Aprovechando que Rodrigo se dedica al
dolce far niente vamos a echar un ojo a la situación en su antiguo hogar. Castilla está a punto de vivir un momentazo épico: en mayo de 1085 Toledo, la vieja y añorada capital del reino hispanogodo, vuelve a manos cristianas. Si recordáis, al-Qadir le debía la ciudad al rey Alfonso VI por su ayuda contra el rey de Badajoz y a cambio se quedaría con la taifa valenciana (ese reino, Valencia, había pertenecido brevemente al abuelo de al-Qadir, aquel buen amigo de Alfonso que le dio asilo en su ciudad cuando Sancho le arrebató su herencia, y posteriormente se independizó).
Alfonso lleva desde 1080 controlando de cerca al pobre al-Qadir, quien gobierna su reino bajo el protectorado del leonés, y desde entonces se está planteando cómo incorporar los territorios toledanos a Castilla y León causando los menores problemas posibles. Como al-Qadir se veía cada año incapaz de pagar las parias que le adeudaba, Alfonso iba quedándose a cambio con un castillo por aquí, o una villa por allá, todas en lugares estratégicos por si fuese necesaria la conquista armada, pese a que prefería evitar ese trance. Tras 5 años esperando pacientemente, el monarca cristiano cree que ha llegado el momento de hacerse con el preciado tesoro, y de paso hacer olvidar la vergüenza que supuso caer en la trampa de Rueda, y se dedica a presionar con una serie de campañas de desgaste por tierras toledanas, y a sobornar para captar las voluntades de la población, con lo que el 6 de mayo de 1085 Toledo decide rendirse voluntariamente. En realidad, esta capitulación es pura formalidad, hace tiempo que Alfonso los tiene pillados por la chilaba y era imposible que se zafasen.
El 25 de mayo de 1085, un rey cristiano entra triunfalmente en Toledo tras más de 350 años de dominio musulmán. Ahí es nada
Evidentemente, fue un acontecimiento de resonancia internacional, toda Europa se hizo eco y lo celebró a lo grande. El papa Urbano II (el proclamador de cruzadas) restauró la sede toledana como primada de España. Y entre los musulmanes cayó como un jarro de agua fría.
Febrero de 1086 es un mes movido: fallece el rey al-Mutamin de Zaragoza y Alfonso VI cumple su parte del pacto y conquista Valencia para al-Qadir. De hecho, el capitán de la hueste que la conquistó no es otro que Álvar Fáñez, gran amigo del Cid. De paso se ocupan plazas como Madrid, Talavera y Guadalajara, se llega a poner cerco a Zaragoza, Badajoz y Córdoba y los cristianos llegaron a combatir a los musulmanes en Nívar, a 9 km escasos de Granada. Toda la España mora podría haber caído en este momento y nos habríamos ahorrado 400 años de guerra, si no hubiese sido por la genial ocurrencia de llamar a los almorávides que tuvo el novio de la boda, convertido en nuevo rey de Zaragoza. Claro que hay que entender que su situación es un poco desesperada: el rey de León ahora es Emperador de verdad de la buena, cabeza de todos los reinos españoles, incluida al-Andalus. A los musulmanes se les pusieron los pelos como escarpias y entre sus gobernantes se desató una auténtica oleada de pavor.
Por cierto que ese cerco a Zaragoza del año 1086, de quien Alfonso exigía el pago de las parias y que dejasen de tocar las narices a su protégé el flamante y nuevo rey de Valencia al-Qadir, pone a Rodrigo en una situación difícil. El Campeador es el responsable de la defensa del reino, pero no estaba dispuesto a luchar contra su antiguo señor (que por cierto aún lo sigue siendo de sus cuñados que son los que cuidan de su familia). Todo parece indicar que, muerto muy recientemente al-Mutamin como ya he dicho, siguió disfrutando del favor de su hijo y sucesor Áhmad Al-Mustaín II durante 9 meses, hasta esta campaña. Las fuentes, cristianas o musulmanas, no dicen ni mu sobre la participación de Rodrigo en la defensa de Zaragoza, precisamente porque no intervino y prefirió mantenerse al margen en el conflicto que enfrentaba al que él creía en su fuero interno que era su señor… contra el señor que le pagaba el sueldo.
No sé qué hubiesen pensado del Cid los historiadores futuros si Alfonso llega a conquistar Zaragoza mientras nuestro protagonista mira para otro lado sin cumplir su deber por contrato, la cosa no tenía pinta de ser muy honrada… el caso es que al final, Rodrigo se salvó por la campana
Porque mientras estaba Alfonso ante las mismísimas murallas de Zaragoza, le llega un mensaje urgente con malas noticias y tiene que abandonar el asedio: el 30 de junio del año 1086, 70.000 almorávides desembarcan en Algeciras.
