Galicia es un polvorín. Se masca la tragedia entre pequeña nobleza y magnates, burgueses y aristócratas, partidarios de Alfonso y de Urraca, tiranteces entre señores locales...
Urraca llega a Santiago al frente de su propio ejército, para dejar claro quién manda, al mismo tiempo que Gelmírez y el conde de Traba tienen que hacer frente a las revueltas de los hermandiños, la pequeña nobleza y los burgueses. Gelmírez y el conde deciden pactar con la reina, pacto que no aplaca las iras del populacho que sigue hirviendo.
Una facción de rebeldes burgueses y pequeños clérigos se encierra en la catedral. La reina les ordena que depongan las armas antes de negociar con ella. Los rebeldes se niegan y atacan a los legados que son defendidos por los hombres de armas que iban con ellos. A partir de ahí, por toda la ciudad, corre el bulo de que las tropas del obispo y de la reina están atacando a los ciudadanos. En pocas horas estamos ante una guerra urbana.
Una multitud entra en la iglesia y provoca un incendio. La reina y el obispo se refugian en el palacio episcopal que está al lado
y después en la torre de las campanas
La fachada románica de Santiago de Compostela, aún existe en parte detrás de la fachada barroca actual.
En medio de la violencia, alguien sugiere quemar la torre para asar vivos a Gelmírez y a Urraca. La muchedumbre grita que salga la reina y le aseguran que no le ocurrirá nada, que sus iras van contra el obispo. Urraca sale y...
Cuando la turba la vio salir, se abalanzaron sobre ella, la cogieron y la echaron en tierra en un lodazal, la raptaron como lobos y desgarraron sus vestidos. Con el cuerpo desnudo desde el pecho hasta abajo y delante de todos quedó en tierra durante mucho tiempo vergonzosamente. También muchos quisieron lapidarla y entre ellos una vieja compostelana la hirió gravemente con una piedra en la mejilla. Urraca perdió varias muelas por aquella pedrada mientras que Gelmírez se largaba por la puerta de atrás. Cuando sus hombres consiguieron rescatarla, recibió en audiencia a otro grupo de compostelanos que se ofrecieron a defenderla. Todo esto es como para volverse majareta
Urraca dijo que sí a todo y salió de la ciudad, recogió su ejército y sitió Compostela. Llega ahora la venganza de la reina...
Tampoco fue para tanto, los ciudadanos agacharon las orejas a toda velocidad e imploraron perdón sentidamente, se les impuso un multazo de 1.100 marcos de plata, la entrega de 50 jóvenes de buena familia a
modo de rehenes y 100 vecinos fueron desterrados por alborotadores. La "hermandad" de rebeldes compostelanos quedó disuelta.
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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.