LUCES Y SOMBRAS
(Capítulo 20 - Segunda Temporada)
Bueno, a partir de ahora mis “Luces y Sombras” me van a resultar fáciles de documentar, lo cual es bueno para vosotros y malo (hasta cierto punto) para mí. Y es que desde hace como cosa de cinco días que sabía vuestro escribano e-x-a-c-t-a-m-e-n-t-e qué es lo que iba a pasar en el capítulo de hoy. SABÍA que Beatriz de Osorio iba a tratar de envenenar a la reina y que iba a acabar sus días en Canarias, SABÍA que Torquemada iba a torturar a Susana Sisón y a su padre, SABÍA que Juana “la Beltraneja” iba a estar a punto de ser asesinada pero que al final iba a acabar profesando como novicia (por cierto: el hábito de novicia es blanco, no negro) en el convento de las Clarisas de Coimbra, SABÍA que Zoraida iba a convertirse al Islam, SABÍA que le iban a cortar la cabeza a Ibn Sarray y que Boabdil iba a reaccionar como una nenaza... Vamos, que lo sabía tó de tós...
¿Se me apareció en sueños Michelle Jenner, acaso, para contármelo?... ¡Más quisiera yo! La cuestión es más simple: me estoy acabando la novela de mi paisano José Luis Martín (alias Martín Maurel) y cada capítulo es el guión narrado de cada episodio de “Isabel”... Mas no os preocupéis, mis amados lectores, que seré bueno y no desvelaré lo que la pluma de don Martín me ha revelado en las páginas de su novela (que es un mantecao de 680 páginas pero que se devoran en cuestión de horas, vaya...)
Y bien... Al fin tenemos ahí a la Inquisición, con ese emblemático fray Tomás de Torquemada (descendiente de conversos, y es que “no hay peor cuña que la de la misma madera”) como Inquisidor General de Castilla a la búsqueda de falsos conversos en Sevilla. Se han dicho muchas cosas -correctas e incorrectas- sobre el tribunal del Santo Oficio pero lo cierto es que constituye innegablemente una de las sombras del reinado de los Reyes Católicos, aunque también hay que decir que su actuación no constituyó novedad alguna en la Europa de la época e incluso podemos afirmar con total seguridad que la Inquisición española actuó mucho menos intensa, cruel y ferozmente que otras formas de “interrogatorio” o ajusticiamiento en otros reinos europeos como Francia, Inglaterra, algunos estados alemanes e italianos, donde las torturas eran refinadísimas. La sofisticación y la crueldad de los tormentos inquisitoriales es un mito que ha traspasado fronteras: ni siquiera el potro de tortura que hemos visto hoy en el capítulo era un método usado por los inquisidores, que no tenían imaginación ni para torturar, aplicando únicamente dos o tres tormentos muy bien definidos, espantosos y dolorosísimos -eso sí- pero en
modo alguno sofisticados. Ya hablaremos de todo ello más tarde.
Vayamos, pues, a lo nuestro...
LUCES
En este capítulo ha brillado con luz propia una actriz que me ha resultado reveladora: Macarena Sanz, la pobrecilla Susana Sisón. Su personaje me ha hecho sentir lástima, me ha emocionado con su candidez y el amor que profesa a su padre. Su tortura en el potro me ha dolido hasta a mí, pobrecica mía. O la entrevista de la hija y el padre en las mazmorras de la Inquisición... Y eso se consigue siendo una gran actriz, transmitiendo esos sentimientos, esa angustia y ese dolor. Bravo, Macarena, un beso y un ramo de flores...
Otro actor que ha conseguido moverme del asiento por su interpretación ajustada de un individuo cruel y sádico que cree firmemente estar obrando en nombre de Dios ha sido precisamente fray Tomás de Torquemada (Manel Dueso). Parecerá una tontería, pero mi referente más vívido y cercano del personaje era Quique Camoiras en “Cristóbal Colón, de oficio descubridor” con ese “¡Todos a la hoguera! ¡Y al hereje, no le dejes! ¡Reichstag, reichstag, reichstag...!” mientras sale de la presencia de los reyes... Afortunadamente Manel me ha presentado una visión bastante más ajustada... y temible
Sabíamos que Beatriz de Ossorio era una “Cazadora” en el sentido más sexual del término... ¡Pero es que además era una hija de puta! Tal vez este punto debería ponerlo como “sombra”, ya que creo que se ha fantaseado en exceso ese intento de envenenamiento, pero la verdad es que me ha gustado mucho tal intriga, así que la consideraré como una “luz”. Al fin y al cabo, estamos ante una ficción histórica. Para detalles más rigurosos, me veo un documental...
Una luz también por ese
modo de representar la rutina de la actuación inquisitorial: realmente se hacía así, aunque no lo hacía el mismo Inquisidor General, ni mucho menos, sino alguno de sus subordinados. Se anunciaba con semanas de antelación para que todos pudiesen pensar cuidadosamente su arrepentimiento o su acusación, y los secretarios tomaban buena nota de las denuncias, a partir de las cuales se procedía a las detenciones. Al principio se actuó sólo contra los falsos conversos, pero a partir de 1492 -una vez expulsados o convertidos los judíos sefardíes- cualquiera podía ser acusado de prácticas judaizantes...
