Y el profesor aragonés Enrique Aznar que no falta a su cita.
LUCES Y SOMBRAS
CAPÍTULO 32
Si hay un adjetivo que pueda definir perfectamente a casi todos los personajes más queridos de la serie a partir de este capítulo, ese adjetivo es “pobre”...
Pobre Juana... cada vez más enloquecidamente enamorada de un hombre que sólo desea el fruto de su vientre y ambiciona el poder sobre sus estados, un sinvergüenza que la maneja a su antojo y que se ve no como Príncipe de Asturias sino ya directamente como rey de Castilla al lado de la pobre marioneta en que piensa convertir a Juana... Pobre doña Isabel, que ya ha tomado el negro luto como emblema de su profunda tristeza (la “Pragmática de Luto y Cera” se promulgó el mismo año de 1497, tras la muerte del príncipe don Juan) y ha caído en un pozo de amargura del que no sólo jamás saldrá, sino en el que aún se hundirá cada vez más hasta su muerte... Pobre Margarita, viuda apenas casada y destrozada apenas descubierto el amor de su esposo... Pobre Talavera, que va a ver su paciente labor evangelizadora en Granada amenazada por los recalcitrantes y arrollada por la pasión y la dureza del arzobispo Cisneros... Pobre infanta Isabel, que va a ser legítima heredera de las Españas a costa de la muerte de su jovencísimo hermano (19 añicos tenía el príncipe) y ni siquiera lo tiene claro en el caso de los tozudos aragoneses, que se niegan -por la Ley Sálica- a que una mujer los gobierne... Y, por último, pobre Colón, que le están segando la hierba bajo los pies y está a punto de ser definitivamente desprestigiado y acusado de latrocinio ante su principal valedora, la reina doña Isabel...
Y frente a todos estos pobres... Francia pierde a su rey tan tontamente como es golpeándose la frente contra una puerta y provocándole un derrame cerebral (no debió ser muy grande porque cerebro... Carlos VIII tenía más bien poco), en Granada los “elches” (renegados) son sermoneados primero y amenazados después por la intransigencia de Cisneros y uno de sus alfaquíes es convertido a porrazos, el cabrón de Felipe “el Guapo” (que tampoco lo es para tanto) mueve sus fichas en Francia con el nuevo rey Luis XII para ser nombrado príncipe de Asturias saltándose a su cuñada Isabel de Portugal y doña Juana descubre la perfidia de su marido pero no puede sino montar en cólera... y doblegarse ante el amor que a pesar de todo siente por él. Está loca, esta castellana. O empieza a estarlo
No son pocas emociones. Como tampoco son pocas las...
LUCES
• Excelente me ha parecido el
modo de mostrar la muerte absurda del rey de Francia: sin truculencias, con una simple mirada y un desvanecimiento. Probablemente el rey galo murió de un derrame cerebral al poco tiempo de golpearse la cabeza con la puerta: una vena del cerebro resultó dañada y al moverse bruscamente durante el partido de pelota, la vena acabó por reventar y... produjo la muerte fulminante del monarca. Todo este proceso médico me ha parecido muy bien reflejado en la serie.
• Me sigue gustando muchísimo el contraste entre ese blanco resplandeciente y festivo (para nosotros) del luto francés frente a la negra austeridad del negro o “preto” español. Me parece un detalle muy fino, muy intelectual y estéticamente muy bello.
• Igualmente no puedo dejar de alabar una vez más lo bien reflejadas que me han parecido nuevamente las cortes de Francia y de Borgoña, tanto en mobiliario y atrezzo (magnífico el escudo de los ducados y condados del archiduque de Austria) como en vestuario.
• Otro acierto ha sido el propio rey Luis XII (Borja Luna), un personaje taimado, astuto como un zorro frente al “jabalí” de Carlos VIII, como muy bien lo define monseñor Busleyden al archiduque Felipe. El hipócrita “¡mi querido amigo!” que le suelta a César Borgia cuando lo recibe, pensando en la nulidad de su matrimonio con su esposa la reina Juana, es para descubrirse...
