Otro capítulo más y, de nuevo, con muchos acontecimientos. Guerras e intrigas en Granada, remensas y nobles dándose leña en Cataluña, Isabel de nuevo en estado y dando a luz a la que sería la reina Catalina de Inglaterra y... la llegada a la corte de un hombre importantísimo: el misterioso Cristóbal Colón. Me ha gustado cómo lo han planteado en la serie (aunque no hayan hecho mención a la Rábida!!!), mucho más joven de lo que debería eso sí, pero bien interpretado. Es raro verle con esa imagen cuando todos tenemos en el subconciente otra distinta producto de autores muy posteriores a él, muchos de ellos románticos. Muchas cosillas que han hecho de este uno de los capítulos que más me han gustado y emocionado.
Os dejo lo que opina, una vez más, el profesor Enrique Aznar Pardo al respecto, que, por cierto, vimos interpretar en el capítulo a Pedro Arbués, inquisidor de Aragón (él es maño). He aquí:
LUCES Y SOMBRAS
(Capítulo 23 - Segunda Temporada)
Bueno, pues ya está. Ya se han cargado a fray Pedro de Arbués, inquisidor mayor de Aragón, nombrado por fray Tomas de Torquemada a instancias del rey don Fernando y asesinado en la Seo de Zaragoza el 14 de septiembre de 1485... Y he de reconocer que estos últimos días me ha resultado muy divertida la expectación que había levantado tal aparición estelar que, si la contáis bien, apenas llega a los 30 segundos. Pero intensos y esperados, vive Dios... XDDD
Muchos y muy graves asuntos hemos visto hoy en este capítulo: en Granada, el Muley agoniza poco a poco y entrega el poder al Zagal, que pierde Ronda para el Islam tras caer en la trampa de pensar que el objetivo cristiano era Málaga. Maquiavelismo musulmán, luchas intestinas entre Boabdil, su padre y su tío entregan Ronda a los Reyes Católicos.
Mientras, en Cataluña los remensas prosiguen su lucha contra los malos usos y consiguen tomar el castillo de Anglés, lo que hace montar en cólera al rey y perseguir al lugarteniente de Verntallat para acabar con la rebelión, y en Aragón los conversos (muchos y muy poderosos), encabezados por ese escribano de ración o contable del rey, para entendernos, llamado Luis de Santángel, conspiran contra el Santo Oficio y atacan al “perro del rey” en La Seo, desencadenando precisamente la unión de la nobleza que buscaba don Fernando, motivo por el cual se ha llegado incluso a pensar que el rey era plenamente consciente de que Arbués iba a ser asesinado y no hizo nada por impedirlo. Maquiavelo puro, de nuevo...
En Castilla, Isabel recibe a un loco embaucador pero magnéticamente convincente, tenaz, resolutivo, llamado Cristóbal Colón, de quien nadie sabe nada sino que ha estado antes en Portugal o en Inglaterra, de donde le han echado con cajas destempladas. Pero su idea de alcanzar las Indias por el oeste es... tan atractiva.
No obstante, lo primero es lo primero e Isabel está aterrada, se fía de su médico Lorenzo Badoz y teme por su vida, hace gestiones legales por si su alumbramiento resulta fatal y gracias al buenazo de Chacón -que se lo cuenta todo al rey don Fernando, a pesar suyo- su espíritu puede encontrar consuelo entre los brazos de su marido... para que al final “todo fuese mucho mejor de lo previsto” y la infanta Catalina viese la luz el 16 de diciembre de 1485. Poco se imaginaba entonces la recién nacida que iba a acabar en la corte inglesa de Enrique VIII y, al final, repudiada y humillada por su marido...
Y, finalmente, muere el Muley en Granada y su cuerpo es llevado a Sierra Nevada y enterrado en la cima del monte al que dio nombre, el Mulhacén, la cima más alta de la Península, “cerca del Cielo y lejos de los hombres”, según su deseo, en una escena tremendamente conmovedora y con una frase de la sultana Aixa que cierra magistralmente una etapa del declive del reino nazarí: “Si me hubiese amado a mí tanto como a vos, otra hubiera sido la historia de Granada”
Un capítulo sencillamente apoteósico. Y por muchas razones: la primera y más importante, por ese emocionantísimo entierro de Muley Hacén siguiendo escrupulosamente el ritual islámico (no podía ser menos, pues estuvo asesorado por nuestra Mabel Villagra) y que me ha puesto la piel de gallina. También por ese abrazo de Gonzalo Chacón a su Isabelita, que entre sus paternales brazos ya no es Isabel de Castilla sino una mujer asustada por lo que puede depararle el destino en su próximo parto. O por esa música maravillosa que reforzaba cada escena de
modo sublime (Federico Jusid: un genio)...
Así que vayamos a por las...
LUCES
¡Pues sí, coño! ¡He quedao mú chulo y muy bien y estoy orgullosísimo de haber interpretado a un personaje que, no por ser un inquisidor, dejaba de ser aragonés! De Épila, era el hombre. Y muy chula, también, la infografía en la que se ha visto “La Seo de Zaragoza” con cartelico y todo. Que sepáis que Jordi Frades me consultó para esa imagen y se dejó asesorar para que se incluyese el muro de la “Parroquieta de San Miguel”, que se ve perfectamente en la imagen.
