Puntualmente, las "Luces y Sombras" del profesor Enrique Aznar.
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CAPÍTULO 30
Parece que las oscuras tormentas que comenzaban a amenazar la vida de doña Isabel empiezan a cobrar forma cada vez más corpórea. Por una parte, sus hijas Isabel y Juana son apartadas de su lado para reinar en otras tierras.Además, su madre la reina doña Isabel de Portugal muere en su retiro de Arévalo. Colón se le desmanda, su marido don Fernando está ofuscado con la corona de Nápoles tras la muerte de Ferrante, el Papa Alejandro VI y el intrigante de su hijo César le disputan la soberanía del reino, Carlos VIII de Francia pierde un hijo casi como una premonición de lo que les espera a los reyes españoles y la única alegría que la Señora tiene en el capítulo de hoy es la satisfacción de haberse visto conceder el título de “Reina Católica” con el que será conocida por la posteridad... Pero las ojeras, la tristeza, el cansancio empiezan a hacer mella en una reina que ya no es joven... y que no llegará a ser realmente vieja.
Pero a pesar de su acostumbrada excelencia, sin dejarse llevar por el entusiasmo, fiel a la Historia y a la Verdad por encima de la devoción a su reina, han sido muchas las luces y las sombras que este humilde escribano vuestro ha visto reflejarse en este capítulo. Y como doña Isabel, siempre pragmática, hame llamado ya la atención anteriormente sobre la extensión de mis circunloquios, descenderemos de inmediato a relatallas...
LUCES
Hoy hemos visto a doña Bárbara de Braganza mostrarse como lo que era: una madre rencorosa que odia profundamente al monarca que tanto hizo sufrir a su familia y a quien maldice en el lecho de muerte sin un ápice de piedad ni perdón... Su hijo, Manuel I “el Afortunado”, inaugurará una nueva dinastía, la de los Braganza, que emparentará con la castellana y que aún dará mucho que hablar en los reinos españoles... De ella precisamente saldrán varias reinas y reyes de Castilla, además de Portugal. Y en última instancia, los Braganza llevarán al trono de Lisboa a Felipe II cuando éste lo reclame en 1580...
He visto en este capítulo a Carlos VIII más comedido, menos histriónico, tal vez un poco más sosegado. Mi impresión ha sido mejor que en otros capítulos... Es posible que le haya entrado un poco el conocimiento, aunque también es cierto que la pérdida de su hijo le ha debido atemperar esos exaltados ánimos de los que tanto y tan a menudo hace gala... Por cierto: muy acertado mostrar el luto con el color BLANCO, que era el habitual en la época. Fueron los Reyes Católicos, precisamente, quienes instituyeron las “ropas pretas” (negras) como símbolo de dolor por la muerte en su “Pragmática de Luto y Cera” (1497) tras la muerte del príncipe Juan...
Ana de Bretaña se sigue comiendo al rey Carlos VIII con patatas cada vez que sale junto a él... Insisto.
Muy bien marcada esa personalidad pujante de la infanta doña Juana. Las crónicas nos dicen que era en extremo piadosa, de rápida y feliz inteligencia, de una serena belleza. buena alumna de danza y de música aunque de costumbres frugales como buena castellana, sensible de trato y dotada del don de lenguas (hablaba con fluidez francés y latín, además de las lenguas romances peninsulares como el portugués o el catalán) y consumada amazona como lo fue su madre. Sin embargo, hay muchas, muchas sombras sobre este personaje que desgranaré en el apartado correspondiente...
Frases para el recuerdo: “¿Acaso lo que es bueno para vuestro reino deja de ser bueno para aquél al que pensáis enviarme? (infanta Isabel al reclamar de su marido ante su madre y su futura suegra la expulsión de los judíos de Portugal como condición para desposarlo). “Chapeau”, Martín Maurel...
¡Pedazo de HOSTIA la que le ha soltado don Cristóbal a su nene! ¡Y bien que se la merecía...! No voy a hablar del porqué ahora... que me muerdo la lengua.
Frases para el recuerdo, de nuevo: “Os he educado para que os apoyéis en vuestra dignidad y en el Amor a Dios...” (Isabel a su hija doña Juana). Preciosa...
Un detalle fabuloso en la muerte de la reina madre Isabel de Portugal: cubrir los espejos con un paño negro. Era una superstición que en algunos lugares se sigue practicando: se hacía para evitar que el alma del difunto quedase atrapada en la superficie pulida del espejo...
Maravillosa, magnífica, espléndida una vez más la corte borgoñona. Los trajes, los tocados, las estancias (he visto hasta una tribuna elevada con su balcón en la sala del trono del archiduque), los tapices, la decoración... Hasta los guardias los he visto bien vestidos, con sus capelinas en la cabeza (hubieran estado más propios con borgoñotas, pero en fin), sus alabardas y sus armaduras. Y la anciana duquesa de York, con su tocado de perlas, espléndida sin abrir la boca.
¡Ah, y me he enamorado de la archiduquesa doña Margarita! ¡Es encantadora, por Dios, qué dulzura de mujer, pobre doña Juana que hasta de ella la van a separar...! Y además, perfectamente vestida, con un generoso escote borgoñón, marcando la diferencia con el recatado vestido de la infanta castellana...
