LUCES Y SOMBRAS
(Cap. 27 – TERCERA TEMPORADA)
El sábado pasado estuve en La Seo de Zaragoza, en una visita guiada. Lo hago a menudo: a la gente se le queda cara de WTF cuando les cuento la historia de San Pedro de Arbués, les señalo el lugar donde lo asesinaron y les digo que lo sé porque... “Pedro de Arbués soy yo”. Es un momento muy divertido. Luego ya les aclaro que no estoy loco y les explico el por qué de la frase. Muchos recuerdan entonces haberme visto morir en la pantalla, otros no, pero en fin...Y una señora me dijo que no veía la serie porque “no le cuadraba Michelle Jenner como Isabel la Católica, es muy jovencita y no me la imagino así”. ¡Huy, lo que me ha dicho! ¡Huy lo que me ha dicho! Las xuarenta en bastos, le canté. Amablemente y con toda educación, buen rollo y cortesía, eso sí. Como es lógico, yo defendí a mi señora porque la amo. A las dos, a Isabel y a Michelle. Faltaría más...
Quiero decir con esto que a estas alturas de la feria es muy difícil para mí ser objetivo analizando este pedazo de serie, pero a pesar de todo el historiador que me rebulle aún en las tripas sigue revolviéndose de vez en cuando, así que más que panegirista (que lo soy), aún me debo a la verdad y, además, tengo mi público, de manera que aquí llegan, de nuevo, las tan esperadas “Luces y Sombras” de una serie que ya no es que nos tenga enganchados si no que casi nos ha esclavizado: ¡los lunes, de 10:30 a 12 de la noche y de septiembre a diciembre, los isabelinos no existimos para nadie!...
Bueno... Impactante este primer comienzo de temporada, mostrándonos (como ya lo hicieron en la anterior) la muerte de la Señora en el palacio testamentario de Medina del Campo, aquel 26 de noviembre de 1504, probablemente de un cáncer de útero o vaginal según ha estudiado recientemente la medicina histórica forense. Volveremos más adelante sobre ello en otros capítulos. La imagen que nos ha regalado Frades ha sido reproducción casi exacta del célebre cuadro de Eduardo Rosales “El testamento de Isabel la Católica”, pintado en Roma en 1864 y que se conserva hoy en el Museo del Prado, si bien la reina aún tardó un mes en morir tras dictar su testamento. Impresionante la frase de don Fernando a su amada esposa: “Nada de cuanto hemos logrado juntos se perderá, os lo juro...”
Tras ello, la llegada de Colón a las Indias Occidentales, las intrigas de Carlos VIII de Francia en la corte de Blois junto a su esposa Ana de Bretaña y el general Louis de La Tremoïlle, el estado de alteración de la infanta doña Isabel al insinuar su aya Catalina que tal vez sus padres quieran volver a casarla, el papa Alejandro VI (Rodrigo Borgia) poniéndose “del lado de Dios” pero también de sus intereses políticos en defensa de los Estados Pontificios junto a su hijo el cardenal César Borgia, la decisión de la infanta Isabel de profesar como novicia para disgusto de sus augustos padres, la fragua de la política matrimonial de los Reyes Católicos casando a su hija Catalina con Arturo de Inglaterra para aislar a Francia, la llegada de Colón a Portugal y sus manejos con el rey Juan II, la llegada de los reyes a Barcelona para firmar un tratado de paz que los dos saben que se va a romper y que Isabel no está dispuesta a consentir a su marido, la farsa de la presentación de Isabel ante Cisneros y el lógico enfado de éste por la chiquillada (Catalina, hija, no des más ideas a tu señora), el dramático atentado de Joan de Canyamars contra don Fernando, los disturbios de Barcelona por este motivo, la reconciliación de Isabel con su marido (oootra vez), el convencimiento de Cisneros para convertirse en el nuevo confesor de la reina y la firma de un tratado de papel mojado más falso que un euro de madera en un alarde de hipocresía... acabando todo ello con la firma de un acuerdo (Alcaçovas) entre el papa Borgia y Juan II de Portugal para garantizar a éste el predominio en el Atlántico...
