Como ya comenté en el foro de los Condé estoy decidido a retomar todos (sí, todos y cada uno) de mis hilos que ahí andan muertos hasta el final... Veremos si no muero en el intento.
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Vista aérea del "castillo" de la familia Naveira
Vamos a remontarnos al año 1841, Don Enrique Beschtedt, recientemente viudo y con una sola hija a cargo, Irene, adquirió una importante cantidad de tierras en la zona cercana a Luján con el fin de hacerse una residencia. Para dicho fin, contrata el arquitecto belga Ernesto Moreau (quién fuera uno de los 8 arquitectos elegidos para la construcción de la Catedral de Luján) para que diseñe y construya (se estilaba que los arquitectos europeos lo dibujen y otro local lo construya, como ven, no fue el caso) un castillo neo-gótico de su gusto.
Le había gustado el campo la primera vez que lo vio, fue amor a primera vista, pero lo que lo terminó de convencer de la compra fueron los sauces que bordean el río Luján.
La casa original se encontraba entre dos ombúes, allí inicialmente se instalaron Don Enrique y su hija Irene, la casa se llamaba “San Enrique”, sería el escenario de muchos felices momentos familiares, fue allí donde su hija Irene se casó con el Dr. Domingo Fernández, con el tiempo sumarían tierras que agrandarían la estancia y mejoras que favorecerían la producción. Allí, también, nacieron los primeros Fernández Beschtedt, sus nietos. La familia se fue agrandando y decidieron que era el momento oportuno de ampliar también la casa familiar para recibir a la nueva integrante, Elina Lucia Fernández Beschtedt, la seguirían luego José Salvador (Ingeniero Civil), Alberto Manuel (ingeniero Agrónomo), Adolfo María (abogado), Manuel José María Flavio (ingeniero de caminos), Enrique (arquitecto), Alfonso Rodrigo (agricultor), y las mujeres además de Elina fueron Enriqueta Matilde y María Inés.
Amantes de los árboles, como ya se comprobó anteriormente, no descuidaron este tema, los parques de la estancia fueron diseñados por el paisajista belga Flamand; podemos encontrar en el campo una variedad de árboles, muchos de especies autóctonas, que le confieren al lugar un entorno de características excepcionales. Todo estuvo preparado finalmente para la llegada de Elina en 1897. La primera nieta.
Lamentablemente en 1913, los Fernández Beschtedt tuvieron que desprenderse de “San Enrique” y así llegó a mano de Doña Matilde Golpe Brañas nacida en 1855, viuda de Manuel Naveira, escribano y cónsul de la Argentina. Su único hijo fue José Roque Naveira Golpe. Don Manuel era a todas luces un magnate: poseía en Buenos Aires 159 propiedades y 49.900 ha. en La Pampa con varias estancias destinadas a la ganadería y agricultura. En pocas palabras… era enormemente rico. Sin embargo, el matrimonio sería breve, Don Manuel falleció en Buenos Aires a los 64 años en 1905 luego de solo 15 años de matrimonio. Fue Doña Matilde quien decidió cambiarle el nombre al castillo por “San José”, patrono de su hijo Pepe. Pepe Naveira decidió continuar la ampliación de la casa, contratando al mismo arquitecto y convirtiéndose finalmente en un entusiasta y experto del arte (neo) gótico.
Respetuoso de las tradiciones y de la historia del lugar no permitió que los árboles plantados por los antiguos dueños se perdieran (ni se talaran), es por esto que tanto la “casa” (si es que la podemos llamar así) como el parque siguieron creciendo, ambos son centenarios aunque quizá… el parque haya tenido mejor suerte.
El destino tiene vueltas, las suficientes para que en 1922, José “Pepe” Naveira se casara en la iglesia San Miguel Arcángel con Elina Fernández Beschtedt, una de las anteriores dueñas del castillo.
“San José” continuó su historia, ha visto crecer varias generaciones, presenciado bautismos, casamientos y sigue perteneciendo a la familia (por lo que he podido constatar). Los hijos de Elina Lucía y Pepe fueron: Matilde Naveira Fernández Beschtedt, Elina Lucía Naveira Fernández Beschtedt y Alfonso Rodrigo Naveira Fernández Beschtedt. Sabemos que al menos los dos primeros tuvieron descendencia, no hay datos del tercero.
Por lo que se sabe, la propiedad aún sigue en manos de los Naveira que han procedido a lotear el parque para, como tantos otros establecimientos, crear un barrio privado, parte del parque también se vendió para poder hacer el aeródromo de Luján. Todo esto no puede explicar el decaímento en el que ha caído la residencia desde sus primeros maravillosos años…
A esto.
Siendo que aún es una residencia privada y no está abierta a visitas su destino al igual que conservación interna es incierto sacando para los pocos visitantes que gracias a contactos con la familia o desarrolladores pueden ingresar.
Esperemos que el siglo XXI sea un poco más bondadoso con esta maravilla arquitectónica perdida en las Pampas.
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"Ma fin est mon commencement,
et mon commencement ma fin".