LUCES Y SOMBRAS
CAPÍTULO 38
Tarde, ya sé, un poco tarde porque las circunstancias docentes se han confabulado en mi contra y sólo pude ver el capítulo vía internet ayer por la noche, pero por fin están aquí las anheladas Luces y Sombras de un capítulo y de una serie que conforme pasan las semanas me va abriendo un pozo de nostalgia y de amargura en el corazón. Porque si en el capítulo 37 veíamos cómo Isabel se va apagando poco a poco como un cirio pascual en una iglesia, en éste hemos asistido ya a su última enfermedad, la que sabemos que le llevará a reposar para siempre en Granada. Aunque con una delicadeza exquisita, Martín Maurel nos ha hurtado la causa última del fallecimiento de nuestra amada reina, todo parece indicar que se trató de algún tipo de cáncer de vagina o útero localizado en sus “partes pudendas de muger”, lo cual impedía a la Señora cabalgar (¡Ella, que era consumada amazona y gustaba de galopar por los campos de Castilla desde niña!) debido a los terribles dolores que tal ejercicio le producía.
Debió ser una agonía terrible, en un momento en que -además- el reino, su esposo y sus hijas necesitaban más que nunca de su férrea voluntad (“¡Por salvar a la princesa hemos estado a punto de perder a la reina!”, exclamaba Fernando en el capítulo anterior, como si tal cosa fuese evitable), lo cual acrecentó todavía más, sin duda, los padecimientos de una soberana que veía con desesperación cómo su proyecto político se iba al traste por culpa del azar, de la mala suerte, de la desgracia, de la locura (literalmente) y de la traición.
Felipe de Habsburgo... ¡cuántas veces debieron maldecir sus Católicas Majestades la hora en que se les ocurrió pensar en él como marido de doña Juana! Y, por cierto, qué poquito me creo yo a ese Felipe diabólico, oscurecido por su propia ambición e incapaz de tener sentimientos nobles o de sentir cariño hacia sus hijos y su esposa que representa Raúl Mérida. Sólo le faltan los cuernos... Y sobre Juana, tres cuartos de lo mismo: las escenas que hemos visto reflejadas en el capítulo, con la princesa de Asturias golpeando el suelo de su alcoba para llamar la atención de su esposo o intentando matar al príncipe Carlos sólo por despecho hacia su marido, están documentadísimas... Pero sigo pensando que -con todo el respeto, como siempre- no se ha llevado bien el tema de la locura de Juana en la serie... Analizaremos el porqué.
Desolación en la corte francesa de Blois (¡impresionante ese Luis XII vociferando como un Carlos VIII cualquiera!) y éxitos militares en Nápoles y en el Rosellón dan alegría y respiro a don Fernando, pero la pretensión de Enrique VII de Inglaterra de desposar a la Beltraneja ensombrecen la cara oculta de Castilla y hacen arrepentirse al rey -sin lugar a dudas- de no haber ordenado que una copa de vino convenientemente aderezada o una puñalada traidora en su celda de las Clarisas de Coimbra acabasen de una vez con la amenaza de la maldita bastarda mucho tiempo atrás... Afortunadamente la perspicacia de Fuensalida y Catalina, la bella e inteligente Catalina de Aragón, no estarán dispuestas a que el fantasma de la Beltraneja se pasee por los pasillos de Saint George o Hampton Court...
Y a todo ello añadamos al impresionante Cisneros atendiendo los ruegos de justicia de su Señora... para después tener que desdecirse de su sentencia por obediencia a la reina (“Si vais a estar a mi lado vais a hacer cosas que repugnen a vuestra conciencia. Cosas que os impedirán comer y dormir... ¿Estáis dispuesto?"), obligada por el orgullo de un noble al que vimos llorar como una niña asustada ante el hacha del verdugo y que ahora se siente de nuevo fuerte porque barrunta que la sucesión de Isabel y Fernando sumirá al reino de nuevo en el caos... permitiendo a los suyos sacar la correspondiente tajada. Juntemos todo ello y tendremos así un nutrido grupo de...
LUCES
- La primera y más esplendorosa de todas ellas debe ser para mi amada Michelle y para don Fernando. No entiendo, no comprendo cómo hay espectadores que no son capaces de ver la evolución del personaje, que opinan que Isabel no está envejecida, no manifiesta ese declive al que la edad, las desgracias y la enfermedad la están empujando. Michelle Jenner es un regalo para la escena española. Y lo mismo puede decirse de Fernando. Ambos son ya una sombra de lo que fueron, están deprimidos, hoscos, malhumorados, cansados de vivir y sombríos ante el panorama que se abre ante ellos y que tan poco imaginaban cuando planeaban gozosamente los matrimonios de sus hijos... Y tanto Michelle como Rodolfo transmiten ese dolor y esa decepción con unas actitudes, unas miradas, unos silencios y unas palabras que a menudo dejan la piel de gallina y el pecho sin resuello (“¡No permitiré nunca que un traidor reine en Castilla! ¡Os lo juro!”).