No está nada mal para ser el primer capítulo: se nos abren nada más empezar una media docena de tramas que tendremos que seguir con atención para no perdernos pero también a cual más interesante... Y como sé que las estáis esperando, allá van:
LUCES
Nuevamente ganan por aplastante mayoría a las sombras.
Me gustaría comenzar hablando de los nuevos fichajes de la serie: los que más me han impactado y agradado han sido esos dos monstruos de la escena que son Eusebio Poncela (maravilloso, extraordinario, fantástico como Francisco Jiménez de Cisneros) y José Pedro Carrión como Louis de la Tremoïlle.
Cisneros era un hombre tremendamente piadoso, imbuido de Fe verdadera, convencido de sus creencias, que profesaba en la orden franciscana por humildad y devoción al ideal de pobreza de la Iglesia y creo que Poncela clava perfectamente esa imagen (como la clavó Lluis Soler en la anterior temporada haciendo de Hernando de Talavera o mis admirados Andrés Herrera y Pedro Casablanc como Mendoza y Carrillo respectivamente). En este sentido he de decir que “Isabel” ha sabido escoger a un espléndido elenco de personajes religiosos que bordan su papel a la perfección.
Por lo que respecta a Tremoïlle, me ha parecido un personaje magistral, muy bien dibujado, con una personalidad muy bien marcada: inteligente (mucho más que el rey Carlo VIII), ladino, discreto, maquiavélico pero también osado, valiente y leal (sirvió nada menos que a CUATRO reyes de Francia, desde Luis XI a Francisco I). No conozco otros trabajos de José Pedro Carrión, pero en este caso al menos creo que lo ha bordado.
Otros actores muy bien reflejados (aunque levemente por debajo de estos dos mencionados, al menos a mi entender) son Héctor Carballo (Carlos VIII) y Fernando Guillén Cuervo (Gutierre Gómez de Fuensalida). En el caso de Carballo creo que ha conseguido plasmar muy bien la esencia del personaje de Carlos VIII (un rey fanático, contrahecho, feo, osado, maquiavélico pero con no demasiada prudencia ni inteligencia, o “sagesse”, que se dice en francés) pero a mi entender lo he visto tal vez un pelín, un poquitín sobreactuado: a su lado, por ejemplo, Marta Belmonte (Ana de Bretaña) o el mismo Carrión le dan un contrapunto quizás excesivo, ya que parecen las dos caras de una moneda. No sé, es una apreciación subjetiva en una interpretación que, a pesar de todo, me parece soberbia. Y en cuanto a Guillén Cuervo, tal vez todavía no ha tenido un protagonismo tal que me permita evaluar su personaje de una forma completa, así que, por el momento, aguardaremos.
Más luces: la más importante ha sido la espléndida representación del atentado de Joan Canyamars en Barcelona. La prohibición de rodar en el Palacio Real se ha resuelto fantásticamente bien, apenas se ha notado el cambio de escenario (era Astorga ¿no?), y además tanto el hecho en sí como las motivaciones de Canyamars han sido espléndidamente reflejadas. Las crónicas nos cuentan que el pobre loco atentó contra el rey porque esperaba ser coronado él mismo (se creía hijo bastardo de Juan II... y tal vez lo fuera, porque bueno era don Juan “el Grande”), golpeó al rey con un “falchion” o “bracamarte” (una especie de machete de grandes dimensiones, se conserva un dibujo de la época que representa el momento en que lo descarga sobre el cuello del rey, que se salvó por llevar al cuello la gruesa cadena del Toisón de Oro) y fue torturado cruelmente (descubriéndose que era un remensa resentido contra sus señores) y descuartizado por decisión del Consejo de Ciento (órgano de gobierno de la Ciudad Condal).
He de decir, no obstante, que me ha parecido dolorosamente actual ese despliegue de medidas de seguridad en la Barcelona de 1492 ante la visita de los reyes de Castilla y Aragón, esos disturbios en las calles, esa actitud del presidente del Consejo de Ciento dando unas explicaciones a doña Isabel diciéndole expresamente que “podría haber sido cualquiera” (como insinuando que “enemigos en Cataluña no os faltan”) ante el enfado de la reina... En fin, vamos a callarnos.
