Os presento al general Manuel Pavía, gobernador de Madrid, que, dicho en plata, había reaccionado a la moción de censura exitosa contra Castelar dando un golpe de Estado:
Lástima que no salga en la foto el caballo blanco...
La originalidad de Pavía reside en que no era el clásico caudillo militar que toma el poder para ejercerlo él bajo el argumento de
yosalvaréalapatria. El hombre colocó piezas de artillería en la mismísima Puerta del Sol para mantener a raya al pueblo, repartió abundantes tropas en la Plaza Mayor y se fue con su caballo blanco a irrumpir en el Congreso con la fresca de la mañana. Pero una vez hecho eso, convocó inmediatamente a los líderes de todos los partidos excepto los carlistas y los cantonalistas.
A las ocho de la mañana, en el salón de la Presidencia, estaban todos los llamados por Pavía. No faltaba el general Serrano, duque de la Torre, ni el almirante Topete, tan vinculados a la Gloriosa que había destronado a Isabel. Estaban Echegaray, Mosquera y Balaguer, ministros de la época de Amadeo. Se encontraban asimismo en la pomada Antonio Cánovas, Práxedes Mateo Sagasta, Elduayen, el general Zavala, el marqués de Duero...en fín, no se había "escaqueado" nadie de la reunión. Las cosas discurrieron por una vía que no le gustó en absoluto a don Antonio. La idea que se imponía era la de un gobierno de "concentración nacional" dirigido por el general Serrano, duque de la Torre, que, no obstante, admitiría la República. A Sagasta, Elduayen y el marqués de Duero les parecía estupendo, ya no digamos al general Zavala, que sabía que Serrano le haría Ministro de la Guerra. Cánovas insistió en que él no quería verse implicado en ese gobierno; los alfonsinos se mantendrían al margen. Cuando más tarde otros alfonsinos le reprocharon esa actitud, afirmaría rotundo:
-El propósito del duque de la Torre es consolidar la república unitaria bajo su presidencia vitalicia. Yo no le apoyaré ni me prestaré a sus deseos.Hay que decir que Sophie, esa vez, se posicionó rotundamente al lado de Cánovas: quizá influyese que no aguantaba ni al duque de la Torre ni, en particular, a la duquesa de la Torre, Antoñita, su rival encarnizada. Pepe, que regresó avanzado enero, suscribió ese punto de vista. También el príncipe Alfonso escribiría en febrero desde Viena indicándole a don Antonio que, en su opinión, se había hecho lo correcto situándose fuera de ese gobierno tan peculiar, que surgía de manera omimosa porque Zavala, tras despachar con Serrano, había suspendido las garantías constitucionales mientras no estuviese el país bajo firme control.