Y un triunfo de Pedro, ¿no significaba una victoria hereje?

Por cierto, "por tu culpa" tengo entre manos la novela "Tierra sin rey" de Luis Zueco... Y, hasta ahora, muy recomendable.

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Si Pedro hubiese ganado está claro que sería por voluntad de Dios, y por tanto los herejes no serían tan herejes al final, y los equivocados serían los cruzados

En cualquier caso, un rey de Aragón ganador con su influencia en la zona de Occitania bien asegurada, siendo vasallo del Vaticano, podía resultar más interesante que un rey de Francia o un Simón de Montfort ganadores y respetuosos con Inocencio, sí, pero no vasallos que le debían obediencia. Claro que tampoco podía ponerse claramente de parte del aragonés, no fuese a resultar perdedor y el papado se quedase con el pompis al aire frente a unos franceses "elegidos por Dios" para defensa de la cristiandad.

Al final, todo es cuestión de política y no de fe. Inocencio sólo quería que le quitasen esa patata caliente de las manos cuanto antes.

PD: cuando termines ese, prueba con "El escalón 33" del mismo autor. Engancha mucho

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.

Siempre tan moldeable la voluntad divina...

PD: Anotado queda.

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Te gustará y descubrirás que en España hay castillos de los que seguramente no has oído hablar. Cuando ocurra, busca una foto por internet. Por ejemplo Peracense O mejor no, que luego te van a entrar unas ganas locas de ir a visitarlos todos

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.

Veamos ahora el punto de vista de los franceses. No penséis que durante estos meses de paralización diplomática de la Cruzada, Simón de Montfort se quedó de brazos cruzados. De hecho, todo lo contrario y tal parece que el apoyo momentáneo del papa al monarca aragonés les importaba un bledo a los “defensores de la cristiandad” que siguieron a lo suyo.

Desde el punto de vista de los cruzados, el que protege a los herejes se convierte automáticamente en su cómplice. Y punto. Ni defensa de intereses feudales ni pepinillos en vinagre. Lo que anima las acciones de Pedro es el diablo y nadie más y lo acusaban de soberbia, codicia, falsedad, felonía y todo lo que se les iba ocurriendo.

Durante estos meses su objetivo siguió siendo el asedio estratégico de Tolosa y las operaciones de castigo en el entorno de la ciudad no cesaron nunca. Operaciones ilegales puesto que Simón estaba incumpliendo la orden del papa de no atentar contra su señor feudal. Tampoco podía hacer otra cosa que esta guerra de guerrillas, puesto que el resto de los franceses sí le hicieron caso a Su Santidad, y no se animaban a enrolarse en un ejército para una Cruzada supuestamente inexistente, así que el número de sus efectivos se había reducido dramáticamente. Además, los obispos de Orléans y Auxerre anunciaron su retirada tras concluir su servicio estipulado de 40 días. La situación de los cruzados se hizo cada vez más angustiosa conforme avanzaba el verano de 1213 y su escasez de medios evidente.

Hacia finales de julio todo el mundo esperaba al rey de Aragón, los occitanos con esperanza ya que venía a liberarlos, los cruzados con angustia ya que se sabían inferiores al ejército que traía consigo. Después de todo, quien se preparaba para cruzar los Pirineos era el vencedor de los almohades al frente de una hueste en la cima de su gloria. Y no había forma de escapar al enfrentamiento, Simón se dio cuenta de que el choque era inevitable e intentó una salida negociada al asunto. La situación de los cruzados era tan delicada que incluso los obispos más reaccionarios colaboraron en las diferentes embajadas diplomáticas enviadas al rey de Aragón. Ninguno podía imaginar lo que ocurriría en la batalla de Muret un mes y medio antes de que se produjera y este intento negociador no es ni más ni menos que una muestra de debilidad.

Pedro respondió de forma inteligente ignorando olímpicamente a los obispos y reclamando la mediación del papado. Una hábil maniobra dilatoria puesto que, apelando a Roma, toda resolución de Inocencio III tardaría semanas en llegar, tiempo suficiente para enfrentarse y aniquilar a los cruzados. El mismo día que recibieron esta respuesta, el monarca de Aragón salió de Huesca al frente de su ejército camino del norte. Los dirigentes de la Cruzada le vieron las orejas al lobo como nunca antes y dos semanas antes de la batalla de Muret los movimientos para conseguir un acuerdo sin llegar a las armas fueron frenéticos. Entre ellos, el más angustiado era el mismísimo Arnau Almaric, que se dio cuenta del callejón sin salida al que había conducido a Pedro a causa de su intransigencia. Los prelados de Nimes, Uzès, Comminges, etc llegaron al punto de tratar de negociar con los tolosanos por su cuenta, tratando de separarlos del monarca.

