¡¡Madre mía!! Pobre Urraca... y menudo genio los compostelanos, no se amilanaron ni ante la mismísima reina. ¿Hay algún otro monarca en España que se haya visto en una situación de humillación parecida?

Por cierto, ¿qué pactó la reina con Gelmírez y Traba? Y en cuanto a los hermandiños y populacho... Tenía entendido que estaban contra la gran nobleza gallega y a favor de la reina, ¿cómo entonces todo ese tumulto? ¿Era consecuencia del pacto del que se sintieron, quizá traicionados?

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Yo es que tampoco entiendo muy bien todo este chanchullo, es posible que ni ellos mismos lo tuviesen claro.

Primero, a principios de 1115, Urraca llegó a Santiago dispuesta a atraerse a Gelmírez que controlaba el reino en nombre del pequeño Alfonso. Por razones que nadie conoce, pero que seguramente se debían a la arbitrariedad del obispo al tratar a los pequeños nobles en favor de los magnates, los hermandiños intentaron secuestrarle. El prelado, que vivía con la mosca detrás de la oreja, escapó por los pelos. El caso es que los partidarios de Gelmírez acusaron a la reina de estar detrás de la intentona y ella tuvo que jurar solemnemente que no era así.

En ese momento es cuando ella se va hacia Segovia con su hijo, se hace con un ejército y vuelve a Santiago a dejar claro quién mandaba. Presionados por la presencia de la reina y los tumultos populares que organizaban burgueses y hermandiños, sin que sepamos muy bien por qué, Gelmírez y el conde de Traba pactan con la reina la reconciliación de ésta y su hijo, o más bien, con el partido nobiliario que controlaba al niño. Se llama pacto de Sahagún. A los hermandiños, burgueses y población local no les sentó bien el pacto y es cuando prenden fuego a la catedral y arrastran a la reina desnuda por un lodazal.

Lo que no tengo muy claro es qué prentendían los hermandiños y burgueses: ¿apoyar a la reina? ¿fastidiar a Gelmírez? ¿o saltar de un bando a otro organizando pitostes callejeros hasta que les den lo que quieren? ¿Y qué quieren? yo supongo que fueros y privilegios que les permitan escapar del control del obispo y de la gran nobleza, lo que pretendía Alfonso el Batallador extendiendo fueros a las ciudades del Camino.

No se me ocurre otra cosa

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.

Estoy con lo último que has apuntado. Quizá querían verse con fueros y privilegios lejos del yugo eclesiástico y señorial, y el pacto suponía seguir como hasta ahora, lejos de lo que demandaban. Toda una revolución; sí, sí.

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La catedral de Santiago desde la tribuna sobre el Pórtico de la Gloria. La foto es mía.

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Alberto Durero.

¡Qué oportunamente he vuelto de vacaciones! La escena de Urraca prácticamente desnuda, apedreada y arrastrada por el barro en Compostela la tengo en la cabeza desde que era muy niña ;-)

En cuanto a los Irmandiños...así se denomina, de manera conjunta, a los miembros de las Irmandades que se formaron para defender básicamente los intereses de los burgueses y por extensión del pueblo llano. Si no me falla la memoria, precisamente las primeras Irmandades se formaron para plantarle cara al casi todopoderoso obispo Diego Xelmirez, que tenía en su contra incluso a un sector importante del clero galaico. Pero las Irmandades más famosas son posteriores...quizá la que casi cualquier gallego tendrá en su cabeza será siempre la denominada Irmandade Fusquenlla. La Funquenlla tuvo sus orígenes en el cabreo monumental de todos los vasallos hacia Nuno Freire de Andrade, el entonces señor de Pontedeume, Ferrol y Vilalba, o sea, un buen pedazo de territorio. Nuno era muy exigente con sus vasallos, los tenía acogotados y, para colmo, decidió añadirles un impuesto extra para financiar los agasajos que se pensaban ofrecer a un infante de Aragón que estaba a punto de visitarle. Eso fue la gota que rebosó el vaso...hasta diez mil hombres liderados por Roi Xordo se pusieron literalmente en pié de guerra, arrasaron la zona echando por tierra numerosas fortalezas y llegarían incluso a asediar la ciudad de Santiago. Roi Xordo y la Fusquenlla es la parte que recuerdan los gallegos. Si hubiésemos tenido un Sir Walter Scott, sería algo así como la gran novela de la época romántica ;-)

