Foro DINASTÍAS | La Realeza a Través de los Siglos.

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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 22:09 
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NANA escribió:
Minnie, que maravilla de trabajo.
Como siempre es un verdadero placer leerte.
Tengo algunas fotos de las casas donde se conocieron Alfonso Xll y Crista.
Si pensais que ya no corresponde, las quitais.


Gracias, bonita, pero ya vés que lo bueno de este tema es que parece que incita a participar a todo el mundo, jajaja. Una delicia.

Las fotos me encantan. Hace poco, leí en algún sitio que Crista conservó toda su vida un recuerdo casi idealizado de aquellos primeros días en Arcachón. Incluso tenía, en un album, unas flores secas que ella guardó con auténtico mimo con una inscripción que decía algo así: "Del ramo que le regalé a mi Alfonso durante nuestros días en Arcachón" (no es literal, algo así, pero lo de "mi Alfonso" sí es textual porque se me quedó grabado a fuego en la mente).


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 22:31 
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Alfonso XII, minado por la enfermedad que anidaba en su interior, forzó la máquina al máximo desde finales de 1884 a finales de 1885. Trataré de resumir, porque éste no es el tema de Alfonso. Pero en esencia todo empezó en la noche de Navidad de 1884, o sea, cuatro días antes de que se cumpliesen diez años del pronunciamiento de Martínez-Campos (=cuatro días antes de la boda de José Ramón con Chichita, para situarnos en el hilo argumental que seguimos hasta ahora).

En la noche de Navidad de 1884, los madrileños abandonaron sus casas y salieron en tropel a las calles en una reacción de puro pánico tras haber sentido que se movían los muebles, oscilaban las lámparas, parecía moverse el suelo bajo sus pies. Efectivamente, se trataba de la onda expansiva de un terremoto que acababa de asolar las provincias de Almería, Granada y Málaga. Alfonso XII no quiso quedarse a resguardo en palacio: salió casi de inmediato hacia las provincias en las que la destrucción se había cebado. Entre los días 9 y 22 de enero de 1885, Alfonso se dió una paliza monumental; recorrió pueblos y ciudades, con largos tramos de camino a pie o a caballo pero por caminos casi intransitables. La empatía de Alfonso con las víctimas del terremoto se convirtió en algo casi legendario. Nadie ha olvidado escenas como las que se vivieron en los arenales de la ciudad de Málaga, dónde docenas de personas que se habían quedado sin casa habían montado una especie de improvisado campamento. Cuando vieron llegar a Alfonso hasta ellos, debieron quedarse literalmente apabullados; reaccionaron ofreciéndole las sardinas que estaban asando en pequeñas hogueras, una invitación humilde que el rey acogió con la mayor complacencia. La estampa de Alfonso saboreando sardinas a orillas del mar con damnificados del terremoto es una de esas que conmueven al más pintado.

Cuando Alfonso volvió a Madrid, absolutamente exhausto, fue informado de que una plaga de filoxera estaba aniquilando los viñedos españoles. Y como a perro flaco todo se le vuelven pulgas, enseguida se produjo un brote de cólera morbo que, desde los puertos de Valencia y Murcia, acabó expandiéndose a través de Andalucía y Castilla. Don Alfonso se saltó a la torera la prohibición de Cánovas de moverse hacia localidades afectadas por el cólera morbo; se fue desde su palacio a la estación de Atocha y pilló un tren a Aranjuez, dónde el número de muertos era impactante. Alfonso estaba hecho polvo por entonces: se guardaba en una de sus botas de caña alta un pañuelo que usaba cada vez que sentía brotar de su cuerpo los esputos de sangre. Por eso mismo, todavía emociona más la dignidad y el coraje que exhibió en Aranjuez, recorriendo infatigable hospitales y cuarteles.