En el intercambio de descripciones entre Juana y Margarita respecto a sus hermanos respectivos... sale perdiendo el archiduque. Y con razón... Es alto... de inteligencia rápida... y... ¿he dicho ya que es alto? (¡porque no le voy a decir que es un mujeriego, un soberbio y un cantamañanas egoísta y codicioso!)
Es inevitable comparar la historia de amor (llamémosla así de momento) y la noche de bodas de Juana y Felipe con la película de Vicente Aranda “Juana la Loca”. La hayáis visto o no, mi valoración es la siguiente: no es pasión de amigo, pero me quedo con Jordi Frades. Sin dudarlo. Su versión es mucho más tierna, mucho más sensual, mucho más erótica, mucho más sutil... Fantásticas escenas de alcoba, aunque sepamos que el archiduque es un putero... Galán y romántico, sí, pero putero como él solo...
SOMBRAS
Mucho me temo que en esta ocasión he de dar unos cuantos tirones de orejas. Al guionista, al director y a los actores (al menos a algunos)...
A ver: al margen de la histórica escena de los esponsales entre Juana y Felipe por poderes, con esa chocante imagen del embajador hispano en pelotas... CALZAS, señores. Ponedles CALZAS a los personajes masculinos. ¡Lo que lleva el pobre Fuensalida cuando se desnuda delante de la Corte de Borgoña son unos “marianos” largos con bragueta, no unas CALZAS que cubrían los pies como unos “panties” de lana, lino, algodón o seda...!
Otra de ropas incorrectas... ¿Qué son esa especie de cuello duro de cuero y esos manguitos que le habéis “cascao” al príncipe don Juan cuando sale de paseo con su hermana doña Juana? ¿”Juego de Tronos”?
Y en esa misma escena: ¿no está un poco pillada por los pelos esa escena del accidente de caballo del príncipe y el desbocamiento del corcel de doña Juana? La infanta era una consumadísima amazona y su hermano un excelente jinete. No tiene mucho sentido que tuviesen que pedir ayuda a un palafrenero (¡Que además es Diego Colón!) para domeñar a un caballo que, además, era suyo y conocían bien... ¿Qué sentido tiene esa escena?
¿No ha tenido tiempo don Cristóbal para lavarse ni siquiera las manos antes de abrazar a su hijo en las estancias del alcázar de Segovia, por Dios, que las lleva de roña que da asco verlas?
¿A qué fin la pantomima absurda de presentarse ante los reyes... VESTIDO DE MONJE? ¿Qué pretendía? ¿Darles pena? ¿Despertar la compasión de sus altezas? ¿Pedirles cuentas? ¡Es que ni siquiera les dice nada! No lo comprendo...
Y ahora viene el GRAN TIRÓN DE OREJAS... Por Dios y Cristo bendito... ¿A qué fin esa patochada de una infanta de Castilla, educada para ser reina, perfectamente responsable y conocedora de su importante papel político, tratando de escapar como una cría alocada en compañía de un don nadie, de un palafrenero, del hijo de un aventurero sin sangre ni siquiera noble en sus venas? Entiendo que se trataba de poner un contrapunto, un dilema o una rebeldía entre el deber de la princesa y los deseos y apetencias de la mujer en su condición de ser humano, pero es una licencia que me ha parecido francamente excesiva.
Cuando he visto acaramelado a Diego Colón citándose nada menos que con la hija de los reyes de las Españas he dicho en voz alta (lo juro)... “¡ANDA YAAA, VETE A LA MIERDA, HOMBRE, DE QUÉ VAS!” Por un momento he visto no ya a Gonzalo de Córdoba intentando besar a Isabel, como en la primera temporada que tanto me chirrió... ¡sino al magistrado Rodrigo y a la reina Violante en “Toledo”! ¡Y eso sí que no, hijos míos, que “Isabel” juega en otra liga muy superior! Mal, mal, muy mal, no me ha gustado nada ese “romance no consumado” (¡por supuesto!) entre una infanta de Castilla y un don nadie con cara de empanao (¡porque cuidado con la cara de ababol del Dieguito!). Eso sobraba, al menos en mi opinión. Y tenía que decirlo. Hala.
¡Ah... y por eso me ha encantado, me ha parecido sublime, me ha reconciliado con Martín y con Jordi EL PEDAZO DE HOSTIAZA QUE LE HA SOLTADO DON CRISTÓBAL AL EMPANAO DE SU HIJO! ¡Oooooogh, qué a gusto me he quedao! XDDDDD
Me sigue sin gustar Fonseca. Y no es ya por el personaje, sino por el actor... Me parece excesivamente untoso, hipócrita, mala persona, sí, pero también sobreactuado... No sé, no sabría explicarlo, pero no me gusta.
Y... bueno. Vamos a quedarnos aquí. Podríais preguntaros en esta ocasión si me ha gustado o no el capítulo. Pues bien: la respuesta evidente es SÍ. Ha sido un capítulo extraordinario, magnífico, con una trama interesantísima, con escenas sublimes y con muchas más luces que sombras. Es sólo que en esta ocasión... una de esas sombras me parecía escandalosa. Y tenía la obligación de, con todo mi respeto y cariño (como siempre), manifestarla...
He dicho.
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Verdad y razón nunca envejecen.