Y, cómo no, no podían faltar los habituales comentarios del profesor Enrique Aznar sobre el capítulo semanal:
LUCES Y SOMBRAS
CAPÍTULO 29
Don Cristóbal Colón la cagó en América a base de bien... Su labor de gobierno en el Nuevo Mundo (que él seguía creyendo las Indias) fue desastrosa. Llevado por la soberbia y la codicia, el almirante acabó estableciendo un gobierno tiránico y caótico que favoreció los abusos de los recién llegados hacia la población indígena hasta tal punto que los obligaron a levantarse en armas contra los intrusos. Esa fue la excusa para desencadenar una vergonzosa carnicería contra ellos, haciéndolos prisioneros, cargándolos de cadenas y esclavizándolos. Y ese fue el origen del despiadado exterminio de toda una tribu indígena como los taínos, de los cuales no quedó uno solo vivo en el Caribe. Sin embargo, el propio Colón tuvo que responder ante los reyes, pues fue llevado a España también preso y cargado de cadenas...
No nos engañemos: este deplorable comportamiento de los dominadores españoles -que lo fue- tampoco se diferenció demasiado del que otros estados occidentales en épocas anteriores y posteriores desarrollaron en otros escenarios de Asia, América o África. Los pueblos no se dejan esclavizar ni explotar. Y cuando otros pueblos más poderosos lo intentan, acaba prevaleciendo la ley del más fuerte... para desgracia del débil.
Pero entremos en materia...
Isabel empieza a dudar de su protegido, don Cristóbal, que sólo parece guiado por la codicia y el afán de lucro. De hecho, un nuevo personaje vendrá a segarle la hierba bajo los pies: Juan Rodríguez de Fonseca, tan taimado y falto de escrúpulos como el propio Colón. Pero eso será más tarde. Por el momento, el Gran Capitán está ya en Italia y Carlos VIII se las promete muy felices al frente de un poderoso ejército que tiene más como misión principal amedrentar al Papa para conseguir la corona de Nápoles que luchar contra el rey de Aragón...
Muere el cardenal don Pedro González de Mendoza en una escena fantástica en la cual su Reverencia deja como legado a la reina el consejo de que “no elijáis arzobispo de Toledo a nadie de ascendencia noble, no os traerá más que problemas... Recordad a Carrillo”. Y le recomienda a su pupilo, a su protegido, al bueno de Paco Cisneros, que no sabe la que se le viene encima. El propio Fernando apostilla: “¡Hasta en su lecho de muerte intriga Su Reverencia!” Y es que Fernando había pensado en su propio hijo, el arzobispo de Zaragoza, para el puesto.... si no fuera porque -como muy bien apunta la reina- Alonso de Aragón tenía fama de no ser precisamente un espejo de humildad, castidad y piedad eclesiásticas...
Aparece entonces Fonseca mientras se comunica a los reyes la muerte del cardenal Mendoza y el clérigo, tenaz y laborioso, comienza la concienzuda labor de “comida de oreja” a la reina acerca de las dudosas cualidades de su protegido don Cristóbal, si bien doña Isabel se niega a escuchar una palabra en su contra sin saber antes si el almirante está vivo o muerto. Pero Fernando está de acuerdo con su consejero y convencerá más tarde a su esposa para que firme cédulas de permiso a otros navegantes para emprender expediciones a las Indias al margen de Colón. Si el Almirante ha muerto, como todo el mundo teme en Castilla, entonces también han muerto los tratados que firmó. Las Capitulaciones de Santa Fe, pues, a tomar por el saco... ¡Hola, “pleitos colombinos”!
Carlos VIII se impacienta con el Borgia y lo amenaza con la sangre y el fuego si no accede a nombrarlo rey de Nápoles. El francés se siente invencible porque cuenta con un arma poderosa, infalible e imparable: la célebre caballería pesada francesa, una apisonadora de caballos y jinetes acorazados que lo aplastan todo a su paso... a no ser que haya llovido y que el enemigo cuente con arqueros eficaces (como sucedió en Azincourt, en 1415). El Gran Capitán sabe que no puede enfrentarse a esa caballería acorazada en campo abierto, así que se recomienda prudencia... y paciencia.