A mí al menos me resulta imposible no experimentar un ramalazo de amor (platónico, eso sí) por un Alfonso que ponía el alma en "ganarse el jornal" cuando su cuerpo empezaba a advertirle de que la tumba aguardaba a la vuelta de la esquina. Después del veraneo en La Granja, Alfonso no había experimentado ninguna mejoría. El 28 de septiembre, el doctor Camisón informó a Cánovas de que al rey, que llevaba dos días postrado en cama, le quedaban a lo sumo unas semanas de vida. Se barajó la opción de enviarle a Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, por si las brisas marinas ejercían un efecto benéfico. Sin embargo, no se creyó que estuviese en condiciones de afrontar un trayecto tan largo, así que se le trasladó a El Pardo. Hasta el 14 de octubre, Alfonso se portó bien, en el sentido de que permaneció en sus aposentos siguiendo las directrices de sus médicos. Sin embargo, el 14 de octubre se hartó de su confinamiento: exigió que se le permitiese retornar a Madrid para asistir a unas carreras en el Hipódromo. El 17 de octubre visitó a la Virgen de Atocha; sin embargo, esa noche ya no tuvo fuerzas para presidir en su palco la inauguración del teatro de la Princesa, un gran evento en el Madrid de la época. De presidir el acto se encargaron la ex reina Isabel II y las infantas Isabel y Eulalia. Al día siguiente, se hizo evidente que Alfonso tenía que volver a El Pardo.


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 22:53 
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Don Antonio Cánovas tenía un problema.

El rey se les moría, con sólo veintiocho años. Con el rey, se moría la esperanza, la expectativa, de un largo período en el que ocupase el trono ese mozo destinado a ser El Pacificador. De su segunda esposa, sólo había dos niñas de corta edad. La segunda esposa estaba encinta, pero en los inicios de una gestación que podía malograrse fácilmente. Considerando la suma de los factores, la línea de sucesión estaba conformada en ese momento por cuatro féminas: en primer lugar, la infanta Mercedes; en segundo lugar, la infanta María Teresa; en tercer lugar, la tía paterna de mayor edad de ambas chiquitinas, la princesa Isabel, una viuda sin hijos; en cuarto lugar, la tía paterna Paz, casada con un príncipe de Baviera. Era un panorama desolador.

Cánovas necesitaba tiempo. Cada día que se ganaba sin que el pueblo supiese que el rey estaba a punto de fallecer, era precioso, porque les daba margen para consensuar lo que sería el futuro inmediato de la nación. El embarazo de la reina hacía aconsejable no proclamar reina a Mercedes; había que esperar por si acaso la reina llegaba a dar a luz un varón. En cualquier caso, de una niña o de un niño, alguien debería ejercer la regencia. Según parece, en el entorno de la ex reina Isabel II no faltaban quienes le habían sugerido que, de producirse una desgracia, ella podría desempeñar el papel. Pero, dentro de la legalidad, se trataba de que se encomendase la misión a María Cristina, nacida archiduquesa de Austria. A Cánovas en concreto la idea le causaba urticaria: consideraba a María Cristina "sotte" -una tonta de remate-. Ella tampoco simpatizaba con él, todo hay que decirlo. No ocultaba que prefería ampliamente a Práxedes Mateo Sagasta.

Hubo que ocultar que el rey agonizaba, enviando a la reina Crista, a la ex reina Isabel II y a las infantas a presidir distintos actos públicos. Para todas ellas, fue una experiencia traumática que se las moviese de una casilla a otra de aquel peculiar tablero de ajedrez, peones de valioso metal con piedras preciosas engastadas, pero peones al fín y al cabo. Les mantenían alejadas de Alfonso. Isabel II acabaría lanzando un "cri de coeur": "¡Se muere, se muere! Y le dejan morir solo como un perro". En el caso de Crista, jamás perdonaría a los que ella consideraba responsables de aquella "cobertura a la enfermedad real": don Antonio Cánovas, Pepe duque de Sesto y Laureano García Camisón. A decir verdad, quien dirigía la obra era don Antonio, a tenor de los informes médicos que le hacía llegar Laureano. Pepe estaba desolado ante la situación, si bien debía comprender la importancia de aguantar mecha. Aunque Crista más tarde no estableciese distinciones, Pepe había ído en busca el día 24 de noviembre de Crista, Isabel II, los duques de Montpensier, Isabel y Eulalia, para que acudiesen al Pardo, aunque esa noche Cánovas mandase a las damas de la familia al teatro. Ese mismo 24 de noviembre, Cánovas y Sagasta celebraban la entrevista definitiva para ordenar la sucesión.

Asimismo, a las seis de la madrugada del 25 de noviembre, fue Sesto quien recorrió el palacio buscando a alguien que avisase de inmediato al cardenal Benavides para que acudiese a dar la Extrema Unción a Alfonso. A esas alturas, Pepe estaba más que tocado: estaba hundido. La joven infanta Eulalia recordaría durante décadas cómo Pepe duque de Sesto había prorrumpido en llanto mientras balbuceaba que Alfonso se les íba. La infanta Isabel, menos propensa a recrear escenas dramáticas, condensaría su opinión en una frase: estaba convencida -afirmó- de que Pepe Alcañices sólo había amado a dos personas en toda su vida, a su madre doña Inés y a su rey Alfonso XII.