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
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Llegada del rey Pedro y su ejército a Muret en la famosa Cansó de la Crozada, poema histórico en lengua provenzal que relata los hechos de la Cruzada Albigense.

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Alberto Durero.

Pedro dividió a su ejército en tres partes para cruzar los Pirineos. El rey con la caballería pesada tomaron la ruta Huesca-Tolosa por el valle del Garona; los carros con la impedimenta salieron antes que ellos y tomaron la ruta más cómoda, desde Huesca por Jaca, el valle del río Gállego y Canfranc, hasta el Puerto de Somport. Un tercer cuerpo del ejército, tropas catalanas comandadas por el primo del rey Nuño Sánchez, llegó tarde a la batalla seguramente cruzando por el condado de Urgely el Puerto de Puymorens.

Lo ocurrido justo al cruzar los Pirineos no está muy claro pero parece, según las crónicas, que Pedro no eligió Muret como un destino al azar. La villa se situaba a 20 km al sur de Tolosa y constituía el puntal del asedio estratégico montado por Simón, la llanura a sus pies resultaba perfecta para un enfrentamiento de caballería pesada y además el rey conocía el lugar personalmente.



Muret está situada al norte del condado de Comminges. Tiene unas defensas naturales inmejorables al encontrarse en una terraza sobre la confluencia del río Ganora y el Louge, lo que da como resultado una planta de triángulo rectángulo. El castillo fue construido en el siglo XII por el señor del lugar, Pèire Ramón, y hacia 1250 pasó a convertirse en residencia de los condes de Comminges (derribado en el siglo XVII por orden de la municipalidad) Estaba construido en ladrillo rojo y piedra tallada de la zona, tenía tres torres principales y otras dos secundarias que protegían la puerta de acceso. Todas estaban unidas por gruesos muros de unos 14 metros de altura, contaba así mismo con foso aislando todo el conjunto y un puente levadizo.

La villa había crecido hacia el oeste-suroeste en torno a la iglesia de Sant Serni, fundada por San Germier en el siglo VII, o eso decían. Había un primer burgo o castro viejo y una villa nueva, más hacia el oeste, con al menos dos puertas fortificadas: la Puerta de Tolosa y la Puerta de Salas, ambas defendidas por torres y muros.

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Que momento histórico tan atrapante! Un gusto leerlo.-

Gracias por compartirlo.-

Gracias a ti por leerlo En breve entraremos en batalla

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Alberto Durero.

El martes 10 de septiembre el rey de Aragón se encontraba acampado con su ejército frente a las murallas de Muret, junto a Raimon VI y los condes de Foix y de Comminges y las milicias de la ciudad de Tolosa. El miércoles 11, esas mismas milicias se lanzaron a la conquista de la villa sin el conocimiento de Pedro el Católico. Aquí se aprecia el primer síntoma de la descoordinación y falta de disciplina que harán fracasar a este ejército. El rey ordenó detener el ataque y explicó a los cónsules tolosanos que sabía que Simón en persona venía de camino y que las tropas de su primo Nuño Sánchez aún estaban en ruta, que la idea no era asediar Muret, sino la destrucción completa del ejército de la Cruzada. Muret sólo era un cebo para atraerlos a una batalla campal.

Pedro está haciendo una apuesta peligrosa. Las batallas campales eran evitadas por sus enormes riesgos personales y sobre todo por sus “consecuencias políticas”. Claro que por esas mismas razones podía ser una empresa ventajosa.

Por el otro lado, el cronista Pierre des Vaux-de-Cernay nos brinda una amplio relato de los hechos desde el punto de vista del mismísimo Simón de Montfort. El martes 10 de septiembre estaba en Fanjeaux camino de Muret, en un clima de tensión e incertidumbre que afectaba sobre todo a su esposa, Alix de Montmorency, quien aquella noche soñó ver a su marido totalmente ensangrentado. Sencillamente, las circunstancias no eran halagüeñas para los cruzados y ellos lo tenían muy claro.