• Muy emotiva y solemne la declaración de Manuel e Isabel de Portugal como herederos de la corona de Castilla. E impagable, fantástico el gesto de don Fernando cuando su esposa le dice, toda ilusionada la pobre, “¡Ya sólo queda Aragón!”. Sí, sí. “Sólo” queda que Aragón renuncie a sus privilegios y derechos ancestrales para dejarse gobernar por una mujer. ¡Qué poco nos conoces, Isabelita!
• Curioso y acertado detalle el de mencionar a los cristianos conversos al Islam como los “elches” o renegados, que así se les llamaba en España desde al menos el siglo XIV...
• La reina Isabel ya es definitivamente una mujer madura. Hasta este capítulo no había dejado de ver a Michelle Jenner, una chiquilla con menos de 30 años, como si estuviese “disfrazada” de vieja. Probablemente será porque la muerte del príncipe Juan ha hecho que el personaje esté más envejecido, se le han puesto más cantidad de capas de ropa (ya no se aprecia la lozanía del precioso cuello de garza que tiene mi amada Michelle) y se le ha maquillado de forma que parezca más castigada y dolorida en el corazón (que es como más se manifiesta luego el dolor en el rostro). Pero YA es la Isabel “La Católica” de los cuadros de Historia.
• Sigo congraciándome con el obispo Fonseca. Ya me he acostumbrado a su personaje y Francesc Garrido lo interpreta como debe hacerse. También ha sido muy interesante la incorporación del personaje del capitán Alonso de Ojeda: para quien no haya caído en la cuenta, fue el explorador que dio nombre a Venezuela y descubrió las bocas del Orinoco en 1499, río al que se refiere en la serie como “más ancho que el Ebro y el Guadalquivir...”
SOMBRAS
• Chico... no me termina de gustar la manera de reflejar la relación entre doña Juana y su marido. Sigo echando en falta el componente mujeriego-adúltero del archiduque, que debía ser un pichabrava de aúpa pero que en la serie sólo parece estar preocupado por las intrigas políticas. ¿Es que no hay mujeres en Flandes, rediós? ¡Don Felipe de Habsburgo tenía merecida fama de mujeriego, casquivano, liberal de costumbres y poco dado a la fidelidad matrimonial! ¡Y todos sabemos que doña Juana enloqueció de celos, despidiendo incluso a las mujeres más bellas de su propio séquito para que no sedujeran a su marido! Pero en esta serie ¿De QUIÉN va a celar la infanta de Castilla?
• No sé si estarán documentados los
modos de actuación que tuvo el arzobispo de Toledo en Granada... pero hay algo que no me agrada: vale que Talavera es un bendito de Dios, un pardillo, vamos, que sabe que una conversión a la fuerza no sirve para nada, pero lo de Cisneros ha sido demasiado. “León ha conseguido decenas de conversiones”. A hostias, claro. Así, hasta un elefante declararía que es un conejo. No me imagino al franciscano ejerciendo la fuerza bruta de esa manera, ni siquiera contra los infieles, máxime cuando siempre se nos muestra como un adalid de la Justicia y escrupulosamente respetuoso de las leyes de Castilla. ¿Seguro que fue así la cosa?
• No me puedo imaginar cómo ha conseguido la infanta Isabel, tan monjil, tan monsina, tan pacata, tan beatorra, quedarse preñada. De veras. No me lo imagino. ¡Por Dios, debe ser como hacerlo con una muerta! ¡Pobre don Manuel, no ha debido poderle tocar ni una teta!
• ¿Lo del converso que toma el nombre de Gonzalo de Córdoba... es real? ¿Está documentado? Si es así, no tengo nada que objetar, pero si es invención, me parece burda y de mal gusto. Es una tomadura de pelo por parte del moro. Y Cisneros, encima, se lo toma en serio y le parece “excelente” como al señor Burns...
Por el momento, y con el añadido ya habitual de la falta de calzas y zapatos y sobra de pantalones y botas, no tengo más que añadir. He de reconocer que gracias a la novela de Martín Maurel las “Luces y Sombras” casi, casi puedo escribirlas antes de ver el capítulo correspondiente, pero siempre acabo de verlo para poder constatar las diferencias entre la serie y el texto escrito, que me resulta de inestimable ayuda para repasar escenas y recordar detalles. La semana que viene, más muertos, más tristeza, más desengaños para nuestra pobre reina.
Así que, visto lo visto...
He dicho.