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 23:25 
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No tengo palabras... :bravo:
A todos, por los maravillosos grabados y fotos y todo lo habéis aportado que ha enriquecido tanto el hilo. Estamos en el PEOR momento me imagino, de la vida de los Sesto... y eso que aún no había ocurrido todo.

Minnie, cuando se nos muera Alfonso, que ya fue mala suerte para España, porque las consecuencias de su muerte, yo soy de la opinión que se prolongan hasta 1975, con la mayoría de nosotros nacidos y hasta crecidos, jaja, cuando muera, haznos un poco de retrospectiva de lo que fé la cohabitation de los Sesto y Alfonso-Crista, por favooor...

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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 23:31 
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Qué susto me has dado con eso del PEOR MOMENTO, pues por un instante creí que te estabas refiriendo al foro... >:)


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 23:34 
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:DD :DD :DD
que buenas las fotos!!! mil gracias...este foro es un lujazo!!
Madrid era un pueblo!! si la casa de duque está en medio del campo!! :shock:
hay una que parece tomada desde lo alto de la calle alcala, y a la izquierda se ve un edificio que parece las cortes, pero las cortes esta un par de calles más al sur....es un edificio con columnas y leones...¿que edificio es????
traladaron las cortes??

y Sophie!!! monta una boda y ni aparece!! hay que valer!!

minnie sigue por favor..estoy enganchaita perdida... >:D<


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 14 Feb 2010 23:41 
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Os tengo que confesar que a mí lo que me pone los pelos como escarpias es esa frase de La Chata, afirmando taxativamente que el duque de Sesto sólo había amado verdaderamente a la marquesa Inés de Alcañices, su madre, y a Alfonso XII, su rey. Ciertamente, sólo en dos ocasiones se vió a Pepe llorar sin rebozo en público. Coincidió con el fallecimiento de Inés y con el fallecimiento de Alfonso XII.

A partir de la muerte de Alfonso XII, el poder se desplaza a la regente María Cristina. Durante meses, el país aguarda a que se produzca el desenlace del tercer embarazo de la soberana. Se trata de un varón, la más minúscula porción de rey que podía corresponderle a una nación. Aunque Crista había deseado llamarle Fernando, las presiones la obligaron a llamarle Alfonso. Alfonso XIII.

Cuando afianzó su posición, Crista aprovechó para renovar el círculo interno de poder palaciego. Uno de los que cayó irremisiblemente fue Pepe duque de Sesto. A decir verdad, Pepe había servido lealmente a Crista desde el mismo instante del deceso de Alfonso; ya sabemos que la fidelidad de Pepe a la corona estaba por encima de todas las cosas. Él había sido encargado de llamar a Práxedes Mateo Sagasta a la entrevista en la que Crista le encomendó la tarea de formar gobierno. Él asistió, en posición destacada, a la jura solemne de la regente enlutada ante las Cortes. Pero el 19 de diciembre, pocas semanas después del fallecimiento de Alfonso, Crista le relevó del cargo de Mayordomo Mayor de Palacio. En adelante, esa posición recaería en el duque de Medina Sidonia. Para humillar a Pepe más, le otorgó dos cargos menores. Por un lado, se convertía en mayordomo mayor de las dos infantas hijas del finado Alfonso XII, Mercedes y María Teresa. Simultáneamente, recibía el título de director de la yeguada de Palacio.

Se puede suponer la cara de besugo que debió de quedársele a Sophie al enterarse. Ella no se había hallado en Madrid durante los días de la muerte y exequias de Alfonso XII; había salido antes de que se produjesen esos hechos hacia París movida por el impulso de apoyar a su amiga la marquesa de Torrecilla, cuyo marido había sufrido un estúpido accidente con un huesecillo de pollo; se lo había tragado, no había forma de que lo expulsase de la garganta, estaba ahogándose y hubo que practicarle una operación de emergencia que no bastó para evitar la muerte del pobre hombre. Es de imaginar que Sophie, que había antepuesto el deber de confortar a una amiga en apuros esperaba cambios con motivo del ascenso a la regencia de la viuda de Alfonso, pero no de ese calado ni con semejante inmediatez.

