LUCES Y SOMBRAS
(Capítulo 25 - Segunda Temporada)
¡Pedazo de capítulo, muchachos!
Mi paisano Martín Maurel, jefe de guiones de esta segunda temporada, nos ha mostrado magistralmente la historia del Santo Niño de la Guardia para abrirnos boca de cara a la próxima expulsión de los judíos de los reinos de Castilla y Aragón, que tendré el placer de ver el próximo lunes el Capitol de Madrid en compañía de Michelle Jenner y Rodolfo Sancho, entre otros excelentes actores y actrices como Alicia Borrachero o Alex Martínez (¡chincha y rabia XDDDD!).
Pero vayamos a nuestro resumen y comentario del capítulo: fue un caso muy “mediático” el del pequeño Cristóbal, un pequeño aguador del pueblo toledano de La Guardia que un buen día de 1490 desapareció sin dejar rastro (probablemente cayese a un pozo o se ahogase en un río), en un momento en que las susceptibilidades cristianas contra los judíos por la intensa labor inquisitorial desarrollada por Tomás de Torquemada y sus chicos en los calabozos del Santo Oficio.
Nunca se descubrió el cadáver del chavalillo, pero pronto se extendió por todo el reino de Castilla el rumor (¡y sin Twitter ni Facebook!) de que había sido brutalmente asesinado por unos malditos judíos y falsos conversos, los cuales habían repetido en el cuerpo del pobre niño el suplicio de Nuestro Señor Jesucristo crucificándolo en dos maderos y sacándole el corazón para comérselo... A saber de dónde partieron los primeros rumores, pero tampoco tiene mayor importancia: lo que de veras refleja este sórdido hecho es que los ánimos estaban ya tan soliviantados contra la población judía que la Inquisición no dudaba de que su expulsión sería una medida bien recibida por todos en cuanto se la propusieran a sus altezas...
No era, de todas maneras, algo completamente nuevo: doscientos años atrás, en torno a 1250, en Aragón se había dado un caso muy parecido: el del Santo Dominguito de Val, infantico del Pilar de Zaragoza (o sea: niño cantor) que fue horriblemente asesinado en circunstancias similares a las del Niño de La Guardia. En este caso Yuçef Franco, judío de la localidad de Tembleque, y otros siete acusados que habían confesado bajo las torturas inquisitoriales fueron quemados en la hoguera por un crimen que no habían cometido (¡ni siquiera había un cadáver!) para aplacar la ira de los “buenos cristianos” que se habían lanzado a quemar juderías y asesinar a sus habitantes con gran entusiasmo... Y así es tal como lo hemos visto en el capítulo de hoy, con sus pequeñas sombras que luego analizaremos...
Mientras tanto, en Granada, Boabdil dice a los Reyes que muchas gracias por ayudarle a recobrar el trono del reino nazarí, que la reina es guapa como un sol y el rey bravo y campechano como un becerrico pero que esperen un poco, que lo de la capitulación es cosa de ya mismo, que son dos pipas y se acaba la bolsa, vamos, que le cuesta más al hombre decirlo que firmar... Y mientras tanto pide ayuda para mantenerse en el trono al sultán turco Bayaceto II (que, por cierto, era el hijo de Mehmet I “el Conquistador”, o sea, el que había tomado Constantinopla en 1453), a los sultanes norteafricanos y no se lo pide a la madre que lo parió porque la tiene al lado como una mosca cojonera, a doña Aixa “la Horra”, calentándole las orejas, llamándolo mariquita de playa y despreciándolo como la madre de Seymour Skinner en Los Simpsons, que no me explico cómo Boabdil no la ha mandado a la mierda en una catapulta hace media docena de capítulos, por pesada y por cargante.
Además Boabdil está pensando -el pobre desgraciado- en prestar ayuda financiera a Colón, como si aún le fuera posible. Y Colón, chaquetero como él solo, habla con unos y con otros, con moros y con cristianos en una especie de “crowfunding” renacentista para ver si consigue las perras que necesita para irse a conquistar Cipango y Catay por el Oeste, pero el pobre Boabdil bastante tiene con lo que tiene (me refiero a la pesada de su madre, que a estas alturas ya, los reyes católicos y sus tropas le tienen sin cuidado al emir) y le dice que sí, que está dispuesto a ayudarle, pero hoy no. Mañana.
A todo esto responden los reyes que estos moros rebeldes e irredentos se van a enterar de lo que vale un peine... Y no se les ocurre otra cosa que fundar una ciudad con sus casicas y sus murallicas y su iglesica y todo que se va a llamar “Santa Fe de Granada” para demostrarle a Boabdil y los suyos que ellos no piensan arrancarse de allí ni con ácido y que lo tienen crudo. Y desde allí les promete Isabel (que ya tiene de tierna y de inocente lo que Luis Bárcenas de dulce y cariñoso) que talará los bosques, arrasará los campos, los sembrará de sal, cegará los pozos y se comerá media docena de niños musulmanes con salsa de almendras para almorzar si no rinden la ciudad ya mismo. Y a Ahmed, el hijo de Boabdil, el primero. ¡Que con ella no se juega, copón ya!
