Apenas ha pasado un mes de la donación a Silos cuando la corte reunida en Burgos recibe una noticia impactante: el 4 de junio moría el rey Sancho García IV de Navarra. Sancho era llamado el Noble, pese a que de noble no tenía gran cosa, puesto que buscó todas las maneras posibles de hacerse con una fortuna en dinero, ganado, vinos, pieles, armaduras, lujosas monturas, etc. La arbitrariedad del rey en su afán de conseguir sus caprichos concitó odios sin fin y sus propios hermanos, ocho legítimos y dos bastardos, de ellos seis mujeres, fueron los autores de una conspiración ayudados por los nobles del reino.
El rey se detuvo a descansar tras una jornada de caza en el barranco de Peñalén, en Funes y allí... alguien... le empujó. Morirá en el acto a causa de la caída. Y por eso se llama el Barranco del Rey.
Las crónicas dan dos nombres para identificar a los autores: Ramón de Navarra, el sexto hermano entre los legítimos, señor de Murillo y Agoncillo, y junto a él su hermana Ermesenda, casada con Fortún Sánchez, señor de Yarnoz y Yéqueda. Por desgracia para ellos, todos los hermanos del rey fueron considerados cómplices y quedaron estigmatizados por regicidas y fratricidas, con lo que ninguno estaba legitimado para hacerse con la corona y el reino de Navarra se repartió entre su primo Alfonso VI (que se quedó con La Rioja) y su otro primo Sancho Ramírez de Aragón, que se quedó con Pamplona. En este momento se pone fin a la disputa secular entre ambos reinos por los territorios de las vascongadas. El condado de Álava, Vizcaya y parte de Guipúzcoa son de Castilla, junto con La Rioja. El resto: San Sebastián, Hernani, etc. son parte del reino de Pamplona y su único acceso al mar. Y así se quedaron hasta la aparición de las comunidades autónomas.
La intervención de Alfonso en las tierras del asesinado rey de Pamplona, sumidas en el desconcierto y la indecisión, fue muy rápida puesto que lo documentamos el 12 de mayo en Burgos y para el 20 de agosto estaba de vuelta en Navares, a unos 12 km al norte de Sepúlveda. Nadie dice si Rodrigo estaba con él pero vamos, este es un momento clave para el reino, una campaña gloriosa, así que casi seguro que sí.
Sí que firma nuestro protagonista como testigo el 17 de noviembre de 1076 el diploma por el que Alfonso VI concede fuero a la ciudad de Sepúlveda, cuyos privilegios provienen de la época de Fernán González.
"Territorios forales"... siempre me ha hecho gracia la expresión habida cuenta de que toda España es un territorio foral, porque fueros tuvimos todos y tenemos todavía, ya que aún se respetan como derecho consuetudinario. Un fuero es un conjunto de normas, leyes, privilegios y exenciones que el rey concede a una villa de realengo para que se autogobierne. Se determinaba el acceso a la propiedad y la posesión de la tierra, las medidas de repoblamiento, la vida en la ciudad, la actividad de los mercados locales (importantísimo, es lo que da impulso a una villa) y algunos privilegios además de quién y cómo se administraba justicia y las multas y penas adecuadas a cada caso. El fuero también fija los límites del alfoz en los que tiene vigencia, la villa y el territorio que lo rodea y que, salvo raras excepciones, se mantiene hoy en día inalterado en todas las villas medievales.
Del Fuero de León, concedido por Alfonso V en 1017, deriva el de Sahagún y de este casi todos los demás, sin importar el reino. De hecho, este fuero de Sepúlveda del que hablamos lo copió Alfonso II en 1177 para la ciudad de Teruel en la Corona de Aragón. Lo que se hacía era tomarlo como
modelo pero adaptándolo a las particularidades de cada ciudad en materia de mercados, privilegios concedidos, exenciones fiscales, etc. Alfonso X fue el mayor impulsor de los fueros que se incluían en las Cartas Pueblas (cartas fundacionales) que él entregaba a las villas. No es que el pueblo no existiese antes, es que el Rey le daba entidad jurídica a una población, aunque ya fuese antigua.
Hoy mismo se están repartiendo de forma equitativa entre los ganaderos los pastos de la Vega de Enol, después de elegir democráticamente al administrador encargado de que se cumpla la ley, según fuero otorgado a Cangas de Onís. Los comerciantes de Pola de Siero solicitaron cambiar el día de mercado al sábado y se les denegó porque el fuero de la villa establece que es un martes, y punto. Calatrava quiso construir unas torres enormes en Oviedo y se le puso delante de las narices el fuero medieval de la villa que dice que ninguna torre ha de ser más alta que la de la catedral. La forma de transmisión de herencias (en Cangas de Narcea aún perviven los mayorazgos sólo que se entregan al hijo que se queda en casa para cuidar a sus ancianos padres, aunque sea el menor), el uso de montes comunales y su madera, el reparto del agua de fuentes y manantiales, por no hablar de los garrotazos que mi tatarabuelo, y todos mis antepasados alleranos, repartieron a sus colegas pastores de Pola de Lena por el asunto de la “prinda” de vacas según el fuero de la villa de 1266, garrotazos que aún se reparten hoy… todo eso en Asturias está regulado por los fueros de cada concejo, usos y costumbres que se mantienen desde la Edad Media y siguen siendo legales sin que hagamos alharaca de ello. Igual que en Barcelona uno se casa por defecto en régimen de separación de bienes porque así lo estipula su derecho foral.
Y así sucede por tooooooda España. No sé por qué algunas comunidades nos han hecho creer que ellos son especiales…
En fin, el 22 de mayo de 1077 también aparece Rodrigo como testigo en la donación que Alfonso VI hace del monasterio de San Juan de Cerrato a los monjes de Cluny y a su abad Hugo. A estas alturas quizá os hayáis dado cuenta de que el Campeador siempre firma al final, en la columna de los magnates, y no en la anterior con los condes. Alcanzar la dignidad condal era el siguiente escalón en su ascenso social y, para un excepcional caballero que contaba con la confianza del rey, siempre pululaba por la corte y estaba casado con la prima de monarca, no debería ser difícil de conseguir. Su suegro y sus cuñados ya lo eran y sería lógico suponer que es el turno de Rodrigo. Pues curiosamente no, es un tal Gómez González el que consigue este año el nombramiento del rey como conde de la Bureba. De esta forma, los castellanos que tienen la más alta dignidad del reino son cuatro: Munio González y Gonzalo Salvadórez por concesión de Sancho y García Ordóñez (recordad, futuro enemigo del Cid) y Gómez González por la de Alfonso.
Algunos han interpretado la desaparición de Rodrigo como testigo en los documentos regios de 1078 y parte de 1079 como un cabreo del caballero porque su señor no le concedió el anhelado título. Nada más lejos de la realidad. Durante este tiempo Alfonso VI se movió por tierras leonesas y gallegas y sencillamente el Campeador se quedó en Castilla ocupándose de lo suyo. Uno sigue a la corte si le cae por las cercanías y le sale barato, pero no desatiende sus tierras para seguir al monarca al
Finis Terrae gastándose de paso su patrimonio. Ya que estamos, el futuro archienemigo de Rodrigo también deja de firmar como testigo y nadie habla de enfados o desencuentros con su señor, simplemente se ocupaba del gobierno de la parcela que le había sido otorgada.