A la mañana siguiente, a unos 60 km de distancia, les llegó la noticia del tamaño del ejército que asediaba la plaza. Montfort está atrapado, si cede esta plaza todo el país se sublevará contra él, no puede evitar el enfrentamiento. Por otra parte, puede que teniendo al rey enfrente aún se pueda llegar a una solución negociada. Simón encargó a su esposa que volviese a Carcasona y le enviase todos los refuerzos que pudiese. Después, continuó su avance.

Y ahora una sorpresa. Olvidad la herejía, los valores caballerescos, la asistencia debida a los vasallos y demás motivos por los que hemos llegado a este punto… la culpa de todo la tuvo una cortesana. Sí, Pedro se batió con Simón en batalla campal por el amor de una mujer. Qué manía con echarnos la culpa de todo, oye

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Maurin de Montlaur, abad de Saint-Antonin de Pamiers, creyó hacerle un favor a Simón de Montfort yendo a avisarle del tremendo tamaño del ejército de Aragón. Se dice que el conde lo recibió con toda la calma del mundo, escuchó impertérrito las noticias y le dijo: “mirad esta carta”. En ella el rey de Aragón saludaba a una dama, esposa de un noble tolosano, haciéndole creer que era por su amor por lo que expulsaría a los franceses de occitania. Muy seguro de sí mismo, Simón afirmó: “No temo a un rey que ha venido contra el negocio de Dios por una cortesana”

Bueno Simón, ya será menos Que todos somos conscientes de lo nervioso que tienes al ejército y a los prelados que lo acompañan. Si tan seguro estás ¿a qué viene tanto movimiento diplomático a ver si te ahorras el encontronazo? Sabemos que el 11 de septiembre el obispo Folquet volvió a intentar una negociación, escribió varias misivas y se desesperaba al no recibir respuesta.

De todas formas, quizá no con tanta chulería, pero el episodio de la carta debió ser más o menos real. Es bien conocida la afición de Pedro a las mujeres y se ha especulado con que la dama fuese Azalaïs de Boissezon, esposa de Bernart, señor de Lombers, de quien el rey se enamoró sin verla gracias a los encendidos versos que le dedicó el trovador Raimon de Miraval. Dicen que la hermosa mujer solía vestirse de negro para mejor resaltar el tono de su piel y eso tenía a Raimon como un perrito faldero detrás de ella. Conservamos un poema en el que el trovador se maldice a sí mismo por haberla alabado tanto, ya que la fama que le había otorgado hizo que se presentase Pedro en el castillo y parece ser de dominio público que ambos pasaron una noche y un día completos de diversión, lo que ponía a Miraval de un humor de mil demonios.

El castillo de Lombers



En realidad este es un episodio más de las costumbres corteses de la sociedad caballeresca del sur de Francia. El envío de mensajes a las damas en momentos previos a batallas convertía a las mujeres en el estímulo del buen caballero, nada tenía de especial. Sin embargo, para los cruzados del norte, significaba la inmoralidad del rey hispano. Para Simón, guerrero santo, esa carta de amor era una frivolidad y provenía de un rey que se aliaba con herejes y meretrices. Ambos personajes representan dos formas antagónicas de entender la caballería: el caballero cristiano y cruzado y el modelo laico y cortés, aficionado a fiestas y torneos. De esta forma, Simón sólo podía ver ligereza y desafío a la voluntad de Dios en el monarca aragonés, incapaz de entender las costumbres de una sociedad trovadoresca aristocrática y plural, que unía los aspectos lúdicos de la caballería con el espíritu religioso cristiano sin problemas. En resumen, una vez más el señor de Montfort lo único que demuestra es intransigencia.

A una jornada de camino de Muret, Simón dio orden de marchar en formación de combate, por si acaso, pese a que los prelados seguían esperando ansiosamente un acuerdo con el monarca. Insisto, no os creáis la propaganda post batalla, ni Simón lo tenía todo claro, ni fue a la lucha imbuido de coraje insuflado por Dios, ni Pedro era un atrevido inconsciente e impetuoso que se lanzó a la batalla sin pensar en las consecuencias. La realidad es que el aragonés lo tenía todo a su favor y que los cruzados estaban literalmente al borde de la histeria cuando alcanzaron el río Garona y vieron a las tropas enemigas en la otra orilla.

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La expresión suprema de la belleza es la sencillez.
Alberto Durero.