Esto es muy posterior al episodio "Irmandiños contra el Obispo y la Reina" que ha relatado Iselen. A Urraca le cobraron caro con esa escena su manera de buscar una avenencia con el obispo Xelmirez y con el conde de Traba; ella habia tomado el camino a Compostela para enfrentarse a ambos señores, que habian tratado de afianzar la autonomia del hijo de la soberana con respecto a la augusta dama. Los compostelanos se tomaron a mal todo el asunto de que la reina buscase un acuerdo con sus oponentes y de ahi vino todo el percal. Creo que luego Urraca pudo tomarse la revancha...pudo hacerse con el control de la ciudad y hubo un ajuste de cuentas importante por su parte con los compostelanos que la habian vejado.

Lo curioso de todo es que los Irmandiños empezaron siendo un partido que apoyaba la figura de la reina contra los intereses dl conde de Traba, porque Gelmírez aún no había escogido bando, pero luego fue un desmadre todo.

En muchas otras ciudades de todo el reino estaba pasando lo mismo, Sahagún por ejemplo, pero sobre todo en las ciudades castellanas que estaban viendo como Alfonso I de Aragón beneficiaba con extensos privilegios a las villas de su propiedad en contra de las apetencias de los señores. Eso era lo que querían todas.

En Oviedo por ejemplo, es el caso que mejor conozco, hubo sus más y sus menos con el obispo Pelayo porque la capital del Principado es una villa regia, no un dominio señorial (recordad que los obispos también son señores), excepto por aquella pequeña parte rodeada por una cerca que los reyes asturianos donaron al obispado y que incluía la iglesia de San Salvador, la de Santa María y el palacio real. Las 2/3 partes de la ciudad seguían siendo del rey, pero Pelayo las quería y no paraba de entrometerse con el cabildo y de falsificar documentos de donación.

La pelea por desvincularse de los señores durará toda la Edad Media hasta que llegan los Austrias y descubren que vender "cartas de libertad" es una fabulosa manera de conseguir dinerito. Riosa, por ejemplo, compra su libertad a Felipe II el 17 de diciembre de 1579 por la nada desdeñable cantidad de 199,721 maravedíes de oro, cada maravedí pesaba 3,8 gramos de oro según había estipulado el rey Alfonso VIII la primera vez que se acuñaron.

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Pedro Froilaz, el conde de Traba, tuvo que ser todo un personaje. Muy imbuído de su propia importancia, arrogante y jactancioso. Llegó a firmar documentos dándose a sí mismo el título de "principis Gallecie". Ya me gustaría a mí igualarle en desparpajo, jajajaja.

Yo imagino que los Irmandiños estarían hasta el cogote de un noble tan aficionado a subrayar su hegomonía como Pedro Froilaz. Cuando Froilaz y Xelmírez se pusieron a partir un piñón, la opción natural de los Irmandiños era apoyar sin reservas a Urraca. No me extraña que les cabreara de lo lindo el que, en un determinado momento, la misma Urraca que se supone íba a meter en vereda al conde y al obispo, decidiese que le venía mejor reunirse con ambos para alcanzar algún acuerdo. Vamos, si yo soy una compostelana de entonces, seguro que también me enfadaría de lo lindo, porque ella íba a apañar lo suyo, pero dejaba en la estacada a quienes habían decidido respaldarla frente a los dos grandes señores de aquella tierra ;-)

Me gusta el duo

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La risa es un antidepresivo sin efectos secundarios

Urraca no se engaña, sabe que a ella no la soportan y a quien quieren es a su hijo, así que lo convierte en una especie de "rey asociado". De esta manera los apoyos del príncipe serán también los suyos. La reina no tenía un pelo de tonta, lo suyo era mala suerte más que nada

Y tenía fuerza de voluntad para rato, porque hay que ver la de veces que le vino todo en contra y aguantó a pie firme. La vida de Urraca es un constante lío: líos con el obispo Gelmírez, con su hermana Teresa, con su amante Pedro González de Lara con el que tuvo dos hijos y líos con su propio hijo y heredero.