Muy bien, también y como viene siendo habitual, esa mentalidad “maquiavélica”, esa entrevista de Fuensalida (ahí lo he visto muy bien, por ejemplo) con La Tremoïlle, ese abrazo de “mal rayo te parta, pedazo de cabrón / merde pour toi, fils de putaine” de los dos embajadores, ese “nunca oí a mi señor referirse a tal reino de Nápoles” (¡cuando acaba de mencionarlo en la secuencia anterior!), ese “yo estaré siempre de parte de Dios” del papa Alejandro o esa firma del tratado entre Francia y Aragón con sonrisas hipócritas que dan a entender un acuerdo más falso que un apretón de manos entre un ruso y un ucraniano... Es uno de los grandes, de los grandísimos aciertos de la serie, que alcanzando la mayor altura de las expectativas de sus seguidores. Peeero...
SOMBRAS
Vamos a ver... Voy a escribir una frase que va a hacer que me odien las chicas de este perfil sin excepción... Ejem:
¿TAN FEO ES RODOLFO SANCHO SIN BARBA QUE NI SIQUIERA AL FINAL DE LA SERIE SE LA HABÉIS AFEITADO? ¿Qué pasa, que tiene acné, o herpes, o algo así? ¡Por Dios, que Fernando “el Católico” era lampiño, que todos los cuadros que se conservan de él lo representan pelao como culito de bebé, que tenía cara de nabo estirao, vale, pero SIN BARBA...! Vale que Rodolfo está muy majo con sus barbacas, pero hombre, por favor, ¡¡ese departamento de maquillaje y estilismo tan bueno que tenéis, mirad los cuadros!!
Siguiendo en la misma línea: he visto a Michelle demasiado envejecida desde el capítulo anterior (26, segunda temporada) y éste (27, tercera temporada), como si hubiesen pasado varios años y no un par de meses en la ficción... Isabel tenía en 1492 cuarenta años, vale, ¡pero es que en la anterior temporada también los tenía y no aparentaba más de 30!
Colón... Mmmmm... No me ha cuadrado mucho toda esa trama de traición con el rey de Portugal, esa especie de chaqueteo, de compadreo... Tendría que documentarme un poco más porque no conozco la relación entre el marino genovés y el rey Juan II tras el regreso del primero a España, pero me ha chirriado un poco. Menos mal que luego, en el claustro de San Juan de los Reyes, la entrevista entre doña Isabel y Colón ha dejado las cosas claras...
Otro estereotipo: ¿seguro que a Colón y sus gentes (barbudos, malencarados, delincuentes, sucios, armados con espadas, arcabuces y lanzas...) los salieron a recibir los indios taínos para darles la mano y ponerles poco menos que un collar de guirnaldas al cuello... Porque yo me pongo en el lugar de los indios y, como decimos en Aragón, “preto a correr” hasta Nueva York. Como poco...
La reina Isabel empieza a encontrar la horma de su zapato: en la primera temporada “no iba a permitir para sus hijos lo que no permitió para ella misma”... En la segunda temporada, casa a Isabel con Alfonso de Portugal... “por el bien de Castilla”, pero vaya... nada más, eh... Y en esta tercera temporada “¡haréis lo que os mande porque por encima de tus deseos está tu deber! ¡Y por encima de todo, el bien de Castilla!” Síííí, señora, muy bien, con dos ovarios... Muy consecuente. Pero por los cojones.
Por último... tengo una pequeña sombra sobre Eusebio Poncela: lo hace fantásticamente bien, borda el papel de Cisneros, actúa como lo que es, un verdadero maestro, un monstruo de la escena. Sí, es cierto... Pero tiene una cara de fanático depravado que asusta. Por lo menos a mí...
Y, de momento, eso es todo, que no es poco. Seguiremos informando. Enhorabuena, una vez más.
He dicho