La pregunta aquí sería: ¿¿porqué le tenía tantas ganas Crista a Pepe duque de Sesto?? ¿¿Porqué no pudo esperar ni siquiera un mes antes de retirarle la dignidad de Mayordomo Mayor de Palacio al que había sido, sin lugar a dudas, mentor y mejor amigo de Alfonso XII?? ¿¿De dónde emanaba ese furioso deseo de revancha, esa implacable determinación exhibidos por la nueva regenta??.

La respuesta siempre parece ser la misma: celos, sólo celos y nada más que celos. Por una parte, es posible que Crista experimentase celos de la especial afinidad y complicidad que había unido a Pepe con Alfonso XII. No se trata de algo sorprendente: no pocas mujeres a lo largo de los siglos han experimentado esa clase de celos hacia "el mejor amigo" de sus parejas. En otro sentido, a María Cristina se le había ofrecido una imagen de Sesto en la que éste salía mal parado. Sesto era, en esa imagen, el eterno compinche del rey en sus correrías, el que le había servido de alcahuete en no pocas ocasiones. Hay una historia curiosa que se ha perpetuado en diversas obras, según la cual Crista, que ya tenía la mosca detrás de la oreja con Sesto porque le atribuía a éste el dudoso mérito de haber protegido los amores adúlteros de Alfonso, mayormente con la Sanz, sorprendió en cierta ocasión a Alfonso y Pepe en una posición un tanto comprometida. Al parecer, Alfonso se desternillaba de la risa mientras Pepe imitaba, con gestos procaces, a cierta artista que parecía que íba buscando guerra. A Crista le pareció una falta intolerable de decoro: se acercó y le asestó un bofetón de cuidado al duque. En teoría, Alfonso había tenido que comerse el marrón, al igual que Pepe, que debió acordarse del ministro Carlomarde con la frase "manos blancas no ofenden" dirigida a la infanta Luísa Carlota que acababa de cruzarle la cara. Esa historia de la bofetada de Crista a Pepe ha sido juzgada creíble por numerosos autores. Sería una señal inequívoca de que Crista había llegado a considerar a Pepe un individuo deleznable, influencia negativa por entero en la vida de Alfonso. También sería una señal inequívoca de la fuerza del resquemor que empezaba a acumularse dentro de Crista hacia Pepe.


Última edición por Minnie el 15 Feb 2010 09:35, editado 1 vez en total

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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 15 Feb 2010 00:34 
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Mañana al rojo vivo. (wink)

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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 15 Feb 2010 04:22 
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Hola Minnie!llegué hoy a Buenos Aires pero durante mis vacaciones,estuve siguiendo el relato,es apasionante.Trataré de ayudar un poquito,aunque ya lo desarrollaste magníficamente;precisamente por el trabajo que te tomaste para hacer tan vívida esta historia corresponde que te ayudemos aunque sea con una frasecita. =D>

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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 15 Feb 2010 10:11 
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Gracias, Ali ;)

Al tajo de nuevo, jajaja.

Pepe debió sentirse "maltratado" con la actuación de Crista. En el organigrama de la corte española, pasar de ser el mayordomo mayor DE PALACIO a ser el mayordomo de la casa de las dos infantitas equivalía a bajar varios peldaños de golpe. Pero la situación íba a empeorar a raíz de un tremendo error de juicio de Crista.

Lógicamente, al quedarse ella a cargo del timón de la familia real y la monarquía hispánica en razón de la minoridad de su hijo, Crista quiso conocer en detalle el estado de sus finanzas. El intendente de la Real Casa y Patrimonio, don Luis Moreno y Gil de Borja, recibió el encargo de revisar exhaustivamente las cuentas, señalando cualquier aparente incongruencia. De manera comprensible, a don Luis le extrañó detectar que, a partir de 1884, se habían reflejado en los balances una serie de partidas destinadas a Pepe duque de Sesto. Cumpliendo su deber, don Luis informó a Crista.