Alfonso Raimúndez, futuro Alfonso VII, en una imagen posterior, de izquierda a derecha: sus hijos Sancho III y Fernando II, el abad Willlelmus, el rey y el conde Ponce de Cabrera. Este dibujo pertenece al diploma de una donación hecha por el rey en 1148, se conserva en la Hispanic Society of America.



En 1116, cuando arrastraron a su madre por el barro, el niño tenía 11 años y llevaba toda su vida envuelto en las intrigas del poder, yendo de un castillo a otro, semi secuestrado a veces, oculto para librarle de sus enemigos o para ser mangoneado a su antojo por sus amigos, era una pieza de negociación para todos, para su madre un adversario o una garantía según soplase el viento, convertido en la bandera de la baja nobleza gallega, en prenda del equilibrio del reino según los planes de Gelmírez, jefe natural de los guerreros de las fronteras con el islam y esperanza del pueblo llano.

Demasiada responsabilidad sobre unos hombros tan jóvenes, menudo asco de infancia, pobrecito. Con ese percal, es una suerte que nos haya salido un rey excelente y no un resentido insoportable.

La única razón por la que el reino de León no se ha ido al traste es porque a estas alturas ya existe un Estado al margen de quién se siente en el trono: los señores controlan sus señoríos (nobles y eclesiásticos) y los concejos las villas regias, los nobles de la frontera mantienen el pulso contra los almorávides por su cuenta y riesgo. El día a día funciona perfectamente sin que importen Urraca o Alfonso.

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En 1117 se produce un cambio en el equilibrio de poder. Fallece muy anciano Pedro Ansúrez, alférez real que fue de Alfonso VI, el último de los caballeros de la generación del Cid y Álvar Fáñez. Por su edad y su experiencia había acaparado una considerable cuota de poder que ahora irá a parar a manos del amante de la reina, Pedro González de Lara.

No os creais que el de Lara es un cualquiera que se aprovecha de la relación con la reina. Es la cabeza de una importante familia castellana, fue alférez para Alfonso VI en su juventud y estuvo en la I Cruzada a las órdenes de Raimundo de Tolosa formando parte del séquito de su esposa Elvira, hija ilegítima de Alfonso VI, a la que acompañó de vuelta de Tierra Santa tras la muerte del conde en 1105. Las crónicas mencionan una pequeña compañía de caballeros españoles que tomaron parte en el sitio de Nicea, los comandaba Pedro, apodado el Romero o Peregrino, y formaban parte del entourage de la condesa Elvira. Una crónica del siglo XIII afirma que era excelente en el manejo de las armas.

Por este cambio de poder, la facción castellana pesará más en la corte que la gallega a partir de ahora, lo que traerá aún más lios (pobre Urraca )

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A lo largo de los años asistimos a la progresiva consolidación de la figura de Alfonso como rey. En 1118 es coronado formalmente en Toledo el séptimo de ese nombre, mientras sus huestes recorren Segovia y Toledo asentando a la población insubordinada y despejando el territorio. El arzobispo de Toledo reconquista Alcalá de Henares en nombre del pequeño rey.

A modo de curiosidad, y aunque son exactamente 100 años posteriores a los hechos que os cuento, más o menos de la época de la batalla de las Navas, aquí tenéis los frescos de la iglesia de San Román de Toledo. Son las pinturas románicas más meridionales de la península, más al sur empieza el gótico





Para ayudar aún más a nuestro pequeño monarca en el año 1119 llega al solio pontificio un borgoñón: Guido de Vienne que será Calixto II y que es ni más ni menos que su tío, el hermano de su difunto padre Raimundo de Borgoña. No hace falta que os diga que el Papa adora a su sobrino y es súper amigo de Gelmírez, al que convierte en legado pontificio para toda la península.

