El vasallaje implica una fidelidad a cambio de una protección. Esa fidelidad imponía al señor, entre otras obligaciones, la de buscar una esposa digna para su vasallo. Cumpliendo con este deber, Alfonso VI buscó para el Cid un matrimonio honrosísimo: le dio por esposa a Ximena Díaz, dama de gran alcurnia, hija de Diego Rodriguez de Asturias y de Cristina Fernández y por tanto bisnieta del rey Alfonso V.
Según la
Historia Roderici el rey le dio como esposa a doña Jimena, su sobrina, hija de Diego, el conde de Oviedo, de la cual tuvo hijos e hijas
Neptem suam, sobrina suya, y por eso Jimena es bisnieta de Alfonso V. Si fuese, como pretenden algunos otros autores, nieta de Alfonso V ya no sería sobrina de Alfonso VI sino prima hermana y las crónicas la llamarían
congermana. Pero no, lo tienen muy claro, sobrina… que no es exactamente lo que hoy entendemos por tal sino una prima segunda (es la madre de Jimena, Cristina, la que es prima carnal del rey por parte de su madre) ¿Se me entiende o estoy haciendo la parentela un lío?
Pues os voy a liar más. Alfonso VI y Cristina eran dobles primos, hijos de dos primos carnales esta vez por línea del difunto rey Fernando I. Cristina era hija de la infanta Jimena que a su vez era hija de Alfonso V con la reina Urraca, hermana de Sancho el Mayor de Navarra, que es el abuelo de nuestro Alfonso. Me estoy liando yo sola… a ver. Por una parte son nietos de Alfonso V y por tanto primos carnales; por parte de Fernando I comparten bisabuelo, García Sánchez II de Pamplona, y son por tanto primos segundos.
¿Ya? Pues eso. Como veis en la genealogía existe una tradición de pasar el nombre de abuela a nieta: la madre de Sancho el Mayor de Navarra y de su hermana Urraca reina de León se llamaba Jimena, nombre que pasó a su nieta la infanta Jimena de León, y de ésta a su nieta Jimena casada con el Campeador. Seis generaciones de Jimenas.
O sea que nuestra doña Jimena llevaba en sus venas la sangre de los reyes de León y Navarra por parte de su abuela materna. Por parte de su abuelo paterno, don Fernando Gundemariz, procedía de una larga estirpe de condes asturianos. Su tatarabuelo es el archiconocido (por los estudiantes asturianos) conde Piniolo fundador del monasterio de Corias con su esposa Aldonza. Su bisabuelo, el padre de Fernando, fue el conde Gundemaro Pinióliz, alférez de Ramiro III de León, amigo personal y consejero de Vermudo III (su esposa la reina Velasquita consintió en ser madrina de bautismo de Fernando). Toda esa familia es muy conocida en Asturias por la cantidad de monasterios que fundaron y sus generosas donaciones a otros. Por las importantes amistades de su padre, por ser su madrina la reina, por su encumbrado linaje, por sus extensas obras de caridad y por su riqueza es por lo que Fernando fue considerado digno de casarse con una hija de Alfonso V.
El padre de doña Jimena, del que no sabemos mucho, era el conde Diego de Oviedo o de Asturias, de ambas formas se le menciona, como lo fueron después sus hijos Rodrigo y Fernando, hermanos de la dama. Los cuñados del Cid eran tres. El mayor se llamaba, como hemos dicho, Rodrigo Díaz y fue el origen de una noble familia afincada en Cangas del Narcea antes de morir en la batalla de Sagrajas. Su hermano y sucesor, el conde Fernando Díaz, fue gobernador de Asturias, un hombre de gran influencia y riqueza que se casó con Enderquina Moniz, hija del famoso conde Monio Roderici llamado el Can. El tercero, Froila Díaz, ocupó cargos palatinos y militares en la corte y aparece con los títulos de conde de Aguilar, de León y Astorga. Fue mayordomo de Raimundo de Borgoña, el primer esposo de la reina Urraca, y señor de Lemos y Sarria.
También hay noticias de una hermana, se llamaba Aurovita Díaz y estaba casada con Monio Gudesteoz, que no es otro que el Muño Gustioz del Cantar de Mío Cid, a quien llama "mio vasallo de pro" y "caballero de pro", el hombre de confianza y amigo del Campeador.
Para entroncar con la familia real no vale un conde cualquiera… el Cid no se acercaba a ese nivel ni de lejos y por eso su matrimonio con Jimena resultó desigual y probablemente un drama en principio para ella. La pobre, me la imagino cuando le dijeron “para unir linajes de Castilla con los de Asturias-León y tener la fiesta en paz con ellos, vas a tener que casarte con el tal Rodrigo, que es el único que está soltero aún” Si la pinchan, no sangra. El matrimonio del Cid con Jimena tenía fuertes connotaciones políticas y era una forma de introducir a las familias nobles de la recién llegada Castilla en la aristocracia asturiana, antigua, de rancio abolengo y muy poderosa. Si no hubiese mediado ese interés, jamás de los jamases Diego Rodríguez de Oviedo hubiese entregado a su hija al Campeador, que por muy buen caballero y alférez que hubiera sido, no dejaba de ser de la pequeña nobleza, un infanzón, hijo de un simple campesino elevado a noble porque podía costearse un caballo. Como ya os he dicho, en esta época una mujer se casa con un igual para mantener el estatus, o con un superior para elevarse, pero si te casas con alguien por debajo de ti es tu estatus el que baja, no sube el de tu marido. Así que Jimena, aunque de linaje real y condal elevadísimo, perdió su categoría al casarse, se cayó del pedestal, se desplomó ochocientos escalones, se pegó un josconcio de los que hacen época
Parece una tontería pero no lo es: perdió su precedencia en desfiles de la corte, el derecho a usar determinadas prendas (nada de seda encarnada, o perlas, o cosas así reservadas para las princesas y niñas súper bien, no importa el dinero que tú tengas ni si lo puedes pagar), perdió su silla al lado de la familia real en los banquetes, la posibilidad de ser dama de la reina para ella o sus hijas, la posibilidad de hablar directamente a la cara con el rey como su sobrina que era, la posibilidad de un matrimonio brillante para sus vástagos… Rodrigo todavía no era el Cid y ella no tenía forma de saber que sería señora de Valencia, que su hija sería reina de Navarra, ni que la otra sería condesa de Barcelona. Jimena se casó con un soldado de fortuna cuando podía aspirar a un príncipe, uno al que el rey veía con buenos ojos pero que mañana podría estar muerto de un lanzazo y ella de cabeza a un convento porque difícilmente podía volver a su familia como si no hubiese pasado nada. Vale, podría haber sido peor, el chico tenía unos 25 años y era un cañonazo para los estándares de la época, no era un viejo baboso y el padre de la dama se encargó de exprimirle hasta la última propiedad interesante en su contrato de arras; no iba a ser una viuda pobre y desamparada, pero tampoco tan rica como hubiera debido ni con tanta pasta como para “comprarse” un puesto de abadesa de convento chachi… Jimena debió llegar a su boda llorando de angustia como una Magdalena