Ahí es dónde confluyen dos elementos decisivos. Del impresionante "cabreo" que pilló Crista se deduce que el fallecido Alfonso jamás había hablado con su segunda mujer acerca del apoyo económico constante que doña Isabel II y él mismo habían recibido de Pepe Sesto en los años de "travesía en el desierto". Alfonso se había caído del guindo relativamente tarde: había tomado plena conciencia de cuánto le debían a Pepe Sesto cuando éste, en una situación de casi bancarrota, se había visto forzado a tratar de evitarla vendiendo el gran Palacio de Alcañices. Seriamente impresionado por la situación de Pepe Sesto, Alfonso había estipulado unos plazos para ir saldando cuentas con el duque. No obstante, no había comentado ni media palabra con Crista. La mantuvo en una perfecta ignorancia en esa materia -igual que en tantas otras-.

Al no conocer el motivo por el que Alfonso había dispuesto esos abonos a Pepe, Crista los interpretó ateniéndose a la -pésima- imagen que ella se había hecho del duque de Sesto. La idea que brotó de modo espontáneo en la cabeza de Crista fue que Alfonso había estado recompensando a Pepe por la dedicación que éste ponía en facilitarle al monarca las aventuras extraconyugales, con hijos bastardos de por medio a quienes había que asegurar un peculio. Evidentemente, en esa recreación mental que se hizo la regente, Pepe quedaba a la altura del betún. Era el proveedor de mujeres fáciles pero caras, que además cobraba por desempeñar el papel de alcahuete.

Me figuro que el rencor acumulado durante años se mezcló con la ira. Crista cedió a un arranque de furia, convocando de inmediato a Pepe a su presencia. Por desgracia, se desconoce el contenido exacto de la conversación de la reina con el duque. Pero se puede colegir que Crista, en una ignorancia cargada de animosidad, le exigió a Pepe explicaciones por ese desvío de fondos de las cuentas reales a las ducales.

Con lo que hemos llegado a conocer a Pepe, es fácil hacerse cargo de hasta qué punto le ofendió la reina María Cristina. En los círculos alfonsinos, nadie ignoraba que el duque había puesto todos sus recursos a disposición de la familia real desde el mismo instante en que Isabel II, con Francisco de Asís y sus hijos, habían llegado a Francia porque España no les quería ver ni en pintura. Pepe nunca había escatimado esfuerzos y trasiegos, pero tampoco dinero. Había recurrido al efectivo y cuando no bastaba utilizaba recursos como el crédito o las hipotecas sobre propiedades diversas. Pero...¿cómo explicarle eso a Crista, que no estaba al tanto porque no había vivido de cerca ese período? Pepe tenía un sentido del honor y del decoro que le impedía justificarse ante aquella austríaca señalándole que Isabel II había sido una manirrota incorregible, que Francisco de Asís había sido un chantajista pertinaz a la hora de asegurarse fondos procedentes de su ex mujer, que los borbónicos exiliados habían estado casi a la quinta pregunta y que la restauración había salido cara de cojones, hablando mal. ¿Acaso se creía Crista que había sido gratis hacer proliferar los broches de concha o de coral en forma de flor de lis, los eventos coincidentes con el cumpleaños o la onomástica del entonces príncipe en el destierro, las hojas volantes, los panfletos ilustrados? ¿Se creía que no había habido que pagar para crear y sostener, por ejemplo, el batallón del Aguardiente?.

Pepe hubiera podido justificar cada peseta recibida de Alfonso -la suma total era bastante inferior a la que él mismo había invertido en la causa monárquica-. Pero eso implicaba airear los trapos sucios de la casa real española. Además, el amor propio y orgullo de raza de Pepe le impedían reivindicarse a sí mismo ante la regente.

El duque debió abandonar Palacio guardando la compostura pero herido en lo más hondo. Me figuro yo que en su mente evocaría al Gran Capitán. De su carácter es un claro reflejo el que, nada más llegar a su casa en Recoletos, llamase a su administrador. Le indicó que se había comprometido a enviarle al día siguiente a Palacio para que presentase al intendente general los bienes de la hijuela correspondiente al ducado de Sesto, título con propiedades italianas bastante rentables. Para Pepe constituía un dolor. Él mismo prefería el título de marqués de Alcañices, pero su esposa Sophie daba prevalencia al de duquesa de Sesto. Sophie se íba a quedar sin el título favorito, en tanto que Pepe renunciaba a una parte sustancial de su patrimonio -todo para cerrarle el pico a María Cristina-. Para que os hagáis una idea de la importancia de la hijuela, el intendente real necesitó dos años para revisarla punto por punto. Esa revisión exhaustiva, para comprobar que la hijuela recogía hasta el último palmo de tierra asociada al ducada de Sesto, constituyó una nueva humillación inflingida a Pepe.


