Hacia el año 1100 nuestra historia podría haber cambiado... pero no lo hizo. En pocos meses hemos pasado de la unión por medio de una boda a que los contrayentes se tiren cosas a la cabeza durante 17 años, con alguna reconciliación por el medio. Preparaos porque este divorcio va para largo
Por cierto que según testigos presenciales en la Corte leonesa, cuando Urraca no se sentía obedecida solía afirmar con rotundidad:
el rey soy yo, cosa que le sentaba muy mal al Batallador, lógicamente. El rey aragonés reclamaba sus derechos como consorte amenazando con cortar los
colgajos de varón a los hombres y las tetas a las mujeres de la ciudad de Sahagún, y enviárselo todo a Urraca. Si es que así es imposible que lleguen a tener un churumbel que herede los cuatro reinos. Y a todo esto, es bastante probable que Urraca aportase al matrimonio no sólo sus dos hijos legítimos sino otros dos hijos bastardos que había tenido por el medio, supongo que con Gómez González, cosa que también traía muy mosca al de Aragón
Creo que fue en el hilo de doña Urraca la Asturiana que preguntaba Minnie por qué Urraca la Reina había sido vejada, desnudada y ultrajada por el populacho, recibiendo una pedrada que la hace perder varias muelas, en medio de una revuelta en Santiago de Compostela. Yo le contesté que por culpa del obispo Gelmírez. Y es precisamente ese personaje el que va a asomar ahora la nariz por aquí.
La cosa empieza en Coruña, donde el conde de Traba, Pedro Froilaz, y su partido se oponían furiosamente al matrimonio de la reina, con el pretexto de salvaguardar los derechos del pequeño Alfonso Raimúndez, del que el conde era ayo. Este grupo declara al niño rey de Galicia con el apoyo de numerosos nobles locales. Y en medio del fregao, Diego Gelmírez. Hijo tercero del conde Gelmiro, se educó en la corte y fue notario del conde de Galicia, Raimundo de Borgoña, que le ayudó a ser nombrado obispo de Compostela en 1100. Era un gregoriano convencido, al que su buena relación con la Orden de Cluny y sobre todo su contacto estrecho y constante con Roma y con el rey Alfonso VII, le ayudó a conseguir que la diócesis alcanzara el rango arzobispal en 1120, así como amplios poderes eclesiásticos y civiles, como administrar justicia o acuñar moneda en Santiago, donde existía una ceca que ¡ojo! seguía siendo propiedad real aunque la administrara el obispo, porque los reyes son los únicos que pueden acuñar moneda. En resumen, que no era un mindundi cualquiera, y su apoyo y opiniones serán decisivas en este conflicto.
Gerlmírez era tan hostil como los demás al nuevo matrimonio pero más prudente y con cerca de 60 años, sabe moverse en las intrigas de la corte. De momento decide que, ante la minoría de edad del pequeño Alfonso, es mejor estarse quieto y apoyar a su madre. Lo mismo piensa la pequeña nobleza, siempre atosigada por el conde de Traba y otros grandes señores. En este momento la reina es la que tiene la sartén por el mango y la única que puede controlar a los condes que quieren zamparse a los pequeños infanzones.
Pedro Froilaz empieza a verse escaso de apoyos y para colmo, los reyes deciden actuar con prontitud. Ambos acuden a Galicia con ambos ejércitos y aplastaron a los rebeldes. Y ahora es cuando asoma el temple de Alfonso de Aragón, interesado en la lucha contra el moro se toma muy a mal las traiciones que retrasan sus planes, y sabe que a los leoneses les das la mano y te toman hasta la rabadilla, así que se le va un poco la mano en la represión
La violencia ejercida contra Galicia fue el primer desencuentro del, hasta ahora, bien avenido matrimonio.
Por entonces el nuevo rey de Zaragoza, Abd al-Malik, incapaz de soportar la presión de los navarro-aragoneses, decide entregar su ciudad a los almorávides. Era lo que Alfonso más temía y ahora, mientras Zaragoza se refuerza contra su acoso, él tiene que estar en el extremo de España abofeteando rebeldes gallegos.
En apenas unos meses, todo el mundo se ha puesto de acuerdo para hacer aquello que más transtornos podría causar a la nueva pareja. Alfonso VI, desde su tumba de San Benito de Sahagún, se va a quedar con las ganas de ver España unida.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.