El 16 de junio de 1415, Enrique V parte de Londres camino de Southampton para reunirse con el ejército y se instala en Winchester, en el castillo de Wolvesey. Allí recibe a una embajada francesa en la que iba a ser la última maniobra de su juego diplomático.
Enrique les recibe gentilmente, con la cabeza descubierta pero enteramente vestido de oro y rodeado por los miembros de su Gran Consejo. Los franceses plantean de nuevo su deseo de llegar a una paz duradera y repiten su última oferta: una Aquitania ampliada, el matrimonio con Catalina de Valois y una dote de ochocientos mil francos, si Enrique disuelve su ejército. Es decir, que los franceses ya se han dado cuenta de que el rey de Inglaterra planea hacerle la guerra a Francia, por fin, y atinan a reaccionar pocos días antes del embarco y sin ofrecer nada sustancioso. Después de algunos días de negociaciones poco entusiastas, Enrique de Beaufort, obispo de Winchester, les da la respuesta del monarca: quiere a Catalina, los ducados de Aquitania, Normandía, Anjou y Touraine, los condados de Poitou, Maine y Ponthieu " y todos los lugares que pertenecieron a mis predecesores por derecho de herencia". Además recuperaría con la espada cada uno de ellos de ser necesario. Los franceses, por boca del arzobispo de Bourges, se burlaron de sus pretensiones y le advirtieron que sería muerto en Francia o hecho prisionero.
Fracasada su misión los embajadores vuelven a París donde informaron de la intransigencia de Enrique y de lo poco que habían podido averiguar de los preparativos de la guerra. Incluso en este momento, subestiman la fuerza y la envergadura de la empresa del monarca británico, creen que aún pueden llegar a un acuerdo de paz y que como mucho la invasión sería una incursión breve. Hay que tener en cuenta que ellos no conocen los preparativos como nosotros, hasta el más mínimo detalle, y de haberlos conocido no comprenderían su significado. Para ellos Enrique, un rey justo, que cumple sus promesas, que se ocupa personalmente de las cuentas, que habla con sus soldados de tú a tú y que no tolera a los "recomendados", sino que elige a sus consejeros por su valía, es un bicho raro, una especie de excéntrico, pero no consideran que todas esas "rarezas" le vayan a proporcionar una victoria.
Además, Enrique, perfectamente consciente de que había espías franceses en su reino se dedicó a lanzar bulos y retazos de información amañada, que tenían totalmente desconcertados a los Armagnacs.
_________________
La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.