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 15 Feb 2010 10:33 
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Pepe no era hombre que proclamase a los cuatro vientos su indignación. Sin embargo, la redacción del texto con el que dimitía de manera inmediata e irrevocable de todos sus cargos palatinos el 18 de julio de 1889 revela la profundidad de sus heridas. La dimisión de Pepe precedió en pocos meses a la publicación de la famosa novela del padre Coloma, "Pequeñeces", a la que Nando hizo referencia exhaustiva hace montones de páginas. La novela vió la luz por entregas, en el "Mensajero del Corazón de Jesús", a partir de enero de 1890. En ese folletín, Coloma no dejaba títere con cabeza del repertorio de aristócratas que habían liderado la causa alfonsina. Sophie Troubetzkoi aparecía camuflada pero reconocible en el personaje de la duquesa de Bara. Se hacía alusión expresa incluso a la propensión a encadenar un cigarro con otro en su "fumoir" que distinguía a Sophie Troubetzkoi.

"Pequeñeces" debió sentar cual patada en la rabadilla a muchos, pero especialmente a Sophie Troubetzkoi. En su cólera ardiente, amenazó con montar un escándalo. Fue Pepe quien tuvo que sosegarla, dándole a entender que armar la de San Quintin empeoraría el sentimiento de amargo bochorno que la embargaba.

Pero se puede colegir que entre unas cosas y otras, España debía hacérseles bastante penosa en esa época a los duques de Sesto. Multiplicaron sus viajes a Francia e incluso hicieron otras visitas a países extranjeros, por ejemplo Inglaterra. La emperatriz Eugenia, viuda de Napoleón III y mater dolorosa del Príncipe Imperial, vivía a la sazón en Farnborough, en el condado de Hampshire. A finales de 1890, consta una visita extensa de Pepe a Eugenia en Farnborough; es posible que Sophie le acompañase o que se quedase en Meiklour House, la residencia que compartía Emily Jane, condesa de Flahaut, medio hermana menor del difunto duque de Morny, con su marido Henry Petty-Fitzmaurice, marqués de Lansdowne. Sophie nunca había perdido el contacto con los Flahaut, la descendencia del padre biológico de Auguste de Morny.

Cuando Pepe, en 1891, decidió retornar a España, Sophie se negó en redondo. Seguía respirando por la herida de "Pequeñeces", dónde se había sentido muy injustamente ridiculizada. Optó por realizar con su fiel doncella, María Mocorrea de Antón, un largo viaje en el ya mítico "Orient Express" hasta Constantinopla (o Estambul, al gusto). Estambul, con su aire bizantino, entusiasmó a Sophie.


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 Asunto: Re: SOPHIE TROUBETZKOI.
NotaPublicado: 15 Feb 2010 11:11 
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Yo comprendo que quieras, y por supuesto debas, buscar una razón para la actuación de Crista, es normal. Pero hay demasiadas cosas que no encajan. Para otras cosas, Crista estaba bien al tanto, sabía perfectamente como humillar y con que actos y nombramientos dentro de una Casa que se supone le era desconocida, a Pepe, y mucho antes de encontrar lo de las cuentas. Era como mínimo conocedora de un cierto protocolo de rangos precisamente para poder jugar con ellos. Alguien la aconsejaría, a alguien le preguntaría... ¿Tenemos mayordomo de establos...? Ella no venía de una CORTE sino de una familia emparentada con ella, no creo que conociera los rangos y engranajes de puestos. A alguien tuvo que preguntar para poder moverse minimamente. A alguien tuvo que preguntar de TODO para llevar adelante el funcionamiento de Palacio especialmente quedando ella como regente, y justamente, el aspecto mas sustancial de la restauración, se lo pasan todos por alto, nadie le habla de Amadeo, de los desprecios, de los movimientos alfonsinos, de quien los lidera, de que hubo una FR en el exilio y sigue en él, de que alguien tuvo que mantenerlos, mira las cuentas pero en ellas NO VE que no tienen un duro y no se pregunta de donde sacan p'a tanto como destacan, no le llama nada nada nada la atención que esa familia NO TIENE UN DURO, que han vendido joyas, de todo para salir adelante, NO VE NADA DE ESO en las cuentas, sólo ve que se le entregan cantidades a Pepe.

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