Hay que mirar otras posibilidades para aislar a Francia y Fernando se las sugiere a su esposa: utilizar como piezas de ajedrez a sus hijos para establecer alianzas matrimonias encaminadas a asfixiar al pobre mentecato de Carlos VIII. Y así, mientras el pobre príncipe Juan (un bendito de Dios) reconoce su incapacidad frente al despierto ingenio de su hermanita Juana, se va forjando una “Santa Liga” maravillosamente bien explicada en la pantalla que, en teoría, tiene como función defender el Mediterráneo de la expansión turca pero, en realidad. lo que pretende es acogotar, asfixiar, atemorizar al gabacho que tiene asediado al papa Alejandro VI en el castillo de Sant’Angelo. Juan casará con Margarita de Habsburgo y Juana con su hermano el archiduque Felipe de Borgoña, lo cual sellará la alianza eterna con el emperador Maximiliano de Austria, que odia a muerte al rey francés. Y la pequeña Catalina casará con el príncipe Arturo de Gales, heredero de la corona de Inglaterra, a pesar de que hay un candidato inglés (el duque de York) que aspira también a la corona inglesa y a la mano de Catalina y que será rechazado a pesar de que cuenta con el apoyo del emperador Maximiliano porque... "nuestra hija no casará con un aspirante".
Doña Isabel y Juana tienen una bellísima conversación en la cual la reina de Castilla muestra su pesar por tener que recurrir a este cambalache de alianzas matrimoniales por el bien de su Corona y la infanta le recuerda que desde niña ha sido educada para aceptar su destino como princesa. “Juan reinará como rey de Castilla y Aragón unidos”, le dice a su madre, “y yo garantizaré la paz de nuestros reinos”. Y ambas, madre e hija, se funden en un tierno abrazo. Lo más triste es que todos sabemos que Juan no reinó. Y a ella no le dejaron, a la pobre...
¿Y Cisneros? Cisneros está cagao. No quiere ser arzobispo, se escapa como un alumno díscolo que no quiere salir a la pizarra y la reina, muy enojada, manda que lo busquen y lo lleven a su presencia. El franciscano es nombrado arzobispo primado de Toledo en una solemne, íntima y preciosa ceremonia presidida por Hernando de Talavera, arzobispo de Granada, pero demuestra que su vida sigue marcada por la mortificación (duerme con sus hábitos raídos, en el suelo y sobre una tabla) y, sobre todo, la rectitud y la obstinación: se niega a confirmar a un Mendoza en un importante cargo público sin antes haberlo examinado sus méritos y confesado sus pecados él mismo... Duro de mollera, Cisneros. Y dura y obstinada también la reina. Esto promete... aunque ninguno de los dos sepa lo que es la AUTÉNTICA obstinación maña. Aficionados...
A pesar de que Felipe “el Hermoso” acepta el matrimonio con la infanta Juana y el compromiso de su hermana Margarita con el príncipe Juan, que está deseoso de saber si es guapa moza y, sobre todo, si es tan lista y despierta como su propia madre (cosa imposible, como sabemos sin necesidad de que nos lo diga don Fernando), llegan malas noticias de Italia: el Gran Capitán ha sido derrotado en Seminara y don Fernando monta en cólera y exige su destitución y regreso a España, pero Gonzalo se niega porque no ha sido culpa de sus hombres sino de los napolitanos.
Y por si todo esto fuera poco, llegan nuevas de Colón: está vivo, ha regresado a La Española pero, al mismo tiempo, un grupo de colonos encabezados por fray Bernardo Boyl traen noticias del maltrato de Colón hacia nobles y plebeyos y quejas sin cuento sobre su desastrosa gestión de gobierno. A lo que se añade una remesa de varios cientos... ¡de prisioneros de guerra indios capturados en su lucha contra los españoles! Isabel quiere que sean liberados de inmediato, pero no es la costumbre: el infiel era vendido como esclavo, y estos hombres no están bautizados... Una comisión de eclesiásticos encabezada por Cisneros y Talavera discuten largamente sobre si tales “hombres rojos” tienen alma o no y si merecen ser liberados... Al final se decide mandarlos a tomar el sol a Canarias en un “resort” con vistas al mar, “spa” y excursiones al Teide pagadas por la Corona... O algo así.
Y mientras los reyes reúnen a sus hijos y les recuerdan que son hijos de reyes, asignando a cada uno de ellos una buena alianza de Estado en una escena espléndida en la que los cinco vástagos de los Reyes Católicos (Isabel, Juan, Juana, María y Catalina) están para darles dos besos a cada uno... Fonseca demuestra que es un GRAN hijo de puta pasándose por el arco de triunfo las órdenes de su reina y vendiendo a los aterrorizados “hombre rojos” por unos maravedíes a un energúmeno... La pela es la pela...