- La segunda luz, una vez más, es para don Eusebio Poncela. Aparece en contadas ocasiones, pero su intervención siempre es digna de ser admirada y en esta ocasión tampoco ha defraudado. A su siempre espléndida interpretación, añadamos que en este capítulo -tal vez no nos hayamos dado cuenta- Cisneros ha propuesto a la reina la reforma eclesiástica que impulsó a comienzos del siglo XVI estableciendo clausuras distintas para novicias de alto rango social y para jóvenes con verdadera vocación religiosa. Este punto resultará de especial interés, por ejemplo, cuando unas décadas más tarde la mismísima princesa de Éboli (doña Ana Mendoza y de la Cerda) quiera ser admitida entre las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús y ésta le diga que sí, que ahora mismo...
- También una luz para Borja Luna y su pérdida de papeles en la sala del trono de Blois, con la reina Ana de Bretaña rogando que acabe de una vez con la masacre de sus hombres en Nápoles y dé la guerra por perdida antes de que sea una catástrofe... Aunque del vestido de doña Ana ya hablaremos luego
- Margarita de Habsburgo es un amor. Con la cara arañada por su cuñada, asustada por la actitud de la princesa de Asturias y todo... es un amor de mujer, una delicia. Siempre conciliadora, siempre tratando de poner paz, siempre cariñosa pero también nada mojigata ni simplona: las palabras que le dirige a su hermano advirtiéndole de que Juana es su seguro para mantenerse en el trono de Castilla -aún como consorte- revelan en la archiduquesa una astucia muy de la época...
- Igualmente me ha parecido encantador el pequeño Carlos de Habsburgo, que no imagina que, en el siglo XXI, Diagonal TV le va a dedicar una serie a él solito. Habla poco, pero esos mofletitos son adorablemente pellizcables
Y también, también en esta ocasión hay...
SOMBRAS
- Vamos a ir de menor a mayor... Por ejemplo, ¿qué prenda blanca lleva puesta la reina Ana de Bretaña en la corte de Blois? ¿Qué especie de pellote extraño es ése? ¡Si el pellote, además, era una prenda que estaba ya en desuso desde mediados del siglo XIV, que yo sepa?
- Botas, botas, botas everywhere... En los pies de don Fernando, en los de Felipe, en los de Cabrera, en los de Chacón, en los del marqués de Villena... ¡Señores, bienvenidos al “Kingdom of No-Shoes”, el “Reino sin Zapatos” (al menos, de hombre)!
- No entiendo a un personaje: Belmonte. ¿Cómo es posible que nadie en Castilla se haya dado cuenta de que es el correveidile del impresentable de Felipe de Habsburgo, por favor? ¡Si no se mueve de su vera y le lame el trasero descaradamente, por Dios! No acabo de entender a ese personaje. Y, sobre todo, no acabo de ver exactamente la naturaleza de su relación con Fuensalida o con los mismos Reyes Católicos. ¿Se fían de él? ¿Sospechan de su lealtad? ¿Cómo pueden tener tan pocas luces sobre este tipo con cara de hurón que actúa casi abiertamente como el consejero personal de Felipe tras la muerte de Busleyden? ¡La confidencia ingenua que le ha hecho Fuensalida al hablarle de la pretensión de los Reyes Católicos respecto al pequeño príncipe Carlos ha sido de suspenso en primero de “Maquiavelogía”! ¡Al otro le ha faltado tiempo para irle con el cuento a Felipito, joder!... ¡Ayns, qué lerdo, Fuensalida, de verdad!
- Y, por último, Juana. Sí, una vez más y a riesgo de ser pesado. No, no hay coherencia. Vamos a ver: admito que se haya obviado o minimizado la causa de los celos patológicos como elemento intensificador de la locura de Juana para evitar que “Isabel” se convirtiese en “Locura de Amor”. Vale. Pero, primero, las actitudes de Juana son muy similares a las de Amparito Rivelles (sic, Aurora Bautista) en la película susodicha (aunque por otros motivos que no terminan de quedarme claros en la serie: ¿sólo por estar separada de su marido?) y, segundo... si se ha decidido minimizar el tema de los celos ¿a qué fin sacarlos a relucir de nuevo ahora, sin ton ni son, en la figura de la pobre sirvienta Genoveva, que lo único que ha hecho ha sido agradecer a Felipe que le haya recogido una toca del suelo? ¿No habíamos quedado en que los celos no eran un elemento definitorio de la locura de la princesa de Asturias? La verdad: esa secuencia (cuando la leí y ahora al verla interpretada) me dejó totalmente WTF (“¿Pero qué coñ...?”). Por lo demás, la interpretación de Irene Escolar me parece magistral, eso nunca lo negaré. Pero sigue sin gustarme cómo llora
Y bien... No he podido en esta ocasión ver el último capítulo de la serie en Madrid. Me habría gustado, de veras, eché mucho de menos el glamour de la alfombra roja, saludar a tantos amigos, disfrutar de la presencia de los actores, el director y el guionista... Pero compromisos laborales me lo impidieron. He visto que estuvo fantástico, que lloraron todos muchísimo y que el final es fabuloso, pero lo tendré que experimentar como el resto de los mortales que no tuvimos la suerte de verlo en pantalla grande.
Por lo que respecta a este capítulo 38...
He dicho.