Creo que ya lo expliqué en el hilo de las Navas, pero lo repetiré como recordatorio: los
al-morabitun no son pueblo ni etnia aparte, son un movimiento religioso. La historia comienza aproximadamente en la actual Mali donde habitaba una tribu bereber. Los distintos clanes se organizaron en una especie de pequeño estado para controlar las zonas de pastoreo y las rutas caravaneras. A partir de ahí crecieron...
Hacia 1035 uno de sus jeques realizó el obligado viaje a La Meca y se dio cuenta de que sus compatriotas vivían una interpretación más bien libre del Corán, así que se trajo de vuelta a aun alfaquí (un experto en la ley islámica) para que predicara entre sus gentes el islam auténtico. Este Abdala ben Yasín era un tipo rigorista en extremo, lo que hoy sería un fundamentalista, y la verdad es que no tuvo mucho éxito entre la gente común así que organizó un retiro para sus mejores adeptos y dejó a los demás en paz. Claro que basta que te apartes y te pongas chulo para que la gente empiece a interesarse por tí y pronto fueron muy numerosos los monjes-soldados que iban a esta especie de monasterio (
ribat) a purificarse. Entre ellos destacaban Yahya ben Omar y su hermano Abu Bakr, el primero jefe de la tribu de los lamtuna (tuaregs)
Ya sabéis cómo van las cosas en el Islam: rigorismo religioso + turbulencias políticas = golpe de estado. Los hermanos se hacen con el poder y convierten al país a la rigurosa ortodoxia. Es decir, sólo se podían casar con 4 mujeres libres (adiós harén de concubinas), prohibían radicalmente el vino (nada de uso medicinal), prohibían música y placeres de ese tipo, restablecieron todos los impuestos coránicos y tributos religiosos, etc. Vamos, que no eran la alegría de la huerta estos chavales, pero a la gente común les caían bien porque estas normas perjudicaban sobre todo a los ricos (y en particular a nuestros amigos de las taifas, que vivían como Dios, o como Allah en su caso)
A fuerza de guerra y en nombre del islam más puro, los almorávides extienden su imperio y hacia 1056 ya están al sur de Marruecos, dirigidos por Yusuf ben Tashfín, primo de los dos hermanos originales (un tipo muy austero: vestía harapos y comía dátiles, pan de cebada y leche de cabra o camella). Este hombre convirtió Marraquech en la capital y llegó con sus tropas al Estrecho. Nada se oponía a estos guerreros donde destacaban altísimos senegaleses de raza negra que esgrimían espadas enormes.
En el 1085 Yusuf recibe la famosa petición de ayuda del zoquete zaragozano y de su colega sevillano, que insiste con dos embajadas e incluso se plantó en persona a lloriquear en el propio Marruecos, aunque al final les salió el tiro por la culata. La invasión almorávide es inminente, pero no se dirige contra los reinos cristianos, sino contra las mismísimas taifas, a las que desprecian profundamente por la relajación de sus costumbres. De todas formas Alfonso VI sabe que esta invasión africana pone en peligro todos sus planes y parte a enfrentarse a ellos con su hueste, reforzado por tropas de Aragón dirigidas por el príncipe heredero, el futuro Pedro I, y por la hueste de Alvar Fáñez que andaba por Valencia.
Sin embargo, no llamó a Rodrigo junto a su bien entrenada hueste. Fue un error de Alfonso, acostumbrado a la debilidad de las taifas en cuestiones de combate, subestimar la potencia del ejército almorávide a quienes se sumaron las tropas de todas las taifas del sur: Badajoz, Sevilla, Granada y Almería. Esperaron a los cristianos en Sagrajas, a 10 km al norte de Badajoz, el viernes 23 de octubre de 1086. Los cristianos sufrieron una dura derrota, no sólo por las bajas que fueron cuantiosas, sino porque este encuentro cambió por completo el panorama entre cristianos (que quedaron jorobados) y musulmanes (que se reforzaron).
La mitad del contingente cristiano ha muerto incluido el conde de Asturias, Rodrigo Díaz, hermano de doña Jimena. Esto es toda una novedad en la Península, incluso en durante los peores saqueos de Almanzor, cuando los cristianos creían estar delante del mismísimo demonio, tal era su crueldad, la mayor parte de las veces lo que interesaba a los musulmanes era hacer prisioneros para sus mercados de esclavos o para pedir rescates. La carnicería de esta batalla responde al fundamentalismo religioso de los almorávides y a ciertas prácticas tribales antiguas que, por mucho Islam que profesen, aún no han abandonado. Mientras Alfonso VI abandona el campo de batalla con una herida de lanza en un muslo, sangrando como un cerdo, pero aun así cabalgando 100 km hacia el norte hasta Coria, en medio de la noche, los almorávides decapitaron a los enemigos muertos, acumularon sus cabezas en enormes túmulos y a esas truculentas pirámides subieron los almuédanos para llamar a la oración.