No está mal como resumen de lo mucho y bueno que hemos visto esta noche... Pero vayamos al lío:
LUCES
Magníficamente sentida y bien representada la agonía del cardenal Mendoza, sacando fuerzas de flaqueza para recomendarle vivamente a la reina que nombre arzobispo de Toledo a su pupilo Cisneros. Al fondo de la habitación del palacio de los Mendoza en Guadalajara puede verse un cuadro: el que el hermano del cardenal, don Diego Hurtado de Mendoza, también gran mecenas de las artes, pintaba en la primera temporada de la serie. Un acierto, sin duda, este guiño...
Espléndida, también, la secuencia en la que Isabel y Fernando “juegan” taimadamente al ajedrez colocando sus peones alrededor del “león” francés simulando los matrimonios de sus hijos no con Arturo de Gales, Felipe de Borgoña o Margarita de Habsburgo sino realmente con Alemania, con Borgoña, con Portugal, con Inglaterra... E Isabel, apesadumbrada, descubre que no va a poder dar a sus hijos la oportunidad de casar “con quienes ellos decidan”...
Enlazando con la escena anterior, también es preciosa la conversación entre Isabel y su hija Juana, que demuestra ser una princesa de inteligencia despierta y sensible, tranquilizando a su madre con la seguridad de que ha sido educada para aceptar su destino. Grandes, mi señora Michelle (sin duda) pero también la estupenda Irene Escolar, que lo ha bordado...
Un personaje no por aborrecible menos admirable en su interpretación: Felipe “el Hermoso”, Duque de Borgoña y Archiduque de Austria. El detalle que me ha resultado más que curioso ha sido que Raúl Mérida, el actor que lo interpreta, además de hacerlo realmente bien... ¡tiene el prognatismo mandibular típico de los Habsburgo, lo que llamaríamos la “barbilla zoqueta” que caracterizó a los Austrias españoles en los siglos XVI y XVII! Me he reído una jartá al comprobarlo. Buena elección...
En la misma escena de la aparición de Felipe de Habsburgo también he visto un acierto en los tocados típicamente flamencos de algunos de los nobles presentes en la ceremonia de presentación...
Finalmente, no puedo dejar de mencionar como una luz la escena en la que los hijos de los reyes escuchan de boca de sus padres cuál va a ser su destino en el juego de alianzas europeo, la serenidad de los cinco jóvenes actores (Catalina es un amor, una delicia, está para comérsela a besos) aceptando sus matrimonios y la solemnidad general del acto en sí... Chapeau.
SOMBRAS
Señores de vestuario: sigo viendo muchos pantalones, demasiados, en lugar de calzas. Empezamos a entrar ya en la corte de Borgoña... Y ahí sí que no: las calzas y las braguetas descomunales estaban a la orden del día...
De nuevo me ha extrañado la falta de presupuesto del monarca francés para dotar a sus hombres de barbutas o celadas del siglo XV... en lugar de los cascos cónicos propios del siglo XII que llevan. ¿Tan mal van las arcas reales...?
Siguiendo con Carlos VIII... dudo muchísimo que se atreviese a sacar la espada y amenazar al Santo Padre en las propias estancias de los Palacios Apostólicos. Queda melodramático, sí, pero exagerado. Vale que Carlitos era un capullo, un exaltado y un descerebrado, pero también era fanáticamente religioso y no se habría atrevido a ganarse la excomunión amenazando al papa... por no decir que NUNCA habría aparecido armado ante Su Santidad...
Por cierto... ¿Ha sacado de la vaina César Borgia una espada para defender a su padre de la amenaza del rey francés? ¿Una ESPADA? ¿Un CARDENAL con espada en su propia casa? ¿Qué me estás contando?
Mapa de Europa sobre la mesa de don Fernando con los nombres de los estados europeos escritos en latín... me imagino. Porque... ¿desde cuando en latín el nombre de Francia es “FRANCIAE”? ¿No sería, simplemente, FRANCIA, en nominativo, o si preferimos su antigua nomenclatura -más acertada- llamarla “GALLIA”?
Una tocada de pelotas, para acabar: las piezas de ajedrez que don Fernando coloca sobre Flandes, Inglaterra, Portugal y Alemania para simular los matrimonios de sus hijos son los peones blancos del llamado “ajedrez de la isla de Lewis”... que es inglés y del siglo XI. Un regalo del futuro yerno de los reyes de Castila y Aragón, don Arturo de Gales, supongo...
Y eso es todo lo que yo, al menos, he visto en este Isabel#29, que me ha dejado con la boca abierta una vez más, como todas las semanas... Esperemos a la que viene, que la vida de doña Isabel empieza ya a describir una dolorosa y trágica espiral descendente que la llevará a la amargura y a la muerte...
He dicho.