redacción se aprecia que hay un deseo de diferenciar a la institución de la persona: una cosa es el delito de ira regia, falta que se comete contra la institución monárquica, y otra cosa es el rencor o despecho personal que Alfonso VI pudiese sentir como particular contra Rodrigo. Lo que se pretende es que un rey no use sus recursos como monarca para, dicho literalmente, putear a un súbdito que le cae como una patada en la rabadilla, ni tampoco hostigar a su familia. Problema: en la Edad Media, separar rey y persona es harto complicado (casi lo es hoy en día y mira que somos todo lo garantistas que podemos con asuntos que pertenecen a la intimidad), así que muchos monarcas se encontraban de manos atadas cuando se llevaban mal con alguien en plan personal. Si no puedo usar mi poder como rey ¿qué me queda?, ¿deshacerme del manto y ponerme a pelear a puñetazo limpio con el imbécil que me molesta? No resultaría muy digno, es por eso que vemos a muchos monarcas a lo largo de la historia buscar justificaciones para sus actos de inquina contra determinada gente, generalmente una acusación de traición, aunque inverosímil o forzada, solía ser suficiente.

El vínculo de vasallaje, visto desde una perspectiva contemporánea, nos parece muy curioso. Es un trato entre dos personas, vinculante mientras ambos estén de acuerdo, se rige por unas normas estrictas entre caballeros y se puede romper unilateralmente. Pero mientras dura es… como decirlo… lo más grande en la vida de un hombre. Ojo, no hablo de servilismo, es puro honor y lealtad. Tampoco es lealtad ciega, un vasallo inteligente puede ver que su monarca está a punto de meter la pata hasta el corvejón e incluso decírselo a la cara, pero si el rey insiste en su plan, ambos van juntos a por todas (normalmente el vínculo también implica que el rey se preocupe de sus hombres y no los ponga en peligro porque le sale del fafarique, la cosa siempre va en dos sentidos). El vasallo ha de ser ferozmente leal a su señor por encima de cualquier otra consideración, es el lazo personal más fuerte que un guerrero puede adquirir en su vida. Incluso más fuerte que el que sienta por su esposa, sus hijos o el legado de sus antepasados. Probablemente sólo el lazo con Dios sea superior y, si el monarca te pide algo que vaya en contra de la ley divina, estás en tu derecho de negarte sin que sea una deshonra (aunque se entiende que un monarca comme il faut nunca te pediría algo así)

Por esa razón los vasallos de Rodrigo han de seguirle al destierro, porque el lazo personal que tienen con el Cid a causa de su juramento es superior a su condición de súbditos de Alfonso VI. El rey sencillamente no puede fiarse de ellos, siempre serán los hombres del Campeador, aunque residan en Vivar y él esté en Zaragoza. Para un magnate como el Campeador, eso significa que se van con él sus parientes varones de menor rango, sus vasallos personales y los escuderos criados en su casa. A lo sumo unas decenas de caballeros. Eso incluye también servidores más humildes que por su baja categoría social no pueden permitirse jurar en un pleito homenaje, pero que se encontraban ligados al señor o a su casa por largos años de servicio.

Además, su mesnada era la única forma que tenía nuestro protagonista de ganarse el pan fuera del territorio castellano. Todo el mundo da por supuesto que lo único que puede hacer un desterrado es convertirse en mercenario: prestar servicio armado de defensa o protección a otro señor. Y he aquí que nos encontramos con otra particularidad de Rodrigo. Rota su relación con Alfonso, Rodrigo es libre absolutamente para elegir a otro señor extranjero, nadie se va a mosquear porque se decida entre cristianos o musulmanes, entre viejos amigos o los que hasta ahora eran encarnizados enemigos. Libertad absoluta… y sin embargo, en sus elecciones, siempre trata de no enfrentarse a Alfonso. Primero prueba en Barcelona, lo suficientemente lejos como para que los hermanos gemelos que la dirigen no tengan relación con el leonés, pero ambos rechazan su oferta, por lo que se pone al servicio del rey de Zaragoza al-Muqtadir, que sí, que era moro, pero a su vez era vasallo del rey de Castilla y León. Poniéndose al servicio de un vasallo de su antiguo señor tiene la razonable seguridad de que nunca se verá frente a él en un campo de batalla. Otra cosa sería ponerse al servicio del rey de Badajoz, que llevaba a Alfonso por la calle de la amargura.

Como Rodrigo nunca tuvo con Alfonso la química y buen rollo que había tenido con su hermano Sancho, quiero creer que lo hacía más bien por lealtad hacia Castilla. El Cid sigue siendo un terrateniente en Vivar, sería de locos servir a un señor que amenazase sus posesiones, a su mujer y a sus hijos, en sus expediciones.