Urraca no se opone al ascenso de su hijo, pero no por ello quiere perder poder. Pretende seguir siendo reina a pesar de su hijo. El problema es que, para la población y la nobleza, Urraca es el símbolo del desequilibrio, la guerra civil y las penurias de los últimos años (sin comerlo ni beberlo la pobre porque la verdad es que los pifostios se los organizaron desde fuera) Gelmírez trata de subrayar el papel de Alfonso porque sabe que es el único capaz de conciliar todos los intereses del reino. Alfonso es el equilibrio.

A lo largo de su vida Gelmírez intentará neutralizar a la reina, mientras que Urraca intentará neutralizar al obispo. Así vivirán, de querella en querella.

A todo esto, por si os interesa saber qué pasaba en otros lados: Teresa se queda atascada a la altura de Coímbra contra los almorávides, la reconquista de Portugal excede con mucho sus fuerzas, mientras que hacia el este los almorávides aún no dan crédito a la conquista de Zaragoza por parte del Batallador, esta claro que lo han minusvalorado y les ha salido caro. Hacia 1120 Alfonso de Aragón está sitiando Calatayud, la segunda ciudad en importancia de la taifa de Zaragoza, ayudado por un gran amigo y compañero de armas que por entonces contaba 50 años. Se llama Guillermo de Poitiers, es el duque de Aquitania, poderosísimo por sus territorios más extensos que los del rey de Francia, famoso por sus aventuras amorosas y por ser el primer poeta en lengua romance ¿Os suena?

Y mientras el emir de al-Ándalus hace lo imposible al frente de su ejército por frenar al Batallador, su población descontenta empieza a escuchar los ardorosos discursos de un predicador bereber llamado Ibn Tumart, que acaba de fundar un movimiento llamado almohade..

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El sueño unificador de Alfonso VI se ha ido al garete: Aragón ya es el doble de extenso de lo que recibió el Batallador en herencia, sumándose Navarra; León, Castilla y Galicia forman otra unidad; Portugal cada vez en más independiente y el condado de Barcelona va a su bola. La España de los cinco reinos está configurada.

En Galicia, Gelmírez es el hombre fuerte: su posición es la más decisiva en la corte, sus posesiones territoriales son muy extensas y contaba con su propia fuerza militar (incluyendo una marina de guerra). Los nobles no están contentos, con el de Traba a la cabeza, obviamente.

Teresa, al ver que no podía ir más hacia el sur porque los almorávides la taponan, no tiene mejor ocurrencia que pactar con la alta nobleza de la zona, con el de Traba a la cabeza otra vez, e ¡invadir Galicia! Esta vez es Urraca la que, con sus tropas, pone en fuga a su hermanita después de reconocerse soberana y condesa respectivamente. Realmente a la reina Portugal le da igual, a los que necesita controlar es a los gallegos, que son los culpables, reincidentes, de la desestabilización del reino.

Más o menos la situación se resume de esta manera: Urraca gobierna León y Castilla, Gelmírez Galicia, Teresa manda en Portugal y el rey Alfonso encuentra sus mejores apoyos en los guerreros del reino de Toledo y Extremadura, pues es en la frontera sur donde se combate en su nombre y donde se le está educando en el arte de la guerra.

Parece que está todo tranquilo... pues no. Es Alfonso el Batallador el que viene a jorobar, porque tras sus victorias mira hacia Castilla, esa frontera nunca bien precisada entre ambos reinos cuyas plazas fuertes recompuso hace años cuando, en teoría tras su matrimonio, esa frontera no existía. Navarra tiene considerable influencia en extensas zonas de Burgos y Álava, eso está inquitantemente cerca del núcleo castellano y ni Urraca ni su hijo (que ya tiene 15 años así que vamos a dejar de llamarlo pequeño o niño) se sienten cómodos con ello. Habrá asedios y demostraciones de fuerza en torno a Soria, Guadalajara, Toledo y Segovia, pero nunca guerra abierta.

En mayo de 1124, con 18 años, Alfonso Raimúndez es armado caballero , nuestro pequeño rey ya es un hombre.

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