También ha estado bien reflejado el interrogatorio en sí, con el inquisidor preguntando al reo (“Inquisición” significa “investigación” o “pregunta”), el verdugo (¡nunca, jamás un clérigo!: los inquisidores no torturaban, lo hacían los verdugos del Estado y el reo llegaba a ver en el fraile a su salvador, el que podía detener la tortura) y el secretario tomando nota absolutamente de TODO lo que ocurría, hasta de los “Ay, ay, ay” que decía el interrogado... La única diferencia es que este ritual tenebroso y execrable se hacía con los inquisidores sentados tras una mesa donde figuraban la rama de olivo, la espada y la cruz, emblemas del Santo Oficio...
Por último, un bravo también por esa espléndida Alicia Borrachero como la sultana Aixa, que tiene mil veces más... (eso mismo que pensamos todos) que su hijo Boabdil “el Bland...” digooooo, “el Chico”, por ese Muley Hacén intrigante y cruel... ¡y sobre todo por ese HOSTIÓN que le ha metido Isabel a Fernando por putero y por sinvergüenza! ¡Hala, maño! ¡Vete por la sombra, que vas calentico! XDDDDDD
SOMBRAS
¡TENÍA RAZÓN, TENÍA RAZÓN, TENÍA RAZÓN! Tenía razón cuando decía que a Carmen Sánchez como Juana “la Beltraneja” en esta segunda temporada no se la creía nadie. ¡Ni siquiera Jordi Frades! Y lo voy a demostrar: en el guión/novela de la serie, Juana le dice a Talavera: “Os lo ruego... Solo quiero vivir en paz. ¡Tengo diecisiete años!”... Ojo al dato. En 1479 Juana (año de la acción) tenía efectivamente 17 años... Pero en la serie esa frase HA SIDO ELIMINADA. ¿Por qué? Pues evidentemente, porque NADIE se creería que Carmen Sánchez (que, repito, es una gran actriz con un futuro muy prometedor) pueda tener más de 12 ó 13... ¿O no? Falloooo, falloooooo
(¡Ay! ¡Qué ancho me he quedao!) XDDDDDD
Más cosas... Las torturas de la Inquisición, sí... Las conocemos muy bien porque el Santo Oficio tomaba nota escrupulosa de TODOS sus interrogatorios, como hemos dicho ya. En la serie hemos visto dos de ellos: el potro y el barreño. Ninguno de los dos tormentos eran específicamente inquisitoriales. La Inquisición era una maquinaria eminentemente burocrática, y un funcionario eclesiástico no se anda con sutilezas: garrucha, cordel y agua. Los describiré al final, para que quien quiera se los salte...
Más pequeñas penumbras: en el salón del sultán en la Alhambra he visto músicos sentados en taburetes cubiertos con telas. En el mundo musulmán el asiento por excelencia es el cojín, con las piernas cruzadas “a la turca”. ¿Cómo van a estar los músicos por encima del emir de Granada?
Hablando de Granada... No me gusta la manera de actuar del Zagal. No sé, lo veo un poco artificial. Y los gritos de “¡Alá es grande!” (“Allah u-Aqbar”) me han sonado también poco creíbles. Pero esto tal vez ha sido una simple impresión.
En definitiva: un excelente capítulo, como de costumbre. Muchas luces, pocas sombras, mucha emoción y a esperar a la Galindo, que es un bellezón
He dicho
POST DATA
ATENCIÓN: VOY A ESCRIBIR DESCRIPCIONES NO APTAS PARA ESPÍRITUS SENSIBLES. LO DIGO MUY EN SERIO
Conozco el tema porque he leído bastante sobre él. Me resulta morbosamente repulsivo, no lo puedo evitar. Y, repito, no son torturas especialmente crueles. Las había mucho, mucho, mucho peores, creedme... El que quiera continuar leyendo, bajo su responsabilidad. Sólo quiero recordar que todo esto OCURRIÓ y que conviene no olvidarlo... para no repetirlo.
La garrucha era una polea por la que se pasaba una cuerda hasta las manos del reo, atadas a la espalda. Al tirar de la cuerda, despacio, el cuerpo quedaba suspendido en el aire provocando un dolor insufrible y cuando el verdugo dejaba caer de golpe el cuerpo y lo detenía antes de llegar al suelo las articulaciones de los hombros se partían con un crujido. A veces se colgaban pesos de los pies para aumentar el sufrimiento. Sencillo, brutal y tremendamente efectivo.
El cordel era, si cabe, más simple. Se coge un cordel fino y muy resistente y se coloca alrededor de un brazo, una pierna o ambas extremidades del reo. Después, con un palo metido entre la cuerda y el cuerpo, se va girando, vuelta tras vuelta, dos, tres, cuatro, hasta siete vueltas se documentan en los procesos, presionando el miembro atenazado y cortando la circulación sanguínea hasta que el inquisidor escucha lo que quiere oír... También muy efectivo.
El agua, por último, era el más sofisticado de los tres: se cogía al reo y se le colocaba un paño áspero sobre la cara, tapándosela. Luego, se le metía un embudo en la boca y se vertían varios cubos de agua en él. El reo era incapaz de respirar y de tragar, provocándole la asfixia. Cuando la tela basta se había introducido lo suficiente en la garganta por la presión del agua, el verdugo la sacaba de un fuerte tirón, provocando ulceraciones y heridas en el tracto digestivo superior (esófago, faringe, amígdalas). Y vuelta a empezar, una y otra vez, cubos y cubos de agua. Tampoco se tardaba mucho en confesar lo que fuera...
Había alguno más, pero estos tres eran los más empleados. ¿Por qué conozco bien el tema? Por favor... ¿queréis mirar mi foto de perfil?
He dicho...