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Esos 30 días de preparación antes de ser expulsado del reino los usó Rodrigo para buscar un lugar donde reubicar a su familia asegurándose su protección. Nada impedía que su mujer y sus tres hijos le acompañasen claro, pero la vida de un desterrado puede ser bastante imprevisible, sobre todo al principio. No creo que Jimena estuviese muy emocionada ante la perspectiva de errar de campamento en campamento hasta que algún señor decidiese contratar a su marido.

Podrían permanecer en Vivar desde luego, y sin duda una parte de los siervos de su marido cuidarían de ellos, pero a ojos de la sociedad medieval eso significaría dejar a su familia abandonada y desprotegida. Su mesnada debe irse con él, por lo que no quedan hombres de armas en Vivar, y que el rey no pueda por ley fastidiar ni a su esposa ni a su descendencia no significa que cualquier otro magnate vaya a acatar dicha norma. Lo normal en estos casos es confiar tu familia a otro amigo lo suficientemente poderoso, si es que lo tienes, y si no ampararlos en alguna institución religiosa, que no tienen fuerza armada, pero gozaban del respeto de cualquiera que profesase la fe cristiana.

Según el Cantar de Mio Cid esa es la vía que tomó Rodrigo, quien confió a su familia al abad don Sancho de San Pedro de Cardeña. Error. El abad de San Pedro era Sisebuto, que después fue convertido en santo en 1780, y que gobernó hasta el 17 de diciembre de ese año de 1081. Su sucesor, que ya consta como tal el 1 de enero de 1082, fue don Sebastián. Por otra parte, nada fuera del Cantar nos dice dónde se quedó Jimena pero vamos, teniendo en cuenta de qué familia venía ella ¿por qué narices iba a encerrarse en la hospedería de un monasterio? Yo más bien voto por uno de sus dos hermanos: uno era conde en Asturias y el otro conseguiría el título en 1086. De hecho, se conserva un documento del 13 de agosto de 1083 en el que los tres hermanos se dirigen a Alfonso VI para resolver una demanda. Firman los tres de su puño y letra junto a su tía la condesa Urraca. Para esas fechas en las que Jimena estaba en Asturias con sus hermanos, Rodrigo ya andaba por Zaragoza.

El Cantar además menciona dos hijas: doña Elvira y doña Sol (María y Cristina realmente), pero no dice nada de Diego. No parece que el autor del poema, de principios del siglo XIII, estuviese muy al tanto de la vida personal del Campeador. Verdaderamente lo único que sabemos con fiabilidad es lo que dice la Historia Roderici, que Rodrigo salió de Castilla camino de Barcelona y que después pasó por Zaragoza.

Así pues Rodrigo se presenta ante Ramón Berenguer II, llamado Cabeza de Estopa, y Berenguer Ramón II, más tarde llamado El Fratricida. El momento desde luego era propicio ya que ambos hermanos preparaban una expedición contra el gobernador musulmán de Denia, Tortosa y Lérida, que se había rebelado contra su padre el rey de la taifa de Zaragoza, y les debía las parias de Lérida. Por lo que sea, Rodrigo y los condes no llegaron a ningún acuerdo, así que se dirigió a al-Muqtadir sabiendo que seguramente le necesitaba para castigar a su desobediente hijo rebelado en Denia. Vamos, que nuestro protagonista estaba puesto en política internacional y fue a tiro fijo.

Así pues llega a Zaragoza donde reinaba al-Muqtadir (1046-1082), de la dinastía hispanomusulmana de los Banu Hud, un tipo genial que llevó a la taifa de Zaragoza a su máximo apogeo político y cultural. Fue mecenas de las ciencias, de la filosofía y de las artes y mandó construir el bello palacio de la Aljafería



Al-Muqtadir consiguió reunir bajo su mandato las tierras disgregadas por su padre Sulaymán entre todos sus hijos en su testamento: Tortosa y Denia. Solo Yusuf, gobernador de Lérida, resistió durante más de treinta años los intentos de integración de su hermano, hasta que fue hecho prisionero en 1078. Impuso también una suerte de protectorado sobre Valencia, a medias con Alfonso VI. Es este guerrero y erudito quien, ya anciano, recibiría a Rodrigo con honores, seguramente recordando su visita de 1063 cuando era un adolescente que acompañaba a su señor Sancho para participar juntos en la batalla de Graus.

Probablemente una de las últimas cosas que hizo el monarca fue contratar a Rodrigo a finales del verano de 1081 ya que, sintiéndose enfermo, delegó el poder en su hijo al-Mutamin, muriendo en algún momento después del mes de junio de 1082 tras más de 36 años de reinado. La taifa quedó en manos de sus dos herederos: el mencionado al-Mutamin, ascético, sabio y amante de los libros se quedó con Zaragoza mientras que su hermano, Yusuf, más violento, se quedó con Lérida, Denia y Tortosa.

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.