Y finalmente hemos visto también a Isabel de Aragón y Castilla marcharse a Évora, casarse con Alfonso de Portugal y Viseu, enamorarse perdidamente de él, quedarse viuda (tal vez por instigación de su padre don Fernando al considerar la posibilidad de la muerte de don Juan por unas fiebres y la entrega de los reinos de Castila y Aragón a un príncipe portugués, después de todo lo que han pasado por culpa de la Beltraneja) y regresar a Castilla desconsolada... Pero esto... Bueno, esto lo trataremos luego, que tengo muuucho que decir.
Así que ya...
LUCES
Genial el maquiavelismo que ha desprendido todo el capítulo. Ha chorreado veneno, inquina, puñalada trapera por la espalda. ¡Esa conversación del rey con Chacón, a solas, sugiriendo que la muerte del príncipe Juan y el ascenso al trono de Castilla de un portugués “no ha de permitirlo Dios... pero tampoco han de hacerlo los hombres” ha sido magistral, una lección de maquiavelismo puro! “Si os dijera que un buen fin podría justificar medios perversos para lograrlo, ¿estaríais de acuerdo conmigo?” Y poco después... muere el príncipe Alfonso de Portugal. ¡Bravo, bravo y bravo! Por cierto: no está demostrada, ni por asomo, la intervención del rey Fernando en la muerte del príncipe, pero como giro argumental me ha parecido excelente
Espléndido también ese “mundo de ilusiones” del pobre Boabdil, que se siente más atraído por los delirios de Colón que por las vicisitudes de su propio pueblo hambriento, al que ni siquiera se atreve a castigar, que ya no es sino un muñeco zarandeado ora por su madre Aixa, ora por los cristianos, que tienen a su hijo Ahmed en su poder. Hasta Moraima (¡no te quejarás, Pedro, que hoy sí ha hablado un buen rato!) le ha echado un soberbio rapapolvo. Y Aixa -fuera ya de bromas- realmente se merece una “hostia bien dá” ya por pesada y cargante. ¡Jesús, qué arpía!
Dos tortas se merece quien diga que “la reina Isabel es retratada con tintes positivos y con un prisma bondadoso”. El imbécil que siga pensando eso que le eche un vistazo a este capítulo, donde hemos visto a la reina de Castilla condenar al hambre y la desesperación a toda una ciudad y buscar el orden y la paz en sus reinos condenando a la hoguera a un grupo de inocentes a sabiendas. Podrá justificarse diciendo que era un mal necesario, pero desde luego, lo miremos como lo miremos, es una marranada y una hijoputez. ¡Es el siglo XV, demonios, a ver si nos enteramos de una vez!
Por último, como ya queda dicho, muy bien traído el tema del Niño de la Guardia y el interrogatorio de Yuçef Pardo en los calabozos, con esa confesión final arrancada a giros de torno. La Inquisición, ni más ni menos. Me ha parecido espléndido este diálogo entre Torquemada y Seneor:
- “Un cristiano sabe que el sacrificio de un hombre puede salvar las almas de muchos otros.
- Prefiero seguir pensando como judío: Quien salva una vida, salva al mundo entero...”
SOMBRAS
Cristóbal Colón, el genovés, dice ante Boabdil que pretende “alcanzar las costas de Catay atravesando el océano Atlántico...” No estoy muy seguro, pero me temo que en 1491 ese océano no se llamaba así. De hecho... era el único conocido, por lo cual se le denominaba, simplemente, “la mar océana”...
Otra cosa, y en esto me confirmará Mabel mi sospecha: un sabio musulmán, cartógrafo y astrónomo, LAMPIÑO... ¿no es un poco extraño? Precisamente entre los musulmanes las luengas barbas y los bigotes eran sinónimo de autoridad y sabiduría. Sé que es una tontada, pero es que me ha llamado la atención...
Una recomendación: cuando doña Isabel quiera arengar a sus tropas y prometerles la construcción de una ciudad... queda mejor que lo haga a caballo. Es más impresionante, más viril, más emotivo, más autoritario. Y por favor: ¡que los extras GRITEN de verdad, que esos “vivan los reyes de Castilla y Aragón” han sonado a... pollo mojao!
Y llegamos con esto a LA sombra de este capítulo. Y lo siento, Jordi, pero tengo que ser duro porque es así: tenéis que prescindir de Gina Laline definitivamente. Del actor que ha interpretado a Alfonso -que tampoco es ninguna maravilla- ya veo que vais a prescindir por exigencias del guión, pero es que las escenas de hoy entre estos dos pánfilos han sido deplorables...
Gina no ha sido capaz de transmitirme NADA, tanto cuando estaba triste como cuando estaba feliz o incluso cuando lloraba sobre el cadáver de su marido. Decía cada párrafo de diálogo como si lo estuviera leyendo en una pizarra, sin pasión alguna, sin
modulación, y juraría que hasta la he visto mirar de reojo a la cámara. Su papel era magnífico, nada menos que un trasunto de su propia madre, enamorada de su esposo nada más conocerlo, una ocasión para lucirse, para dejar el pabellón bien alto... Y nada, ha sido incapaz. Evidentemente, para mí al menos, no está a la altura...
Soy consciente de que estas cosas pasan, que hacer un buen casting es muy difícil, qué se le va a hacer, y espero que esta chiquilla tenga más suerte en otros papeles, pero desde luego en éste se ha lucido muy poquito...
Por lo demás, señores, un capítulo excelente. La próxima semana, nos vemos en Madrid.
He dicho.