Aclarar, no obstante, que la muerte de Pedro de Arbués fue a la hora de maitines (o sea, de noche, a las doce) y que no murió de inmediato sino tres días después del atentado. También que estaba rezando con cota de malla bajo la ropa (se ve en la secuencia), con yelmo y con un chuzo o azcona (una lanza corta) al alcance de la mano, no una espada, lo que indica que era consciente de que algo se tramaba contra él y tenía miedo. De hecho, cuando estaba yo rezando en la toma, me temblaba un poco la voz. Se conocen perfectamente los nombres de sus asesinos y el motivo de su muerte: era una amenaza para los intereses económicos de muchos nobles que tenían tratos con los conversos. Lo que se sospecha es que el rey estaba al tanto de la conspiración, pero no actuó en consecuencia porque el beneficio que iba a sacar con la muerte del inquisidor era mucho mayor que si impedía el asesinato. ¡Será hijo de...!
Otra luz espléndida: ese abrazo de Isabel y Gonzalo Chacón, que evidencia una relación más de padre-hija que de súbdito-reina. El momento en que don Gonzalo alza un poco las manos para acariciar apenas las ropas de la reina con todo su cariño ha sido enternecedor (aunque a Maijo no le gusten esas cursiladas sentimentaloides XDDDD)
El entierro de Muley Hacén... Bueno, si me permitís, esto no lo voy a comentar yo. Sólo decir que ha sido hasta ahora una de las poquísimas escenas que me ha puesto la carne de gallina. Fantástico, sublime. Mabel, todo tuyo
Colón me cae bien. Sé que es el personaje más polémico de todo el capítulo, pero en él hay algo de luz y de sombra. Luz, porque es una imagen a la que no estaba acostumbrado: es un hombre joven, vivaracho, inteligente, osado, un poquito irreverente incluso, paciente, tenaz, que no duda en usar mil y un trucos, en mentir, en engañar “con trucos de buhonero” con tal de ser escuchado, con tal de tratar de convencer a su interlocutor. Pero al mismo tiempo he visto en él una sombra... Hablamos luego de ella...
Me ha encantado, por último, ese excelente acierto narrativo de mostrar en sucesión imágenes del entierro del Muley en las montañas (unas imágenes sobrecogedoras, mágicas, sublimes) y del nacimiento de Catalina en Alcalá de Henares, con todos los cortesanos rezando en latín ante la alcoba de la reina al igual que los ulemas en árabe ante el catafalco del emir de Granada. No es muy original, reconozcámoslo, pero sí es muy efectivo: la Vida (Catalina) contra la muerte (Muley Hacén), pasado contra futuro, Cristo contra Mahoma, la Concordia (Isabel/Fernando/Chacón) contra la Discordia (Zoraida/Aixa/Boabdil)... Magnífico...
SOMBRAS
Curiosamente, en este capítulo a pesar de haberse introducido nuevos personajes no me ha costado apenas seguirlo, tal vez porque las tramas se van poco a poco cerrando, y eso que no han faltado: el embarazo y la preocupación de la reina, Colón, la revuelta de los remensas, el crimen de Arbués y la trama granadina. Sin embargo, repito, no me ha resultado tan difícil de seguir como otros...
En defensa de Maijo, he de decir que sí, que es verdad que hay mucho sentimentalismo en esta temporada, mucho besito tierno y mucho abrazo. Pero a mí, qué quieres que te diga, me gusta... Me enternece. Será que me hago un poco yayo, ya.
Otra sombra que conviene aclarar: el baile de fechas del capítulo. A ver... Hemos visto la toma de Ronda (22 de mayo de 1485), la muerte de Muley Hacén (probablemente a comienzos del verano de 1485), la muerte de Pedro de Arbués (14 de septiembre de 1485) y el nacimiento de la infanta Catalina (16 de diciembre de 1485)... junto a la Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) llegada de Colón a la Corte (1486) o la Junta de Salamanca, que rechazó el proyecto colombino por considerarlo inviable (1487). Vale, lo entiendo, en la serie se juega un poco con los meses y aún con los años... pero por eso precisamente es mi obligación como historiador aclararlo...
Y, por último... el personaje de Colón. Al margen de que lleva un bolsaco de cuero en bandolera que se parece mucho a una cartera de colegio
moderna (con ese cierre de hebilla y tal), lo he visto un poco... bufoncete: por ejemplo, en la corte de Portugal me ha recordado un poquitillo a Andrés Pajares diciendo eso de “¡Cabroneiro, que eres un cabroneiro!”. No sé, me ha dado esa impresión en el tratamiento del personaje a nivel guión, al margen de la interpretación de Julio Manrique...
Y eso es todo... Sólo añadir el texto original de la “jarcha” que le está leyendo Zoraida a Muley Hacén en la alcoba cuando reciben al Zagal. Una cantiga que seguro que Mabel conoce muy bien:
Vaise mio corachón de mib.
¡Ya Rab!, ¿si se me tornarad?
Tan mal me dóled li-l-habib:
enfermo yed, ¿cuánd sanarad?”
He dicho...